El criminal cuento del “lobo capitalista” que se comió a la “caperucita socialista”.



Yo siempre digo que una de las atrocidades más grandes del castro-comunismo, independientemente de los crímenes, los miles de asesinatos, todo lo que le han robado al erario público nacional y las barbaridades cometidas contra nuestro país y contra todos nosotros es, sin duda alguna, la endemoniada capacidad que tienen esos miserables para manipular, tergiversar, cambiar y trastocar la verdad, la realidad de la vida, la “luz” de los apagones, el sufrimiento de todo un pueblo, las locuras que causa el hambre, el mal olor de los pies y hasta la esencia de los cuentos que me leía mi mamá me ama cuando yo era un niño chiquitico y de mamey.
A algunos, principalmente a los que tienen mala memoria, compromisos “con la Quinta y con los mangos”, asignación de “aseo personal” por ser jóvenes destacados en la lucha contra el “enemigo”, vanguardias en la emulación socialista, compitiendo por el chivato del año, o amantes seducidos por el castrismo pero viviendo en y del exilio, mi visión sobre la peor, más involutiva, estúpida y destructiva revolución que ha existido en toda la historia de las revoluciones, les puede resultar exagerada, burlesca, cargada de ira, de desprecio o de venganza pero, como yo siempre digo, aun, cuando no la crean, es cierta mi visión sobre el castrismo, quiero decir, porque cada una de mis palabras están documentadas por los testimonios, por las imágenes y por el dolor de cientos de miles de seres cubanos que han sufrido, directa o indirectamente, las burdas y sofisticadas mariconadas del castro-comunismo, sobre la piel y sobre sus almas.
Y digo todo esto porque quiero demostrar que la insensata, superflua y polarizada perspectiva del mundo, que tenemos la mayoría de los cubanos, se debe, básicamente, a los cuentos que, desde que empezamos a tener uso de razón en nuestro país, nos “lee” la dictadura castrista pa’ dormirnos en medio de la línea del tren, para ponernos a pedir el agua por señas, a rogarle un cachito de pan al vecino de enfrente, para que levantemos la mano y no la bajemos hasta que nos autoricen a hablar y, sobre todo, para que demos gracias eternas a fidel castro por legarnos la mierda de país que el muy hijo de puta, con su maldita autosuficiencia, ambición, prepotencia y despotismo, destruyó.
Yo, muchas veces, cuando escucho hablar a ciertos cubanos, me asusto, se me forma un tranque en el gaznate que no me deja respirar, me horrorizo de ver cuán manipulados, programados y adoctrinados estamos pues, como dice mi amiga la cínica, no tenemos ni la más puta idea de quiénes son los que se parten el lomo elaborando los “tamales” y quiénes, después, de mansa paloma, a lo descara’o, se los tragan de una sola sentada.
Aun así lo que yo siento por esos cubanos es una lástima tremenda, los veo tan indefensos, tan imbéciles, repitiendo las mismas porquerías que les enseñaron desde chiquitos, que me cuestiono si en realidad nosotros tenemos lo que tenemos, es decir, a esa criminal dictadura totalitaria, porque cagamos, en una diarrea “multitudinaria”, más del ochenta por ciento de nuestras neuronas, donamos felices una buena parte de nuestros cerebros a los pobres de América Latina o nos gusta hacer el ridículo con “la moral más alta que el Turquino”.
No quiero justificar nada pero les aseguro que no es fácil. A nosotros los cubanos nos meten esa mierda de revolución y de socialismo en las venas mucho antes, incluso, de que aprendamos a hablar, a caminar o a pensar.
Y es justamente ahí donde quería llegar. El bombardeo, la andanada y las torrenciales mentiras que recibimos por todas partes, es decir, por cuanta tontería gráfica, visual o sonora soporte una letra, una imagen o un “discursito”, son abrumadoras, asfixiantes y rayan en lo morboso pues nos levantamos en la mañana con los “logros de la revolución” y nos acostamos en la noche con los “desastres” del capitalismo sin que tengamos tiempo pa’ comernos un “simple” pan con bistec.
Por eso cada vez que veo a algunos cubanos “coger tribuna” siento una desagradable vergüenza ajena porque no sé si el tipo se va a bajar con la historia de que Pinocho era un niño de palo pero pionerito, Pepito grillo era el jefe de sector de la policía, Blanca Nieves era la presidenta de la federación de mujeres de su cuadra o Elpidio Valdéz un Superman manigüero que venció él solito al ejército español…
Ricardo Santiago.



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