Dice mi amiga la cínica que nosotros, los cubanos, como pueblo, nos acostumbramos tanto, pero tanto, a comernos la “raspita”, a pasar el dedito por el fondo del jarrito y a pedir tanto el agua por señas, que hoy, como consecuencia de nuestra férrea obediencia tributaria al comunismo, somos un pueblo que tiene una cuarta parte de su población “rodando” por el mundo, más de cinco cuartas partes chivateando de lo lindo pa’ sostener a esa inmunda dictadura, y un tin, un puñadito, es decir, una ínfima parte de ese mismísimo pueblo, luchando, partiéndose las entrañas, sacrificando la vida, y hasta la de sus familias, por ver a Cuba libre de la peor tiranía que ha asolado a un país, a una nación y a un pueblo, en toda la historia de la humanidad y en la de, principalmente, los seres cubanos.
Así de simple…
Pero yo creo que la “cosa” es mucho más complicada, más compleja y que se enreda muchísimo más en la medida en que tratamos de desenmarañar las causas, las consecuencias y “los azahares”, del por qué hoy somos un pueblo que está como está, que padece lo que padece y que “nunca va a estar vivo por mucho viento que respire…”, mientras siga aceptando, mientras siga creyendo, que ese maldito socialismo de tempestades, con sus jerarcas sin querer soltar el tibor del poder, les hacen bien a Cuba y a los seres cubanos.
Hay que ser un científico con espejuelos fondo’ebotella, tener tres Máster y cientos de Doctorados, para entender, de a “verdura”, qué somos los cubanos, en qué nos convertimos, hasta dónde vamos a llegar, digo, aguantar, cuándo vamos a querer ser libres y qué nos paso, realmente, para ser lo que hoy somos después de que tantos compatriotas nuestros entregaran la vida, sus vidas, para que en esa Isla hermosa, en esa Patria “amadísima”, no se comiera la mierda que hoy se come con tanto placer, tanto oportunismo y tanto descaro.
Así de sencillo…
Porque, y pregunto, como pueblo, como masa “tupida” de hombres y mujeres de una misma nación: ¿Somos patriotas? ¿Amamos realmente a Cuba? ¿Nos hemos ganado el derecho a vivir en una Patria limpia, olorosa y hermosa?
No creo, la destructiva revolución del picadillo, ahora de los curieles, nos lo quitó todo, nos lo prohibió todo y nos lo mató todo, y cuando digo mató, es decir, de asesinar, de liquidar y de eliminar, me refiero a que nos exterminó hasta las ganas de vivir, de tener sueños, de tener esperanzas y de tener sentido por el qué luchar, para tener algo de prosperidad en esta cortísima vida que Dios nos dio porque nos hizo mortales, o inmortales, y nos hizo sus hijos, no fidel castro, y mucho menos el General de la pamela, “con tantas cintas y lazos, a la muñeca sin brazos…”.
Yo, muchas veces, hasta me he cuestionado si nosotros los cubanos, la inmensa mayoría, quiero decir, somos de este planeta, nos trajo una cigüeña del Polo Norte, somos un experimento de los konsomoles de las frías estepas de casa del carajo o somos un aborto de la naturaleza en uno de esos día de estreñimiento donde no bajan las “jerigonzas” ni con cocimiento de bejuco ubí.
Así de fuerte… y doloroso…
Más de sesenta y dos larguísimos años es demasiado tiempo para que un país, una nación y un pueblo, aceptemos nuestra autodestrucción, convivamos con el enemigo y sirvamos como conejillos de Indias, como esclavos, a un régimen, a una mafia de criminales ladrones y asesinos, que solo buscan enriquecerse y lucrar con el dolor, las necesidades y el suplicio de millones de hombres, mujeres y niños.
El ser humano, y el ser cubano, pueden ser, en esta vida, y en cualquiera, lo que quieran ser, es decir, quienes elijan ser libres, vivir en libertad, están en todo su derecho, esa es la lógica y la dialéctica de “la evolución de las especies”, y quienes prefieran “vivir” pisoteados por las botas de sus verdugos, arrinconados como animalitos maltratados sin consuelo, sobreviviendo al infortunio y a la servidumbre, también están en su derecho, mejor dicho, en su izquierdo, solo que no tienen por qué arrastrar a los demás a esa perra vida de infelicidad, de espanto y de locura.
Los seres cubanos estamos en tiempo de madurar, de caernos de la mata, aunque nos rompamos el c…, para no continuar atados a esa vieja “guardia” de criminales que llevan más de seis décadas gozando de lo lindo con todos nosotros y obligándonos a ser, a transformarnos y a convertirnos, en todo cuanto no somos y nunca fuimos.
Así de clarito, bien clarito…
Ricardo Santiago.