Mi muy vilipendiado Dictador Raúl Castro:
Hay un tema bien delicado que quiero tratar con Usted…, por cierto, antes de continuar, me pregunto: ¿Por qué lo trato de Usted? Por qué le muestro respeto cuando, primero, no lo siento y, segundo, se respeta a quienes respetan y, perdóneme, pero su vida y su actitud han sido la mayor falta de respeto para Cuba y todos los cubanos. Así que a partir de ahora te tratare de tú, de tú y de tú porque: “Borriquito como tú, como tú, que no sabes ni la u, ni la u…”.
Pues bien, como te estaba diciendo, la mayoría de las personas, la inmensa mayoría, cuando se refieren a ti te dicen la china, la loca, la pájara, la yegua, el pato, el cherna, el pargo, en fin toda la caterva y el repertorio de denominaciones “cubanescas” porque, en la vida real, gran parte del pueblo cubano piensa que tú eres homosexual, para no repetir la palabra que en realidad usan.
A mi esa palabra me parece muy despectiva y fea, salvo que se utilice en un contexto donde no esté implícita la sexualidad de nadie. Para mí los gustos y las preferencias sexuales de las personas son sagrados y merecen todo el respeto y la aceptación del resto de los mortales. Nadie tiene derecho ni potestad para juzgar la elección “camera” de un hombre o una mujer y mucho menos hacer mofa de esta condición.
Claro, debo ser honesto, en mi caso no siempre pensé así, hubo una época de mi vida que fui homófobo a la par que revolucionario. Según las doctrinas de su revolución, el hombre nuevo, el peldaño más alto de la creación comunista: “na’má se baja los pantalones pa’ cagar porque un revolucionario de verdad no se junta con maricones…”, al menos eso fue lo que nos impusieron ustedes en Cuba después de 1959.
Recuerdo que desde la escuela primaria, en los matutinos especialmente, se arengaba contra los jóvenes de “actitudes raras”, los que usaban el pelo largo, vestían con ropas apretadas y bailaban “pasillos americanos”. Nuestras maestras decían que eran hijos del diablo imperialista y por tanto constituían nuestros mayores enemigos de clase a quienes debíamos combatir, denunciar y erradicar, sobre todo delatar.
En la cuadra donde yo vivía la presidenta del comité, es decir, de los CDR, también hizo lo suyo para redondear mi homofobia infantil. Recuerdo que esa tipa despotricaba abiertamente contra un personaje que era vecino nuestro, que no escondía su homosexualidad (como otros) y al que todos le decíamos “la perra”. El desprecio de esta “presidenta” por “la perra” era público, le gritaba improperios, lo acusaba de contrarrevolucionario, le llamaba constantemente a la policía y nos exigía a los muchachos del barrio que no nos acercáramos a su casa porque: “ese degenerado está enfermo y su enfermedad se pega…”.
Por suerte un día abrí los ojos y me quité de encima toda esa mierda comunista de censurar a los demás por pensar o ser diferentes a mí, tuve y tengo muy buenos amigos homosexuales a quienes adoro y respeto pues me han demostrado que la hombría, la decencia y el valor no se llevan en las nalgas o en los genitales…, se cargan en el corazón.
Mi corrupto Dictador, yo no quiero sumarme a la creencia popular que existe sobre ti y tu sexualidad, no es de tus características como “hombre” la que más me preocupa o considero afecta al pueblo cubano, aunque te recomiendo salgas en defensa de ti mismo y aclares ante el mundo si son ciertos esos rumores…
Pero una cosa si quiero recordarte lo seas o no: Tú eres uno de los máximos responsables de la creación y ejecución de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción, UMAP, una verdadera masacre a la decencia, el respeto, la tolerancia y la inteligencia de miles de cubanos que fueron víctimas de los más crueles abusos y vejaciones revolucionarios por ser o parecer homosexuales, un pasaje de la historia de tu mierdera revolución que jamás podrá borrarse de la memoria del mundo digno. Ni siquiera el Dictador Batista, con todo lo sanguinario que dicen ustedes que fue, cometió tal abominación e injusticia. Por ahí circula una entrevista que le hicieron a la pérfida de tu hija donde la muy hipócrita intenta justificar o minimizar la responsabilidad tuya y de tu hermano en esos abominables hechos, la cual, lejos de salvarlos, los hunde aun más en el abismo de las crueldades, la doble moral, la hipocresía y la falsedad del asqueroso castrismo.
Te desprecia para toda la vida… yo…
Genial, refrescante, una manera muy cubana de expresar verdades con una gran dosis de talento para lograr que nuestras lágrimas no nos ahoguen….me encanta la irreverencia bien administrada.