Cuba: Una maldita dictadura afincada, clavada sobre la vida y la muerte del pueblo cubano.



Cuando leo los comentarios que hacen los serviles defensores de la dictadura castro-comunista a mis publicaciones, en las redes sociales o en mi Blog Por Eso Me Fui De Cuba, aparte de mucha risa, asco, repugnancia, desprecio y rechazo, lo que también siento por tales sujetos es una profunda lástima pues es triste que, tras más de sesenta larguísimos años, de ver con sus propios ojos, que la “materia” no se crea y sí se destruye, continúan perpetuando en el tiempo los crímenes de una “revolución” que utilizó a los humildes para saciar sus apetitos de poder.
Y digo “lástima” porque los castristas piensan que la maldad es eterna, que traspasará las barreras del tiempo con la misma impunidad con que lo han hecho por más de seis décadas en nuestra sufrida Cuba y que pernoctará, por los siglos de los siglos, sin el certero juicio de los hombres, de la decencia, de la historia y de la vida misma.
No, “proletarios” de todos los países uníos, esa abominación engendrada por el desequilibrio, el egoísmo, la manipulación, la mentira, el oportunismo, el miedo y la mediocridad, llegará a su fin y todos los que la han gestado, aupado, sostenido o apoyado, tendrán que pagar por los crímenes cometidos, sean tanto de acción como de palabra.
La justicia a veces tarda pero siempre llega y cuando lo hace es implacable porque carga con ella el dolor y el sufrimiento de miles o millones de personas.
Los crímenes contra la vida de vivir, esa que es un derecho natural de todo ser cubano, no tienen perdón, justificación y mucho menos admiten complicidad, quienes lo hagan tienen que ser consientes de que participan de la ignominia con la misma responsabilidad que quienes la organizan y la ejecutan.
La dictadura castrista ha desarrollado una especial “maestría” para captar, cautivar, atraer, seducir y utilizar a cientos de gendarmes ideológicos para que la defiendan y apoyen. Se valen de todo para lograr que estos mequetrefes de ideas postizas los sigan con increíble desparpajo moral, repugnante complacencia oportunista y estúpida utilidad usable y desechable.
Pero al final las ratas se comen a los guayabitos y la revolución del picadillo, ahora de las tripas, devorará esa manada de “revolucionarios” sin revolución que utilizan para que les apoyen sus fechorías. Los tienen montados en el oprobioso carretón de la muerte que echaron a andar el 1 de Enero de 1959 y en el que cargan los cientos de miles de víctimas de las tantas atrocidades que han cometido.
Los seres cubanos que han muerto por culpa de esos asesinos se cuentan por cientos de miles. La masacre empezó en la década de los cincuentas del Siglo pasado cuando fidel castro se creyó un “café mezclado” y organizó uno de los movimientos terroristas más sanguinarios en la historia de este continente.
En la misma Sierra Maestra fusiló a hombres por cualquier motivo y permitió que la hiena de su hermano, el General de la pamela, un triste y ridículo hombrecillo con ínfulas de “macho-varón-masculino”, convirtiera la muerte en un divertimento macabro y en una forma de implantar terror.
Cuando usurparon los poderes en Cuba, mediante un sibilino golpe de estado, continuaron matando a cubanos para limpiar el camino al totalitarismo y para sembrar el miedo y la obediencia entre los que quedabamos vivos, por eso siempre digo que esa maldita revolución se gestó sobre la vida y la muerte de todos nosotros.
Muchos han sido los episodios de dolor y donde millones de madres, padres, hermanos, tíos, primos y amigos, han derramado muchísimas lágrimas ante sus muertos, desde los de paredón, paredón, paredón, los asesinados en el hundimiento del remolcador 13 de Marzo, los pilotos de Hermanos al Rescate y los tantísimos que, de una forma u otra, murieron directa o indirectamente por culpa de esa brutal dictadura.
La lista de muertos, encarcelados, silenciados, enfermados, contaminados y desterrados por el castrismo es enorme, en honor a ellos nuestra lucha contra esa criminal dictadura, sus lacayos y sus cómplices, tiene que ser sin descanso, sin piedad, sin perdón y sin relajo político.
Por último recomiendo a los castristas, y a su asquerosa servidumbre, que reaccionen y enfrenten la verdad de una buena vez. Cuando ese carretón de la muerte, en que aun continúan montados, se despetronque por las calles de nuestra destruida Cuba, es bueno que sepan que sus amos, los que hoy les dan palmaditas en la espalda, y los premian con jabitas llenas de mierda, los abandonarán mientras huyen, a “paraísos fiscales”, con todo cuanto nos han robado a los seres cubanos…
Ricardo Santiago.



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