Los “viva fidel” en Cuba, el mejor ejemplo de la estupidez colectiva de una nación.



Yo siempre digo que fidel castro tiene que ser “recordado” con un calificativo igual, o mucho más siniestro, que con los que se marcaron a muchos de los criminales de guerra nazi.
Quiero dejar bien claro, porque algunos critican mi persistencia en la denuncia a esa bestia asesina, depredadora y carroñera, que mi obsesión por desenmascarar la aberración de este ser maligno y sus reales intenciones contra Cuba y los seres cubanos, se debe, por si nadie se ha dado cuenta, a que el muy hijo de puta mantiene, aun después de muerto, su pérfida represión contra todos nosotros encarnada hoy en cada defensor del castrismo en las redes sociales, en cada esbirro que asedia a las Damas de Blanco, a José Daniel Ferrer y a todos los opositores pacíficos, en cada carcelero y torturador castrista, en cada policía, militar o “intelectual” que alza su arma y su “alma” para mantener en el poder esa tiranía, en cada chivatón profesional o del movimiento de aficionados prestos a denunciar a quienes se niegan a ser esclavos, en cada comemierda que sin venir a cuento repite “somos continuidad”, en cada…, en cada…, en cada…, en fin, en cada uno de nosotros que preferimos el silencio aun cuando nos convirtamos en cómplices de ese brutal régimen.
Porque fidel castro ideó e implantó el castrismo en nuestra Patria. Este sujeto centralizó en un sistema operativo “gubernamental” lo peor del pensamiento dictatorial de la historia de la humanidad para consolidar en Cuba un poder totalitario, despótico, unipersonal, “monologuero” y que le permitiera a él, y solo a él, ejercer el control total de toda una nación.
Sí, porque al final de esta interminable pesadilla que vivimos los cubanos, el castrismo no es más que un muy dañino “Windows” pensado para justificar y legalizar la improductividad, la mediocridad, la chusmería, la malversación, el adulterio político, las delaciones, la cobardía revolucionaria, la corrupción, la destrucción, el adoctrinamiento, la mala leche, el miedo y lo tuyo es mío y lo mío es mío y solo mío.
Los nazis idearon los campos de concentración para matar, doblegar y esclavizar, mediante el trabajo forzado, a sus enemigos políticos y de clase. El castrismo, por su parte, como el alumno más aventajado del nacional-socialismo alemán, convirtió a Cuba completa en un gran campo de concentración con el mar y el diente de perro como alambradas de púas, con disímiles sub-campos interiores diferenciados para homosexuales, disidentes, libre pensadores, rebeldes con causa y el peor de todos, para el cubano de infantería, de pueblo, desprotegido y humilde que carga sobre sus espaldas de hombre-patria toda la malevolencia y la irracionalidad de ese vil y asqueroso “sistema de los humildes y para los humildes”.
Cuba, definitivamente, es, y que a nadie le queden dudas, un feroz, horrendo y criminal campo de concentración gigante desde 1959 y fidel castro su caudillo cafeconlechero, continuador de la tradición del “gran dictador” histórico, dispuesto a matar por tal de mantener un estatus alcanzado a través de la violencia, la traición, el engaño y la muerte.
Pues, bien, como todo dictador que se respete, la garrapata de los potreros de Birán se rodeó de “poetas, cantores y pintores” para crear un mito al cual el pueblo adorara hasta el paroxismo, la histeria, la ceguera y el pudín sin pan.
Así los cubanos fuimos testigos de la repetición indiscriminada de cuanta mierda salía de su boca, de “hazañas” del “héroe invencible” allende los mares de “agua dulce”, de comparaciones fantásticas con poderes sobrenaturales porque, según nos decían en la escuela, era el único hombre capaz de enfrentarse, él solito, al imperio más poderoso de la historia.
Pero todas puras mentiras. Con los cuentos de los 600 atentados que dicen le hicieron y de los cuales siempre salió ileso, con que cada una de sus “geniales ideas” fracasaban porque los sabotajes del enemigo las frustraban, con que era un hombre humilde y sacrificado, un altruista y un “presidente” proletario, muy proletario, nos tienen dormidos a los seres cubanos y, al final, lo “real maravilloso”, es que el tipo no fue más que un vive bien, un sinvergüenza y uno de los hombres más ricos del mundo.
Hasta de la muerte del principal cabecilla de la revolución del picadillo los castro-comunistas hicieron un show político, carnavalesco, dantesco y absurdo para apuntalar en la conciencia de los cubanos el terror, la auto-represión, la sumisión y la eterna esclavitud.
Por eso nos toca a nosotros destruir tan maquiavélica mentira para empezar a lograr la tan necesaria libertad de Cuba…
Ricardo Santiago.



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