A nosotros los cubanos también nos está matando la mala memoria.



Los cubanos somos un pueblo que padecemos, a nivel generalizado, muy generalizado, un “castrozhéimer” avanzado, avanzadísimo, es decir, olvidamos, desconocemos y obviamos, con total facilidad, “los palos” que, durante más de sesenta y tres larguísimos años, nos ha dado sin piedad, sin escrúpulos y sin compasión, esa criminal dictadura y, aun ahogándonos en la mierda, en la putrefacción y en el estercolero en que nos han convertido la Patria, muchos de nosotros la aplaudimos, la justificamos y la veneramos, como si tamaña porquería se comiera, nos alimentara o llenara nuestras “proletarias barriguitas”.
No existe peor enemigo para un país que tener un pueblo “ligerito” de mente, que sus habitantes vivan al “descuido”, al ni fu, ni fa, jugando eternamente a las vueltas de “carneros”, a la ruleta en el güiro, a la gallinita “ciega”, pasando de todo y con todo porque una vez un tremendo farsante nos dijo que con la revolución todo, contra la revolución nada y, tan obedientes como somos, tan “respetuosos” de cuanto nos dicen nuestros “mayores”, no reaccionamos ante la verdad ni aunque la práctica de la vida nos demuestre, con sangre, sudor y lágrimas, que toda esa parafernalia bullanguera de la revolución de los apagones es una gran mentira, un monumental descaro, una montaña de absurdos y la peor tragedia que puede sucederle a un país y a todo un pueblo.
Pero, nada, hoy nos racionan el arroz, mañana nos quitan el café, le prohíben la leche a nuestros hijos, nos mandan a morir en tierras extrañas, nos dicen “ser cultos para ser libres” y nos embuten con cerveza de pipa, nos cortan los huevos, nos desaparecen los frijoles, nos simplifican el pan nuestro de cada día, nos pagan una miseria por entregar la vida, el sinvergüenza de amaury pérez firma de nuevo otra inmunda “carta”, nos encarcelan la libertad de ser libres, nos apagan la luz en los momentos de mayor oscuridad, se comen la carne y nos dan los huesos, nos pervierten la Patria, nos matan de hambre, de tristeza, de miedo y, aun así, los justificamos, los defendemos, los veneramos, los apoyamos y nos vamos de parranda, digo, perdón, marchando en comparsa “solemne” ante cualquier llamado que nos hagan para “salvar” la revolución, al socialismo y a fidel que, parece lo han olvidado, el muy hijo de puta hace mucho rato se fue del parque.
Y es que tenemos que ser muy desmemoriados para no acordarnos, todo el tiempo, de los cientos de miles de hombres, mujeres y niños que han muerto, directa o indirectamente, por causa de esa maldita revolución asesina.
Tenemos que estar muy “distraídos” para no protestar ante la injusticia de que encarcelen a cientos de miles de seres cubanos, en las condiciones más infrahumanas, por el único delito de no comulgar con el castro-comunismo.
Tenemos que ser muy superficiales para creer las cientos de miles de mentiras con las que nos han manipulado durante estos más de sesenta y tres larguísimos años.
Tenemos que ser muy torpes para aspirar a que con esa mierda de socialismo podamos salir de tanta miseria, de tanta pobreza y de tanto olvido.
Tenemos que, en fin, ser demasiado comemierdas para, aun hoy, después de ser los principales testigos del fracaso de esa mal llamada “revolución cubana”, nos empeñemos en ser “continuidad”, en gritar patria o muerte, socialismo o muerte o yo soy fidel.
Aunque, definitivamente, la máxima prueba de que muchos de nosotros somos unos reverendísimos “atolondrados”, la tenemos en nuestra historia nacional reciente pues la mayoría nos fuimos de Cuba como perseguidos políticos, refugiados, “presos políticos”, desafectos al régimen, opositores amenazados de muerte, disidentes, contrarrevolucionarios e, incluso, bajo el status de “salida definitiva del país” y, “al cabo de un año y un día”, aun así, nos damos el lujo de regresar a la Cuba comunista, represora, dictatorial y criminal, como si nada, “como quien no la debe, no la teme”, como si las autoridades de los países que nos reciben fueran unos imbéciles o como si no fuera cierto el carácter sangriento, asesino y abusador de un régimen que lleva más de seis décadas matando a seres cubanos por el solo hecho de querer ser libres.
No existe vacuna, suero o “pastillita” en este mundo que curen la desvergüenza, el deshonor y el descaro. A nosotros los cubanos, entre muchos millones de “padecimientos”, nos está matando la mala, la malísima memoria pues hemos olvidado, con “extraña” facilidad, quiénes son los verdaderos responsables del dolor, el sufrimiento y las penurias que viven, desde hace más de seis décadas, un país y todo un pueblo.
Ricardo Santiago.



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