En Cuba, el 1 de Enero de 1959, lo que realmente nos sucedió a los seres cubanos, fue que el remedio fue peor que la “enfermedad”, es decir, hicimos el peor trueque de la historia al cambiar “dos cajas de suave por una fuerte” o a un país en absoluto desarrollo, crecimiento y prosperidad económica, por un invento pajuzo, raquítico, melindroso e ideológico que solo funciona en la mente, y en los bolsillos avariciosos, de un pequeño grupo de depravados, ladrones y sinvergüenzas.
Es cierto que al principio, pero muy al principio, caímos en la trampa de la bachata revolucionaria, de los gritos eufóricos por la “libertad”, de los eructos etílicos contagiosos y de los aspavientos carnavalescos de una “revolución triunfante” que se vendía como cocimiento de pasiflora, como ungüento milagroso, como pancito caliente, como goticas antipasmódicas para, supuestamente, devolverle a Cuba, y a todos los cubanos, la anhelada “paz mundial” que una dictadura criminal y asesina, como decían que era la de Batista, nos había arrebatado.
Y fue así que llegaron las toneladas de promesas, los camiones cargados de esperanzas, los barcos abarrotados de futuros y los ofrecimientos multitudinarios de que en pocos, en poquísimos años, si éramos obedientes, “finos y educados”, tendríamos el país más prospero, más desarrollado y más “riquísimo” del mundo.
Pero, al final de los “discursos”, pura diarrea, puro ensuciarse y no ver la porquería, pura “cacofonía” de los sanguisis de jamón y queso pues todo desapareció misteriosamente, como por arte de un mago loco, fuma’o y mentiroso, hasta que, como pichones que suplican que les pongan “comida” en sus piquitos, nos quedamos pidiendo el agua por señas, haciendo tremendo ridículo y arrepintiéndonos una y mil veces por haber sido tan comemierdas.
Así, como la gatica de María Ramos, la Cuba iluminada que teníamos dio paso a un país oscuro, abarrotado de “proletarios” hambrientos en y con el poder, derrochadora de recursos en pos de las babosadas de un régimen que nos vendía ante la opinión pública internacional como monos de feria, digo, como el primer país “libre” de América, dueño de su propio destino, asediado por el imperio más poderoso de la historia y con un pueblo estoico, sacrificado y valiente que se crece ante las dificultades, que donde comen dos comen los demás y que rechaza la abundancia, el lujo y las comodidades porque, compañeros, eso son rezagos de la horrible sociedad de consumo y en el socialismo, en Cuba socialista, tierra de fidel, a los cubanos nos sobra con una lata, con un palo, con un “pedacitico” de jabón y con una esquinita del periódico granma, ¡pa’ qué más!
Y con tantos excesos de patriotismo bananero, con tanta bravuconería del todo por uno y tanta arrogancia absurdamente antiimperialista, sin darnos cuenta, o sin muchos ser conscientes del daño que nos auto-infligíamos, le dimos rienda suelta a nuestra mayor barrabasada histórica y a gritos de nacionalizar, nacionalizar, nacionalizar, paredón, paredón, paredón, socialismo, socialismo, socialismo y muerte, muerte, muerte, le clavamos a nuestra Patria querida la más grande traición que puede cometer un pueblo contra sí mismo.
Dice mi amiga la cínica que con tanta gritería, tanta chusmería y tanta arrogancia castrista, la educación y la finura se nos fueron pa’l mús-culo, el “pancito caliente” se nos puso agrio y el “ungüento milagroso” de esa revolución del picadillo se transformó en un criminal, asfixiante y represivo bloqueo interno que nos arrancó de cuajo toda posibilidad de crecer, de progresar y de ser felices sin comer “lombrices”.
Las sanciones económicas impuestas contra el régimen castro-comunista, por parte del gobierno de los Estados Unidos, por el descarado robo de las propiedades legítimas de ciudadanos norteamericanos en Cuba, fueron la justificación perfecta para que fidel castro, y su partí’a de segundones inmorales, instrumentaran contra los cubanos de infantería un perverso plan de racionamiento, de desabastecimiento y de penurias cíclicas encaminadas a ejercer un control policial, un adoctrinamiento convulsivo y una sistematización de la miseria que nos llevaría como pueblo a agradecer a la revolución castrista por las migajas que nos da y a odiar a muerte al imperialismo yanqui por el hambre tan tremenda que estamos pasando.
Pero la realidad, la eterna realidad, lo que muchos no queremos ver, entender o nos hacemos los chivos con tontera, es que Cuba y los cubanos no avanzamos, no prosperamos y no nos “matamos esta perra hambre”, por la cantidad de restricciones absurdas, retrógradas y vengativas que emanan del egoísmo, la perfidia y la traición de esa falsa revolución socialista contra todos nosotros, así de simple…
Ricardo Santiago.
¡ HASTA LA MORINGA SIEMPRE !
…ja,ja,ja…