Cuba, un país miserable y ruinoso por culpa de esa revolución castro-comunista.



Yo siempre digo que tal parece, aunque no quiero equivocarme, pero me imagino, oro parece, plata no es, …pesa menos que un comino, se me da un airecito, visto así de refilón, me dijeron pero no lo creo, que es como si nosotros los cubanos le hubiésemos agarrado el gusto a la miseria, a las groserías, a la pudrición, a la peste a grajo, a los CUC que me suben y que me bajan, al picadillo de “enriquecido”, al socialismo, a los palos del castrismo, a la cerveza de pipa, a los carnavales represivos, a las congas del comunismo, a los basureros ideológicos, al huesito de la “alegría” sin carnita y sin sustancia, a “volar” como los murciélagos, a andar como los camellos, a bajar la cabeza o a caminar de marcha atrás mirando y dejando, indolentes y viendo como nuestro país, la tierra que nos parió a todos por igual, se nos cae a pedazos, se hunde como bosta en el “cenicero” del diablo, se marchita, languidece y sucumbe desesperadamente por culpa de una maldita revolución a la que no le interesa, en lo más mínimo, la salvación, el desarrollo o el progreso de Cuba y de todos los seres cubanos.
Basta con ver las imágenes o escuchar las amargas experiencias de quienes visitan la isla, cómo hablan sobre la escasez, el deterioro físico y espiritual del país y de la gente, de la profunda indigencia que asfixia a sus habitantes, de la batalla campal en que se ha convertido la vida de vivir y de “respirar”, del total abandono en que están las construcciones, las calles, los parques, los cines, los teatros, la red hidráulica, los barrios, los pueblos, las escuelas, los hospitales, el alumbrado público y privado, la “oferta estatal”, las instalaciones deportivas, la bodega, la terminal de ómnibus, los ancianos y hasta el cubano de a pie que camina y camina, como un trastorna’o, buscando qué comer aunque la fatiga lo venza y lo lance redondito en el medio de la calle.
Y todo gracias a esa mierda del socialismo, de la “revolución cubana”, del “comandante en jefe”, del General de la pamela, del “gobierno cubano”, de los ministros hipócritas y oportunistas, del trovador sin unicornio y sin vergüenza, del chivatón “invicto”, del títere sin cabeza, de la maestra con faltas de ortografía, del huracán castrista, del comu…, comu…, comunismo, del picadillo de claria, del partido es inmortal, de la “continuidad” y hasta de nosotros mismos.
Porque éramos un país que brillaba como una tacita de oro, la envidia de muchos habitantes de este planeta, el destino buscado por millones de personas que querían disfrutar de lo lindo, lo bueno y lo máximo, la belleza convertida en pueblo y la felicidad con el nombre de Cuba.
Pero nos cayó el castro-comunismo como una plaga infernal, como una epidemia fulminante y ahí mismo se nos jodíó el caché. Nos fuimos enfermando de a poquito, primero del alma, de la “inteligencia” y del sentido común hasta que, poco a poco, nos contagiaron el cuerpo, los huesos y las entrañas y, sin que nos diéramos cuenta, le fuimos diciendo adiós al pan de Gloria, a la gaceñiga, al Ten Cent de Galiano, a la majestuosidad arquitectónica de nuestras ciudades, a todo por la “libre”, a la abundancia, a los buenos olores, a los excelentes servicios, al respeto y, lo más triste, lo que de verdad le traquetea los c…, a lo más preciado que tiene un ser cubano, su libertad.
Los castristas y sus vendepatrias podrán decir lo que quieran y acusarme de cuanto quieran, no importa, no hay peor ciego, ni quien le haga más daño a Cuba, que quien no quiere ver el desastre que nos ha provocado como país, como nación, como sociedad, como pueblo y como individuos, esa porquería del castro-comunismo.
Desgraciadamente somos un país que, literalmente, se derrumba, se desmorona, se transforma en ruinas vergonzosas, en una monumental falta de humanidad, en un basurero gigante donde los muertos los pone siempre ese pueblo que perdió la esperanza, que dejó de ser humilde, pobre y necesitado para convertirse en fantasma y en almas en pena de una “revolución” que lo único que les ha dado es infortunio, putrefacción y muerte.
A los incautos que aun hoy, teniendo el ejemplo de Cuba, defienden el socialismo y todas esas tonterías de la izquierda, les digo que se necesitan menos de sesenta años, muchísimos menos, para hundir a un país en la mugre, en la asquerosidad y en la locura.
Ricardo Santiago.



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