“Defender el socialismo”: ¿Pero qué carajo nos pasa a los cubanos, es que estamos “locos”?



Tiene que ser una esquizofrenia ideológica parasitaria, no cabe otra “enfermedad mental”, o estamos revolucionariamente desquiciados, locos, arrebatados, o somos unos perfectos idiotas, unos maniáticos convulsivos, unos sinvergüenzas, las descerebradas marionetas, y valga la redundancia, de una criminal dictadura que nos maneja como a estúpidos, como a soldaditos de “plomo” sin una “patica” que marchan “contentos”, felices, prestos a tirar “tiros” pa’ cualquier parte, a dar gracias por el hambre, a aplaudir la miseria, a celebrar la destrucción y a ser inmunes a la pudrición, al abandono, a la peste, al mal olor de un país y a: ¡échate desodorante mijito…! …no tengo… ¡cojo…!
Yo hasta he llegado a creer que la insensatez, la mediocridad, la simpleza y las burradas se hicieron ley y trampa en Cuba, son condición castrista para que los habitantes de esa isla escuálida seamos aceptados por un régimen dictatorial que promueve el ridículo, el absurdo y la incompetencia como los méritos necesarios para vivir en esa “sociedad” y tener derecho a la libreta de racionamiento.
Dice mi amiga la cínica que lo de nosotros los cubanos no tiene nombre en la historia, que es por eso que los “sesudos” del Pentágono y de la CIA no han podido descifrar por dónde le entra el poquito de “agua” a ese maldito socialismo, pues cuando introducen “la realidad cubana” en sus sofisticadas computadoras sus algoritmos de quinta generación, y sus programas avanzados, brincan como saltimbanquis atolondrados, estallan como siquitraquis de papel de libreta y se alborotan de manera tal que los ordenadores expulsan los microchips, los bombillitos, las teclas y hasta los tornillos de las puertas y las “Windows”.
Pero la realidad es más triste, asusta mucho, se le hace a uno un nudo en la garganta que no te deja respirar, resulta absolutamente incomprensible ver a ciertos cubanos, a unos cuantos, defendiendo y apoyando con caritas de contentos, muy convencidos e incluso agradecidos, a un régimen que los tiene caminando en cuatro patas, que los engaña por cualquier motivo, que los humilla con esa mierda de la revolución, de fidel y de la igualdad social, que es el principal responsable de la hambruna generalizada, de las ronchas de mosquitos, de la indigencia que soportamos y de tener que vivir obligados en un país que retrocede como cangrejito que salió del mar y que se hunde, cada día, en su propio estercolero de patria o muerte, venceremos.
Yo digo que esa terrible enfermedad mental que padecemos la mayoría de los cubanos, asociada a más de sesenta años de conformismos, de inercia con “bozales” invisibles, de tanta ideología porno-socialistoide, de tantísimas donaciones de nuestra propia sangre, de los millones de trabajos voluntarios y de la enorme cantidad de mariconadas que nos hemos hecho entre nosotros mismos en nombre de la defensa de esa maldita revolución y del hijo de puta de fidel, tienen que habernos afectado el cerebro, eliminado un buen numero de neuronas útiles, ponernos la carita de concreto, simplificado las ideas y enredarnos tanto las entendederas que hoy parecemos más un país autodestructivo, indecente, portador del síndrome de la bobería que un país hecho y derecho, de respeto, decente y de buenos olores.
Y, lo más jodido de todo, es que muchos aun nos tragamos el cuento del socialismo “salvador”. Andamos país arriba y país abajo cubriéndonos los ojos para no reconocer que nos hundimos en porquería, que somos unos infectados por la mugre, por el abandono, por la incompetencia y por el asco, pues hemos aceptado que tanta destrucción y tanta miseria formen parte del sacrificio que tenemos que hacer para que la bandera de la estrella solitaria ondee “libre” por los cielos del mundo.
Definitivamente estoy por creer que nos merecemos tamaño castigo como país y como pueblo. De nada sirve que intentemos salvarnos un grupito mientras el resto, la inmensa mayoría, tanto dentro de Cuba como fuera de ella, con actitudes cómplices, sumisas y cobardes, posterguen en el tiempo y en el espacio la agonía de la Patria.
Tenemos que ponerle límite a tanto absurdo.
Tenemos que ser conscientes que a esa fracasada revolución del picadillo no tenemos que defenderla, no tenemos que apoyarla y sí tenemos que denunciarla, combatirla y desprestigiarla.
Los horrores que hoy vivimos como país y como pueblo deben parar, las nuevas generaciones, es decir, nuestros hijos y nietos, merecen, es más, tienen que vivir en una Cuba lúcida, coherente, de respeto y limpia porque, sencillamente, tanta “locura” no se puede soportar por más tiempo.
Ricardo Santiago.



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