Cuba: Un país de analfabetos ideológicos y de semi-analfabetos funcionales.



La “famosa” y requetevendida campaña de alfabetización castrista, de 1961 en Cuba, no fue más que demagogia comunista para meterle en el subconsciente a los seres cubanos, a los que no sabían leer ni escribir, junto a otros que sí sabían pero que estaban “medio flojones en la lectura y la escritura”, las endemoniadas letras del manifiesto comunista, de las doctrinas del soviet supremo de Moscú, de los proletarios de todos los países uníos, de la historia me absolverá, de yo amo a la revolución, la revolución me ama y ¡Cuba, Cuba! ¡Estudio! ¡Trabajo! ¡Fusil! ¡Lápiz! ¡Cartilla! ¡Manual! ¡Alfabetizar! ¡Alfabetizar! ¡Venceremos!
Puras mentiras, puras manipulaciones, una estafa monumental y sanguinaria porque a los cubanos, con el cuento de que la revolución de las salchichas nos ofrecía “educación gratuita”, nos enredaron alrededor del cuerpo espesas cadenas que, por más de sesenta y tres larguísimos años, hemos tenido que arrastrar como “alfabetizados” agradecidos o como “lectores” obedientes de todas las doctrinas que nos hizo tragar la dictadura castro-comunista a cun-cun y sin agua potable.
Porque quien haya vivido en Cuba como un ser cubano sabe bien qué estoy hablando y no me dejará mentir.
Para entender cómo funcionó “la alfabetización” comunista hemos de referirnos a que, desde el mismísimo principio en que fidel castro “creó” al hombre nuevo en la tierra cubana, todo en nuestro país fue politizado y direccionado para realzar y reafirmar los “valores” de esa maldita revolución y la “invencibilidad” de su “inmaculado” líder.
Desde muy niños, pero desde muy niños, nos metieron en nuestros menudos y frágiles cerebritos el adoctrinamiento más férreo con aquellas fotos, pegadas por toda el aula, de connotados criminales a los que teníamos que adorar como héroes y mártires de la Sierra Maestra.
Los matutinos escolares eran verdaderos actos de reafirmación revolucionaria que fueron despedazando nuestra inocencia hasta convertirla en profundas trincheras donde debíamos esperar, calladitos y aguantando las ganas de hacer pipi o caca, el ataque del imperialismo yanqui, el lanzamiento de la bomba atómica que, según los teóricos de la dictadura, venían a tomarse nuestras compotas, comerse nuestras galleticas y enviarnos, con escuela y todo, a realizar trabajos forzados en la agricultura.
Así la Patria se nos convirtió en una gran consigna. Los seres cubanos pasamos, “gracias a que ya sabíamos leer y escribir en el tronco de un árbol, una niña…”, a destruir la bonanza, el desarrollo y el confort que habíamos logrado como República para dar paso a un estrambótico, irreconocible, mediocre, involutivo e irracional país donde era más importante decir un lema por el socialismo que mantener funcionando una fábrica de leche condensada para la alimentación de un pueblo hambriento.
Es cierto, muchos aprendimos a leer y escribir pero, sobre todo, también a dividir y a restar. Las letras y los números en el socialismo tienen la extraña condición de ser agresivas, ofensivas e irrespetuosas igualitico a la mentalidad de quienes dicen defender las revoluciones, la igualdad social, el colectivismo y a la salchicha como la reina, o como la máxima angustia, en la pirámide alimentaria del proletariado.
Después de 1959 los cubanos perdimos la diversidad que nos caracterizaba como nación y nos uniformamos estúpidamente, repito, gracias a que todos sabíamos “leer y escribir”, en una unidad de “botas rusas” donde todo, absolutamente todo, fue diseñado para que metabolizáramos los patria o muerte por encima de los Patria y Vida.
Y entonces nos bombardearon con todo, no los yanquis, al final esa gente nunca se metió con nosotros, nos acribillaron los comunistas, nos destrozaron el país, nuestra infraestructura productiva, nuestra idiosincrasia, nuestras creencias, nuestra cocina, nuestra forma de ser, nuestra educación, nuestra cultura y todo aquello que no estuviera dentro de los ordeno y mando de un régimen que nos puso a chapear bajito con el miedo a guerras en Bosnia-Herzegovina, en Siria, en Angola, con el hambre en el África subsahariana, las enfermedades de transmisión sexual en Asia, el Covid, las manifestaciones contra el capitalismo en Europa y la satanización del modo de vida americano en contraposición con el sobrecumplimiento de la cosecha de la papa en Pinar del Rio, camaroncito duro sácame del apuro, los cubanos con la tasa de mortalidad infantil más baja del mundo y el nivel escolar en Cuba, a nivel general, por encima de Noveno grado.
Yo siempre dije que los datos oficiales, grandilocuentes y chovinistas del castrismo, eran la hediondez más absurda y más increíble de ese régimen pues la papa te la “bajan” a dos libras por persona cuando hay, camarón que se duerme se lo lleva la corriente y lo del Noveno grado, bueno, lo del Noveno grado hace falta saber en qué…
Ricardo Santiago.



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