Cuba y sus comunistas de quincalla.

El comunismo es una cosa muy seria, tan seria que si Usted le mete bien el “coco” le provoca tanta risa que termina en el baño de corre-corre y haciendo el dos por tres.
Reflexionando sobre el llantén de algunos “fidelistas” en las redes sociales, por los “negros sucesos” que enmudecieron nuestra patria (cero alcohol, abajo la música y maldita la alegría), me vienen a la mente algunos personajes que conocí en Cuba y que eran fieles defensores de Fidel Castro, el socialismo, la mierda que hablaba y de hasta que la muerte nos separe.
Yo vivía en Cuba en un edificio de apartamentos. Para que tengan una idea, los que no lo saben, un edificio en Cuba es como un país pero chiquito, a pequeña escala. Es increíble cómo en un espacio tan insignificante uno encuentra a personas de todo tipo, formas, pensamientos y colores.
La mujer que vivía en los bajos era informante de la policía. Esa tipa era mala, mala de verdad. Alquilaba para extranjeros la mitad de su apartamento y obligó a toda su familia a apretujarse en el fondo de la vivienda para, según ella: “obtener algunos dólares y poder comprar en la shopping…”. Esta mujer no era comunista ni nada que se le pareciera, era una semi-analfabeta, oportunista y tronco de chivatona.
En el edificio vivíamos unos cuantos “gusanos”, pero sólo uno hacia públicas sus opiniones y las gritaba a voz en cuello, nadie se metía con él y nunca se lo llevaron preso, por eso la gente decía que era del G-2, de todas formas a mi me daba mucha gracia y lo recuerdo con “afecto y cariño”. Decían que la mujer si era chivata pero no, en realidad era chismosa, le gustaba saber de la vida de los demás y con eso era feliz, a veces metía a más de un vecino en un brete pero de ahí no pasaba.
El comunista más comunista de los comunistas vivía en el sexto piso. Desde que yo lo conocí siempre fue un jubilado del Sindicato de no sé qué, dicen que fue un dirigente importante en su época y que era come-candela y come-todo cuanto le pusieran delante. El tipo en realidad era muy repugnante, todo lo que le salía por la boca era un teque político y no sabía mezclar más de dos palabras sin decir viva Fidel. Se justificaba en una enfermedad que tenía para no ir a los desfiles de la Plaza pero se la pasaba recorriendo el edificio para denunciar a los que tampoco iban. Siempre andaba muy elegante y bien comido, nosotros pensábamos que era gracias a su adoración al régimen hasta que nos enteramos que en realidad recibía todos los meses una buena “mascadita” de una hermana que vivía en el Norte. Los jodedores del barrio decían que hacía “revolución” con el dinero de pin, pon, fuera, abajo la gusanera…
En uno de los pisos más altos vivía una Señora que defendía al régimen y a los Castros hasta con los dientes, sudaba el socialismo por los poros de la piel pero con olor a Nina Ricci porque tenía una hija casada con un extranjero que tenía mucho dinero. Atacaba sin piedad a algunas muchachas del barrio que “luchaban en la calle” y decía que su hija no, que su hija no era jinetera. Un día, en una reunión del Consejo de Vecinos, el gusano confeso, parece que cansado de tanta muela revolucionaria, frente a todo el mundo la emplazó y le dijo: “Mire compañera, supongamos que su hija no sea jinetera, ok, pero los comunistas han prohibido siempre las relaciones con extranjeros, así que cómo Usted justifica el matrimonio de su hija con un yuma.”
Remedio santo, la tipa enmudeció ante la “verdad irrefutable”. Después de eso no la vimos mas, dicen que se fue para España a “cuidar los nietos”. Yo no dudo de que hoy sea una de esas personas que, con un falso perfil en las redes sociales, continúa con su labor de envenenar la vida y defendiendo a lo indefendible: El castrismo.
Tengo mucho más que contar…