Si, definitivamente, muchísimas veces, me avergüenzo, me arrepiento de ser cubano.



Y lo digo con responsabilidad, lo digo con todo el dolor de mi alma, lo manifiesto con mucha, con muchísima tristeza, y lo expreso con todo respeto por los compatriotas, por los hermanos y por los amigos, que aun creen que ser cubano, que ser un cubanazo de nación, más que una nacionalidad, es una actitud ante la vida.
Para empezar siento vergüenza porque con mi mala manera, con mi cobarde patriotismo, con mi indiferencia cívica y por mi complicidad pasiva con ese régimen de mierda, que tanto daño le ha causado a Cuba y al pueblo cubano, ayudé a destruir mi Patria, convine descaradamente a que mi país sea hoy un hediondo basurero socialista y permití, con mi ceguera ciudadana, con mi mirar hacia otra parte, que no seamos otra cosa que una tierra, un terraplén, un marabuzal lastimosos, perdidos, ahogados en la agonía de sus hijos y en la desidia, en la avaricia y en la ambición de un grupúsculo de tiranuelos mal paridos que la desgobiernan, la destruyen, la saquean y la desflecan.
También me abochorno del talante de muchos que dicen ser cubanos, de la mala condición que tienen para ver nuestra necesidad por liberarnos de esa cruel dictadura, de las cosas que dicen, de lo que hablan, de lo que piensan, de cómo mal entienden cuánto significa no dialogar con quienes nos hacen tanto daño, con quienes nos provocan tanto dolor y con quienes nos han causado el peor de los sufrimientos por más de sesenta y tres larguísimos años.
Mi dolor es inmenso, es interno y es descojonante. Nunca logro componerme, avivarme o respirar, cuando veo la destrucción, tanta anemia espiritual reflejada en los rostros de mis conciudadanos, cuando veo el deplorable estado en que están las calles, los parques y las ciudades que un día creí eran mías, que una vez, cierta vez, las desanduve con la ingenua creencia de que vivía en la Patria de todos y que tendríamos el futuro más cegador, más merecido y más “luminoso”, de toda la historia de la humanidad o de esta galaxia auxiliadora.
Pero nada de eso fue ni es cierto. Triste y cruel pero nada cierto, realmente incierto, más que incierto. Cuba se hundió, junto a la mayoría de nosotros, en un profundo abismo de desidias, de odios, de envidias, de traiciones y de los peores sentimientos de la especie humana, y cubana, donde nos matamos los unos a los otros por dineros ajenos, por los reconocimientos de otros, por alcanzar un cuartico de pollo imperialista y por llamar la atención para sobresalir en un mundo donde la frivolidad, la superficialidad, el narcisismo y la falsedad, son el nuevo carnet militante de quienes creen merecer un lugar en esta indolente historia.
Dice mi amiga la cínica que ella también, que se avergüenza dice, que ella incluso, si pudiera, se quita hasta su amada nacionalidad porque, y le resulta más que evidente, la cubanía de hoy es puro relajo emocional, una simulada bandera que utilizan para hacer dinero y una máscara para que algunos te tengan lástima y te den alguna que otra ridícula “donación”.
Sí, hermanos, podría estar la mar de tiempo enumerando razones por las que me avergüenzo de ser cubano, podría incluso documentar, con imágenes, videos, audios y demás, por qué siento tanto bochorno, pero no, no quiero culpar a otros, o justificar, el tamaño mal que me acongoja cuando la razón fundamental, la principal, es que mi Patria, mi país, mi bandera, mi flor nacional y mi tocororo, mi ave nacional, se me están desquiciando entre las manos y yo persisto en no hacer nada…
Ricardo Santiago.



Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »