Es una revolución perversa, es mentirosa, es criminal y es anti-cubana.



Resulta imposible creer que un pueblo, desde hace más de sesenta y tres larguísimos años, esté miserablemente subyugado por una tiranía totalitaria que, esgrimiendo la mentira más traicionera, más puerca, más tramposa, más repugnante y más increíble del mundo, se adueñara de un país, de su destino, de su presente, de su pasado, de su futuro, de todo un pueblo y, lo que es peor, lo que de verdad le reconcome la existencia a cualquiera, que pulverizó, que desintegró, que pisoteó, que esclavizó, que ridiculizó, que desapareció y que se burló de la espiritualidad de millones y millones de seres cubanos.
Yo siempre he dicho que ese invento de revolución, que nos hizo creer fidel castro había “triunfado” por los humildes y para los humildes, no fue más que una escalada pandillera donde un grupo de retorcidos oportunistas, de delincuentes y de criminales, liderados maquiavélicamente por el Conde de Transilvania, perdón, quise decir el “conde” de Birán, tejieron, hilvanaron, “cosieron” y descosieron todo un entramado de falsedades, de estafas, de engaños, de trampas y de mariconadas político-económicas, hasta llegar a dominar, por completo, el alma, la vida y la muerte de toda una nación.
Dice mi amiga la cínica que en la vida real la mayoría de los cubanos fuimos unos comemierdas, que tenemos que reconocer que fidel castro interpretó muy bien el pensamiento diabólico de otros tiranos y asesinos que le antecedieron, que nos sedujo, que nos manipuló como le salió de las nalgas, que nos envolvió en celofán soviético hasta que caímos en la trampa del socialismo y que, además, lo hicimos porque nos dio la gana, por nuestro exceso de confianza, por nuestro amor por las “bebidas” del proletariado y por nuestra mansa credulidad pues ni Cuba, ni los cubanos, en 1959, necesitábamos un cambio de sistema económico, una transformación de nuestras estructuras sociales, sustituir las diferentes corrientes políticas por un partido único, cambiar a Mickey Mouse por Lolek, Bolek o el Tío Estiopa, el pollo por pescado, al papá de Loreta John por el sobrecumplimiento de la papa…, la elegancia por la vulgaridad, el Son de la Loma por las Noches de Moscú y las ideas humanistas, espirituales y patrióticas de nuestro Apóstol, por un criminal, degradante, fascista y sanguinario pioneros por el comunismo seremos como el che.
¡Ah, bueno…!
Los cubanos somos un pueblo seducido y abandonado. Le agarramos el gusto, yo digo que por enajenación patriotera y por tanta cercanía a las pipas de cerveza del socialismo, al verde olivo, a los subidones de adrenalina revolucionaria, a ser el centro de atención mundial porque nos iban a tirar la bomba atómica, a montarnos en enormes camiones para irnos de “cara al campo”, a que nos ordenaran constantemente de “arriba” lo que teníamos que hacer y a dar tanto la vida a cambio de nada, que terminamos, nosotros solitos, poniéndonos unos detrás de otros, en una filita organizada compañeros, sin matarnos que alcanza pa’ todo el mundo, para que los castro, el castrismo o esa morbosa dictadura de los mil demonios, nos cayeran eternamente a patadas por el culo sin darnos el más mínimo derecho a protestar.
Demasiada obediencia la nuestra, exageramos, como siempre, pero esta vez a la hora de bajar la cabeza, de agacharnos, agáchate pueblo y vuélvete a agachar, de tragarnos las palabras, de admitir que por esa mierda de revolución hasta la última gota de sangre, que no importa, que nos maten a nuestros hijos para satisfacer las ambiciones del sátrapa, que primero muertos que desprestigiados pero que de los americanos no queremos, no necesitamos ni un chicle, que Mambrú se fue a la guerra y nosotros también, que patria o muerte, que socialismo o muerte, que muerte o muerte y que es mejor morirse antes que vivir en ese infierno.
El castrismo apareció e hizo metástasis en nuestro país a partir de poner en práctica un millón de mentiras. Mentiras que no fructificaron solo “por amor a las mentiras”, sucedió porque casi todo un pueblo decidió aplaudir, motivado por el sentimiento que fuera, a una maquinaria muy bien engrasada de producir falsas ilusiones, de generar falsas expectativas, de enfundar terror, de corromper, de manipular y de asesinar.
Por eso Cuba hoy es un país que sufre una extrema violencia. Una nación que sucumbe al terrorismo impuesto por un “Estado” y que se manifiesta, en todos los estratos de la sociedad, al punto de marginalizar a los seres cubanos por algo tan humanamente lícito como querer volar más allá del Muro de Berlín, digo, del criminal “Muro de La Habana”.
Ricardo Santiago.



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