Cuba es el mejor ejemplo en la historia para demostrar, así sin mucho esfuerzo, que el socialismo no funciona, no procede, no es viable y es el peor régimen socio-económico para ser aplicado en un país y obligar a vivir a un pueblo bajo ese yugo criminal, diarreico y desastroso.
El socialismo, sus leyes disfuncionales, la vergüenza del mundo en que vivimos, los golpes del destino y hasta el hijo de puta que lo inventó, son todos una caterva de absurdos donde el fin, que además justifica muchísimo los medios, es que un solo hombre, o un pequeño grupo de criminales, consigan el poder absoluto, impongan por la fuerza sus leyes y doctrinas, se apoderen de todas las riquezas de un país, sometan a sus ciudadanos mediante mentiras, adoctrinamientos y engaños, trastoquen la realidad por falsas promesas de un futuro mejor, pongan a todos a apretarse indefinidamente la cinturita y hundan en la miseria, en la desesperación, en el hambre y en la tristeza, a generaciones enteras de seres humanos y cubanos.
Por eso hoy Cuba es el peor lugar en el mundo para vivir, para comer y para soñar a lo grande, a lo poquito y a lo imaginable.
Los seres cubanos vivimos a lo cortico, a las pequeñas cosas y a la inmediatez. Los seres cubanos vivimos el día a día como un castigo, como una penitencia, como una negación de lo bueno que nos dio Dios y como el último suspiro de quien no sabe qué le espera en ese futuro mejor tantas veces anunciado y prometido a lo largo de más de sesenta y cinco larguísimos años de maldita y revolucionaria existencia.
Es de ahí que en el socialismo la miseria y el hambre cuenten en el censo demográfico como ciudadanos de esta tierra inservible e improductiva. El hambre y la miseria pasan a formar parte inseparable de la sociedad porque son el resultado de un régimen que no produce nada, que bloquea todas las formas y vías de producción hasta crear un Estado dependiente de las ayuda externas, de los canjes disparatados y de las donaciones lastimeras de quienes nos observan con lástima, con incredulidad y con asco.
Porque todos se preguntan cómo un país, que en 1959 era uno de las naciones más desarrolladas del mundo, a todos los niveles, esté hoy en ese peldaño tan oscuro, tan sotanero y tan desagradable en el orden mundial, calificando como uno de los pueblos que vive en los límites de la indigencia, que vive en condiciones de sub-alimentación y que se muere por enfermedades perfectamente curables a golpe de una simple aspirina.
Muchos afirman que nosotros, los seres cubanos, nos merecemos esta mierda de vida que tenemos, pero yo que la viví de cerquita, que la toqué muchas veces con las manos, les puedo asegurar que no, que esa angustiosa forma de respirar cada segundo no la merece nadie, no es menester de ningún alma creada por Dios y mucho menos, pero muchísimo menos, es condición humana para desarrollarnos y para que nuestros hijos crezcan sanos, felices e inteligentes.
El socialismo es una máquina de fomentar el embrutecimiento espiritual, es el apocalipsis de las buenas ideas, la hecatombe de la buena educación, el desastre de los verdaderos valores y la desaparición del respeto como el mecanismo más sublime para que los seres humanos vivan en paz, en armonía y en concordia total.
El socialismo a los seres cubanos solo nos trajo muerte, la destrucción de la Patria, la pérdida total de todo lo bueno que habíamos logrado como República antes de 1959 y el encadenamiento, desde los pies hasta las neuronas de pensar, a un dogma que solo promueve el totalitarismo, el hambre como sacrificio ideológico, la entrega por una absurda causa, el sacrificio a cambio de nada y la adoración y la gratitud sin límites a quien se erige, o lo designan, como líder indiscutible de cualquier maldita revolución.
A veces creo, un poquito, que nosotros nos merecemos tamaño desastre, pasa que luego veo las imágenes que se reproducen en las redes sociales, demostrando el desastre que vivimos los seres cubanos, y creo que merecer es una palabra injusta, excesiva y exagerada.
El desastre cubano es demasiado grande para creer en él y para reproducirlo. La destrucción de Cuba es tan absoluta que cuesta trabajo, mucho trabajo, aceptar que algunos descerebrados la defiendan sin aceptar que, conscientemente, obligan a vivir a millones de cubanos en la más profunda agonía.
Ricardo Santiago.