El castrismo nunca será la solución, es, eso sí, la gran tragedia de todos los cubanos.



Es cierto que no puedo esconder, disimular, barajar u ocultar mi desprecio, mi asco y mi repugnancia, total y absoluta, por el castro-comunismo, sus seguidores y sus “amantes amantísimos” que son, en definitiva, quienes conforman ese régimen oprobioso, ilegal, corrupto, manipulador, criminal, mentiroso, contagioso, esclavista, desleal, desfachatado y sarnoso porque, entre miles y miles de razones, nos han recontrajodido la vida a todos los seres cubanos y a muchísimos seres humanos de varias partes del mundo también.
Yo digo que el castrismo, en estos últimos tiempos, ha revuelto tanto su propia mierda que se ha embarrado, hasta más no poder, “desde la punta del pie, la rodilla, la pantorrilla y el peroné…”, y hoy hiede, como mofeta con la colita levantada, esparciendo su repugnante “aroma” de revolución moribunda por los exiguos platanales de su mefistofélica existencia.
Es por eso que están desesperados tratando de “limpiarse un poquito” el montón de estiércol que los sepulta y que no los deja respirar, intentando con “nuevas” medidas de apaga y vámonos, “aperturas” de puertas desvencijadas y chillonas, cultivo un tulipán negro para mi comandante “cenicero”, reguetón y cerveza de pipa a la bartola, “Internet” en cada esquina, una marchita pa’quí y una marchita pa’llá, cajitas de arroz con “perritos calientes” y excesivos mea culpas, digo, meapostes, disimulando el hastío popular, deseando perpetuarse en la mentalidad y el “entusiasmo” de los cubanos, para llegar al cielo, empatando una escalera grande y otra chiquita, y “revolucionar”, con el chiste y la jarana, a los ángeles del firmamento sideral.
También digo que en su intención por transformarse de junta militar totalitaria a junta totalitaria de “gerentes” militares, cometió muchísimos errores por el exceso de confianza, acumulada durante más de sesenta y tres larguísimos años, y generada por la más brutal represión sobre los seres cubanos, pero que le han demostrado que ni son tan amados, ni son tan seguidos, ni son tan defendidos, ni tan aclamados, como ellos aseguran, por un pueblo que dejó de creer en la raspadura miliciana, en el guarapo rebelde y en los “carteles” que promulgan la eternidad pues el presente, este de ahora, este que no hay Dios que lo soporte, nos está matando de hambre, de desilusión, de tristezas, de calor y de pasado, un pasado que cada vez es más presente y que nos confirma que el tan cacareado futuro prometido, desde el 1 de Enero de 1959, na, na, ni, na, jabón Candado…
El retorno de la democracia en Venezuela es solo cuestión de un pequeñísimo tiempo. Con la vuelta de la decencia, la seriedad y la inteligencia, a la administración de ese hermano país, el castrismo perderá el desvergonzado apoyo energético y monetario que, por más de 20 años, logró agenciarse, por sus vínculos con el pajarito y el burro chavistas, y que le permitió sobrevivir en medio del desastre económico que su ineficiente, incompetente y mediocre líder supremo, impuso como modelo de vida, a un país y a su pueblo, durante más de, repito, sesenta y tres larguísimos años.
La dictadura castrista sabe que se jodíó, que le llegó la hora de saldar cuentas, de responder por tantos y tantos crímenes cometidos, de pagar el chocolate que se han tomado gratis como amos, dueños, señores y potentados, en una nación a la que han convertido en esclava de carne, de leche, de ideas, de vida y de muerte.
Tan es así que están quemando desesperados sus últimos cartuchos. Asusta ver cómo se deschavan, desenmascaran y desprestigian públicamente, al duro, sin guante y sin careta, sus principales agentes de opinión para, en ridículos y vergonzosos pataleos de última generación, ansiar esconder la peste y el mal olor que exhalan con podridos comentarios triunfalistas de periodistas del papel paráculo granma, de “motivadores” de televisoras castristas, de ratoncitos de alianzas subversivas, de babosos tracatanes del “exilio” triste y doloroso, de desagradables directivos de “directas” en Facebook live y de marionetas hilvanadas con hilos podridos a una revolución cada vez más cercana a un picadillo de dudosa reputa-ción y a un pollo al que pretenden enmascararle su origen “imperialista”.
El castro-comunismo no es solución, es la gran tragedia de todos los cubanos pues sin ese estrambótico régimen de genuflexión, de agonía y de catarrientos suspiros, Cuba y los seres cubanos estaríamos viviendo el lugar que nos corresponde como nación y como pueblo.
De nuestra visión, suspicacia, inteligencia y comprensión, nos guste o no, dependen la vida, la felicidad y la vida de nuestros hijos y nietos, no podemos, no tenemos que obligar al futuro de Cuba a vivir el pasado que nosotros tuvimos por ceguera y por cobardía, así de simple…
Ricardo Santiago.



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