¿Cuántos “yo soy fidel” se necesitan para demostrar nuestra imbecilidad y mediocridad?



En eso se nos va la vida a los cubanos, en vitorear a monstruos, en aclamar a nuestros verdugos, en gritar sandeces revolucionarias, frases huecas que no dicen nada y que tienen más de sesenta y tres larguísimos años de uso y recontra uso, consignas y lemas que no nos han llevado a ninguna parte y que en su lugar nos han reportado un hambre del carajo, un retroceso económico, político y social ridículos, unas necesidades de vida descomunales, una falta de sentido común que nos tiene a todos medio trastornados, un desamor por la Patria que nos hace verdaderos enemigos de todo lo cubano y una existencia tan miserable, pero tan miserable, que muchos aun gritan “viva fidel” sin poder encender el fogón para, siquiera, calentar un poquito de agua para bañarse porque hasta ese liquido vital está perdido.
Por eso siempre digo que nosotros los cubanos, la inmensa mayoría, después de tantísimos años de mantener en el poder a esa revolución “desrevolucionada”, hemos creado una especie de tira y encoje entre la dictadura castro-comunista y nosotros que, por un lado, por ser tan cómplices, ignorantes y aguantones, terminamos mereciendo tamaña desgracia dictatorial y por el otro, por la “izquierda”, hemos creado un régimen tiránico a imagen y semejanza de nuestra incapacidad, de nuestro servilismo, de nuestra guataconería y de nuestra estupidez ideológica tan exactas a nosotros que, hoy por hoy, se hace muy difícil distinguir quiénes en Cuba son esbirros, quiénes son colaboradores, quiénes son sumisos o quiénes son los “verdaderos” “revolucionarios” del piruli o de la chambelona del socialismo castrista.
Dicen, quienes saben de verdad, que los fascistas en la Alemania nazi se convencieron de que el mejor sentimiento para dominar y controlar al pueblo alemán era inculcarles la obediencia, la degradación ciega del hombre ante una doctrina, ante un líder y ante un nacionalismo desorbitado pues eso los hacía extremadamente vulnerables, fáciles de adoctrinar y más aun de manipular.
Cualquier semejanza con Cuba, y con el pueblo cubano, “es pura coincidencia”. Para nadie es un secreto que fidel castro estudió y asimiló las “teorías” del nazi-fascismo y convirtió a nuestro país en un calco de las aberraciones, de las barbaridades y de los retorcijones de lo peor de la historia de la humanidad.
Con una exagerada, ridícula y teatrera exacerbación de nuestro nacionalismo “cubano”, de nuestros falsos valores patrioteros y de un chovinismo sin precedentes en nuestra historia nacional, el castrismo nos disparó por las nubes, a casi todos, la adrenalina de la comemierdería y, con una facilidad pasmosa, nos vistió de milicianos, nos transformó en maquinitas de matar la vida, la hermosura y la concordia, nos puso a agujerear la Patria de una punta a la otra para “defendernos” del imperialismo, nos convirtió en altavoces dispuestos todo el tiempo a amplificar estupideces, nos hizo creer que éramos los mártires de esa falsa revolución y nos comprometió, para toda la eternidad, como “novias y novios” de un fidel “que vibra en la montaña, un rubí cinco franjas y una estrella…”.
A los cubanos, a los que decidieron por voluntad propia, por convencimiento, por carencia de las neuronas de la decencia, por cobardía o por oportunismo apoyar al “fidel de la montaña”, esa maldita revolución, que con tanto fervor defendieron, les salió por las nalgas, les reventó las entrañas y les cobró en miserias, en agonía, en racionamientos, en esclavitud, en hambre y en desesperación, una perra vida que hemos tenido que mal vivir durante estos larguísimos años de “dictadura del proletariado”.
Por eso siempre digo que en Cuba muy pocos ven la realidad objetiva y que muchos, muchísimos cubanos, y una buena parte del mundo, no la quieren aceptar.
La obediencia nuestra y el oportunismo hacia esa mierda doctrinera que es el castrismo es tan grande, pero tan grande, que vivimos en una especie de “trinchera fantástica” donde nadie, o un reducido grupo, reconoce públicamente el fracaso del fidel de la montaña, de su revolución involutiva, del socialismo como régimen social y por el contario, como en una película surrealista de “tamales y bayonetas”, continúan apoyando a sus verdugos para que les den más palos, siguen agujereando la Patria por aquello de la inercia destructiva, se resbalan en la mierda del populismo y se limpian con las manos, corren para que no los piquen los “mosquitos” pero, repito, como muestra del absurdo que hoy somos como pueblo, seguimos gritando, a todo pulmón, “yo soy fidel”.
Ricardo Santiago.



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