Quien no lo quiera ver es porque no le sale de sus diabólicas entrañas. Quien no quiera entender que ser revolucionario, apoyar al castrismo, abrazar al socialismo como rutina doctrinera y sentirse “fidel” en esa Cuba destrozada, reprimida, hundida y maltratada por más de sesenta y tres larguísimos años de ofensas, de racionamientos, de escasez, de crisis recurrentes y de una “sed” de p…, es porque, definitivamente, nació para vivir en la mierda, revolcarse en ella y alimentarse…, qué digo alimentarse, atracarse con ella.
Yo siempre he dicho que los cubanos somos un pueblo que vivimos montados en un gigantesco cachumbambé de ridiculeces y de absurdos. Y digo cachumbambé porque nos meneamos de un lado hacia el otro, es decir, de aquí pa’llá y de allá pa’cá y, al final, nos quedamos siempre en el mismo lugar, estáticos, derechitos como una vela, en la misma bochornosa posición de cuatro puntos para que la dictadura castrista haga con nosotros lo que le dé la gana, nos manipule, nos adoctrine, nos permita tomar leche nada más que hasta los siete años, comer picadillo “enriquecido” una vez al mes, caminar por la “sombrita” si portamos un “salvoconducto” socialista, gritar solo si es a favor de esa maldita revolución y sacrificarnos de por vida en nombre de un comunismo y de un fidel que no son más que miserias, angustias, desnutrición, oscuridad y una grosera falta de respeto.
Porque, pregunto: ¿Qué hemos recibido los seres cubanos, constante y sonante, que se “mastique y que se trague”, a cambio de tanto sacrificio, de tantas penurias y de tantos sufrimientos, por defender a esa maldita revolución de los apagones?
Si los seres cubanos sacamos bien la cuenta, y digo los seres cubanos del pueblo, los que tenemos que ir a pie a todas partes…, la vida en Cuba se resume en sobrevivir de mala manera el presente, a no poder vislumbrar nunca el puñetero “futuro mejor” que nos ofrecieron, a cargar, como condenados a trabajos forzados, el agua necesaria para calmar la sed y para aliviarnos la peste a…, a vivir de cola en cola suplicando pa’ que no se acabe lo que “sacaron”, a rumiar nuestra propia tristeza como la única esperanza que nos “ganamos” y a persignarnos constantemente, rogándole a Dios, a la Virgen o al mismísimo poder de las siete potencias ancestrales, para que nos mande un “yuma”, un “viaje” pa’ quedarnos, un bote o una tabla, una simple tablita que nos salve de hundirnos en tanta mierda socialista.
Dice mi amiga la cínica que el problema está en que nosotros los cubanos somos muy malos en matemáticas y por eso nos van más los novelones romanticones donde el pobre, pobre, pobre, pobre, sacrificándose hasta la sumisión, siempre triunfa y se casa con el ricachón o la ricachona de la película.
De alguna manera ese falso argumento fue el que nos vendió el castro-comunismo, limitándonos la capacidad para analizar y darnos cuenta que el socialismo de fidel castro, esa porquería que tantos defienden sin saber qué carajo es en realidad, solo divide, resta y nunca suma o multiplica.
Dicho en otras palabras: El castrismo restó los panes, los peces, la carne de res, los espaguetis, los camarones, la langosta, los salarios, los huevos de comer y de ponerse, el jugo de guayaba, a María Santísima, y dividió la miseria, el aburrimiento, los suicidios, la represión, la corrupción y la explotación del hombre por el Estado parejitos para todo el pueblo cubano.
Pero, aun cuando es demasiado evidente que “eso” es una reverendísima estafa, una gran mentira, muchos prefieren seguir siendo “revolucionarios” y continuar con el meneíto, moviendo la cinturita y tirando sus pasillitos al compás de viejas melodías “reguetoneras” como marchando vamos hacia un ideal…, somos la vanguardia de la revolución…, aprendimos a quererte…, se les recuerda en esta tierra…, y si me pides el pesca’o te lo doy, yo te lo doy mi comandante aunque a cambio me des un mísero cuartico de pollo pa’ tres personas.
Yo les juro que esos cubanos, los defensores del “pollo por pescado”, los histéricos de esa revolución sin frenos, los socialistas sin socialismo amantes de los castro y su pandilla, a parte de un enorme desconsuelo y una descojonante falta de fe en Cuba libre, me provocan una vergüenza propia y ajena abrumadora pues cada vez que alguien inocentemente me pregunta, ¿where you from?, no sé si responderle: de Cuba, de casa del carajo o de la mismísima Conchinchina…
Ricardo Santiago.