Estoy por convencerme que ser cubano, cubano de Cuba castro-comunista, es tener un “peso” muy grande sobre las neuronas de pensar, una carga demasiado destructiva sobre el raciocinio, un dolor de “huevos” que se enquista con cada imbecilidad que, como nación, como país o como pueblo, manifestamos cada vez que le “pasamos la mano” a ese maldito régimen, le damos “un voto de confianza” a los castro, intentamos justificar la incompetencia, la improductividad y el carácter represivo del socialismo culpando a terceros, y a quintos, o pretendemos minimizar el tremendísimo daño que nos ha causado esa porquería “socio-económica”, a cada uno de nosotros, como seres cubanos.
Digo todo esto porque en un artículo que publiqué anteriormente, titulado “La “revolución” castro-comunista, el único enemigo que tenemos los cubanos”, el cual ilustré con una imagen bastante deprimente, por cierto, de niños “jugando” bajo un torrencial aguacero en una calle de La Habana, reitero, en plena vía pública, muchos “defensores sindicalizados” de la revolución del picadillo me cayeron encima, literalmente, agrediéndome ferozmente por mi actividad, según ellos mercenaria, de denunciar las atrocidades que se cometen en ese país, mi país, en nombre de una supuesta libertad “espiritual”, de una benigna “felicidad” infantil y de una tranquilidad ciudadana que, lejos de ser toda esa cantidad de estupideces, a mi me parecen una irresponsabilidad, un atentado a la salud, una manera de provocar a los “bichos microscópicos” y la forma más elemental de adquirir enfermedades, de poner la vida de nuestro hijos en peligro y de perpetuar la mala educación cívica que tenemos la mayoría de los cubanos.
Por supuesto que cuando fui niño también me bañé en esos torrenciales aguaceros habaneros, y debo confesar que era lo más delicioso del mundo pero, como se dice en buen cristiano, lo cortés no quita lo valiente y reconozco que fui parte de esa ineptitud que ahora, con el paso de los años, la entiendo como un peligro por la cantidad de factores negativos que se esconden detrás de tan “simples” y alucinantes bañitos.
Dice mi amiga la cínica que si la imagen graficara la misma situación en Estados Unidos, entonces los “bañistas” de la revolución dirían que es imprudencia temeraria, que los “juegos infantiles” del capitalismo arriesgan la vida de los menores por exponerlos a contagios, a accidentes de tránsito o a que les caiga un rayo y los parta por la mitad, que eso solo pasa en el “bloqueo” imperialista porque los niños no tienen dónde jugar ni a qué jugar y, así, un montón de sandeces más.
Yo siempre digo que nosotros, la mayoría de los cubanos, producto de tanto adoctrinamiento meloso, baboso y compulsivo, nos hemos quedado con las neuronas chuecas, cojas y parecidas a “espermatozoides” usados.
La realidad en Cuba castro-comunista supera cualquier tipo de fantasía, tanto las malas como las buenas. Nosotros los cubanos, no todos, porque gracias a Dios aun quedan algunos compatriotas responsables, lúcidos e iluminados, hemos desarrollado un pensamiento proletario bien simplista, tan elemental, fatuo y pedestre que, lejos de favorecernos como nación, como país y como pueblo, le ha caído como anillo al de’o a esa maldita revolución del picadillo porque, sin querer queriendo, nos hemos convertido en los principales ajustadores, digo, sostenedores de toda la mierda que emana a borbotones de un régimen totalmente despreocupado por nuestra salud física y mental, por nuestra seguridad ciudadana y por nuestra inteligencia colectiva para construir, todos juntos, un país próspero, decente, de buenas costumbres, sano y razonable.
Yo digo que a las cosas hay que llamarlas por su nombre aunque nos parezcan una inocentada, una “delicia” o una tontería de muchachos que no saben lo que hacen.
Despertar como seres cubanos, entender que el régimen castro-comunista nos ha jodido la puñetera vida a todos, a todos sin excepción, es el primer paso para reconstruir esa Cuba que todos necesitamos como seres humanos que quieren comer caliente, que quieren bañarse con agua caliente y que quieren, caliente, caliente, caliente…
La mediocridad es el mejor aliado de los dictadores. La estupidez social es el caldo de cultivo para que los pueblos perpetúen a las tiranías y las conviertan en las cadenas que le estrangulen la vida, la esperanza y la libertad.
El hijo de puta de fidel castro nunca nos quiso como pueblo inteligente, fomentó en nosotros los alaridos bestiales antimperialistas y revolucionarios porque sabía, que la mejor herramienta para controlarnos el cuerpo y el alma como nación, era que anduviéramos por la vida “sin saber que pasaste” o diciendo boberías como aquellos que ven un árbol sin apreciar el bosque…
Ricardo Santiago.