El socialismo es una plaga mortal, es un virus letal y es un mal descojonante.



Y…, es cierto. El socialismo es lo peor que le puede pasar a un país, a su infraestructura, a sus construcciones, a sus cultivos, a su flora y a su fauna, a su sistema energético, a su agua corriente pa’ tomar y pa’ bañarse, a sus supermercados, a sus tiendas, a su transporte público o privado, a su red de asistencia sanitaria, a sus fábricas, a su producción de alimentos, de medicinas, a sus calles, a sus ciudades, a sus recursos naturales y, lo que es peor, lo que de verdad hace que un país agonice y se pudra por causa de ese flagelo, es que arruina a sus habitantes porque los priva de sus libertades individuales, los reprime, los corrompe, los idiotiza, los dogmatiza, los adoctrina y los transforma en guiñapos humanos listos para manipularlos a su antojo y convertirlos en esclavos de regímenes tiránicos, dictatoriales y totalitarios.
El socialismo, como sistema retrogrado, disfuncional, absurdo, obsoleto e involutivo, está incapacitado para producir bienestar, desarrollo, progreso y equilibrio existencial porque constituye el peor enemigo de la libertad creadora de los individuos, de sus capacidades de emprendimiento, del motor principal que impulsa el crecimiento económico de una nación y la principal negativa para que una sociedad avance, progrese y esté en constante movimiento evolutivo.
Yo siempre he pensado que la ingenuidad colectiva es el principal enemigo de un país y de su pueblo. Los “políticos” más oportunistas, entrenados en las “artes” de embaucar, mentir y engatusar multitudes, utilizan el discurso de la “vieja” izquierda, con toda la parafernalia populista que conlleva, para arrastrar multitudes hacia falsas expectativas y, una vez instalados en el poder, enquistarse en los gobiernos nacionales, cambiar las Constituciones para permitirse la reelección eterna, modificar leyes y hacer que parezca que “benefician” a los desposeídos, implantar modelos económicos de pan pa’ hoy y hambre pa’ mañana, “nacionalizar” la propiedad privada y desaparecerla, implementar gratuidades que a la larga se convierten en las más caras del mundo, corromper las estructuras sociales, invalidar la historia e imponer valores absolutamente anti-nacionales, despilfarrar y robarse los erarios públicos, malversar los recursos naturales y, lo que nadie quiere ver, pues muchos se convierten en cómplices de esos “gobiernos” socialistoides, que quienes llegan a la “presidencia”, enarbolando las banderas del socialismo, lo hacen como personas sin recursos y a la vuelta de pocos años, incluyendo a sus familiares y edecanes corruptos, acumulan y esconden millonarias fortunas bajo sus “colchones” fiscales.
Los seres cubanos somos verdaderos especialistas en este tema, a nosotros no hay quién nos haga un cuento sobre qué carajo es el socialismo, los socialistas, sus “dirigentes”, sus familias, los discursos populistas, las promesas de mejoras sociales, los “futuros luminosos”, el sacrificio de hoy…, el pollo por pescado, el plan “jaba”, la guerra de todo el pueblo, la luz de la “esperanza”, la culpa es del “bloqueo” y la confianza en que la revolución no nos “abandonará” jamás.
Por eso el socialismo lo “compran” quienes no lo conocen, quienes creen tontamente esos cuentos de “calles bien asfaltadas”, durofríos de fresa “natural”, picadillo elaborado con auténtica carne, viviendas confortables para todos, erradicación de la pobreza, abundancia, aspirinas para todos “los gustos y dolores”, respeto a la privacidad y a las elecciones individuales o quienes lo utilizan para aprovecharse de los incautos y sumar “seguidores” a sus campañas propagandísticas, falsas, demagogas y así pervertir el orden natural de la historia e imponer en esos países el peor sistema que, por desgracia, inventaron unos cuantos sinvergüenzas que querían vivir sin tener que trabajar.
Pero nadie escarmienta por cabeza ajena, dice mi amiga la cínica que el ser humano es muy propenso a querer “experimentar” lo desconocido y, aunque nos demuestren que estamos fatalmente equivocados, allá vamos a tirarnos y a despetroncarnos en el pozo de las porquerías, las heces y las bacterias porque creemos que la peste que otros tuvieron que oler es muy diferente a la que nosotros tendremos que espantarnos.
Y la historia lo ha demostrado, a cuanto país tocó el socialismo ni la mierda quiere regresar, ni siquiera quienes se hacen llamar “socialistas” quieren vivir bajo ese régimen, lo detestan, huyen despavoridos ante la miseria que genera pues, como fuimos aprendiendo y/o aprehendiendo, empiezan por destruir el país, involucionar la sociedad, fermentar la vida, apestar el medio ambiente, martirizar la muerte y convertir a los seres humanos, y cubanos, en entes miserables de cuerpo, de espíritu o de ambos inclusive.
Ricardo Santiago.



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