Dejar Cuba, escapar del castrismo, es salvarnos del hambre, la miseria y el sufrimiento.



Yo siempre digo que la derrota más grande, estrepitosa, bochornosa y justa que le hemos infringido los seres cubanos al régimen castrista, a su dictadura y al socialismo, en cualquiera de sus variantes, somos los más de tres millones de exiliados que, con nuestro espaldarazo a vivir y soportar los abusos, la represión y la humillación que ese régimen implantó en nuestra Cuba querida, nos largamos de nuestra Patria y hoy vivimos, “permutamos”, hasta para los confines más “locos” de este mundo.
Los seres cubanos queremos emigrar, suplicamos largarnos de ese terrible infierno, porque estamos muy marcados, tremendamente jodidos, por el hambre, la sed, el sueño, la falta de libertades, el desamor y, si tenemos “suerte”, escapamos hacia cualquier parte, hacia donde se esté mejor, pues Cuba comunista es un atentado contra la vida, la razón y las esperanzas.
Pasa que de eso nadie habla porque la mayor parte de las personas no consideran el exilio voluntario, el destierro asumido y la “partida sin mirar atrás”, como un acto de rebeldía, de protesta, de lucha contra un régimen-tiránico-dictatorial anclado por más de sesenta larguísimos años en el poder y empeñado en arruinar, asfixiar, controlar, reprimir, asesinar y entristecer la vida física y espiritual de una nación y su pueblo.
Mucho dolor y extrema nostalgia pero necesarios porque los seres cubanos le hemos demostrado al mundo, con nuestra actitud, que todo ese discurso “humanista” de la revolución del picadillo de fidel castro es un puro cuento, una burda estafa y una asquerosa justificación para que un clan familiar controle el destino y la vida de un país ahogado en deudas, sumido en el desastre, en la improductividad y en la corrupción.
Es hora de que abramos los ojos, mejor dicho, que le abramos los ojos a este planeta azul sobre una realidad que los acólitos del castrismo intentan camuflar, tergiversar y disimular, y que está demostrado es otra de sus vulgares mentiras pues más de tres millones de “almas errantes”, “sin Patria pero sin amo”, no pueden estar equivocadas.
El castrismo pudrió a la nación cubana y la contaminó con su virulencia, con su mediocridad, su adulterio, su concubinato facilista y sus enredos estomacales, síntomas muy difíciles de sanar pero no imposibles de extirpar.
El odio del castrismo contra el exilio cubano siempre ha estado expresado en las actitudes de sus esbirros estatales, en sus políticas de “carta blanca” y “trámites migratorios”, en sus “funcionarios” de corre-ve-y-dile y, sobre todo, en el discurso que han mantenido contra nosotros, durante estas seis décadas, empezando por su amado líder que en sus arrebatos de cólera, impotencia y frustración, usaba, contra quienes decidimos marcharnos, los calificativos más despectivos, groseros y humillantes, demostrando ante el mundo que esa maldita revolución jamás podrá enfrentarse a nadie en el campo de la decencia, la razón y la virtud.
Al final fidel castro no fue más que un idiota estresado víctima de todas las fobias posibles y un miedo espantoso a perder el poder, el control, la “autoridad” y a que lo mataran.
Dice mi amiga la cínica que ese sujeto sentía un pánico-terror-miedo tremendo, que rayaba en lo absurdo, a que lo “ahorcaran”. Su desprecio contra el ser cubano quedó expuesto en la “gran obra” destructiva en que convirtió a nuestra Patria, en esa mierda de socialismo que nos precisó a vivir, en la vida repleta de vicisitudes que nos obligó a padecer, en la vergüenza de convertirnos en pordioseros sociales, materiales, espirituales y de lo otro, en hacernos sentir desplazados en nuestro propio país, en formar, a base de doctrinas y estupideces, a un anti-cubano total y en propiciar la estampida migratoria más grande que se ha visto en toda la historia de la humanidad.
Y está confirmado que, el tsunami migratorio generado por la dictadura castrista, es la mejor y mayor prueba de que todo cuanto se ha dicho de Cuba, después del 1 de Enero de 1959, es una gran mentira, que las gratuidades vendidas por el régimen “revolucionario” a los cubanos son una gran estafa, que la famosa “felicidad socialista” del pueblo son largas horas haciendo colas para adquirir exiguos alimentos y que la alegría de los cubanos, la antes manifiesta y reconocida mundialmente alegría de los cubanos, se tiró desesperada al mar para que las olas y el viento la llevara a donde otros la respetaran.
La grandeza del exilio cubano está en ser la mayor prueba de que la falsa revolución socialista de fidel castro es un fracaso, una dictadura asesina y un crimen de lesa humanidad.
Ricardo Santiago.



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