El castro-comunismo es tristeza, es agonía y es pobreza extrema del cuerpo y del alma.



Los cubanos hoy somos un pueblo triste, muy sufrido, extremadamente apesadumbrado y obligado a cargar sobre nuestros hombros la angustia de no saber si en realidad la vida, la mierda de vida que tenemos por culpa de esa maldita dictadura, nos alcanzará para llegar al día siguiente.
Cuando yo era muchacho una de las cosas que más me gustaba en la vida era oír las historias del “tiempo de antes” de los “viejos” de mi barrio. Éramos un piquete de chamacones que nos reuníamos en la esquina a conversar y nos deleitábamos con las deliciosas historias del Cuchi, de Miky, de Barroso, de Paco, del Pintor y de Clemente.
Con ellos aprendimos de la Cuba que no conocimos porque nacimos como “hombres nuevos-nuevecitos de fidel” y, obviamente, teníamos que tener nuestras almas “limpias” del más mínimo rezago del capitalismo y de la “influencia” de los chicles y de Superman, tal como nos exigía en la escuela la maestra Asela.
Muchos años después comprendimos que el tal “odio al enemigo” que nos sembraron en la conciencia no fue más que el brutal adoctrinamiento a que son sometidos los niños en Cuba.
Pero, gracias a Dios, con el “tercio táctico de la esquina”, conocimos historias “de la época de Batista” que nos eran totalmente desconocidas, ajenas e increíbles porque eran como si se las hubieran tragado la tierra o estuvieran tocadas por “la mano del Diablo”. Con ellos supimos de artistas extranjeros que nos visitaron con sus talentos y excentricidades, de que el peso cubano valía lo mismo que el dólar americano y que muchas veces en el sobre del pago semanal venían “todos mezclados”, que las noches se iluminaban con tantas luces y carteles que hasta se confundían con el sol, de que los cubanos no querían ser comunistas porque esos facinerosos eran unos oportunistas y unos muertos de hambre, del “delicioso” costo de la vida, de las “completas” en la fonda del chino, del barrio Colón y el de Pajarito, de poder ir a la bodega y pedir diez centavos de cualquier cosa para comer y llenarte la barriga, de la vida nocturna habanera comparable a las mejores del mundo, de los programas de televisión de CMQ, de que nadie pensaba en emigrar porque teníamos de todo dependiendo del poder adquisitivo de cada cual, que en Cuba se imprimía el New York Times y se fabricaba la Coca Cola, de que teníamos algunos problemas pero nada comparable a la excelente bonanza nacional y: “Ahora no, después que llegó quien tú sabes y se adueñó del poder, aquí todo está hecho una porquería…”.
Especialmente Barroso me decía que lo que más extrañaba “del tiempo de antes” era la alegría general de los seres cubanos, la manera de vivir puertas afueras, el don único que teníamos para compartir el buchito de café mañanero y: “Si quieres entender bien lo que yo te digo mira la risa de Bola de Nieve que no hay nada en esta vida que lo ilustre mejor…”.
Yo escuchaba extasiado todas aquellas anécdotas y me parecían algo tan lejano y exagerado que muchas veces dudaba hasta que fueran ciertas. A mí la verdad se me enredaban las ideas porque “la época del capitalismo”, esa que la maestra de historia decía que no podía regresar a la Patria de Martí, de Maceo, de fidel, de camilo y el che, me parecía mucho mejor a la vida que estábamos viviendo en este socialismo de patria o muerte, venceremos.
Con los años aprendí que el socialismo y la revolución del picadillo de fidel castro no eran más que sacrificios tras sacrificios, miserias tras miserias, el salario que no alcanza para nada, ¡corre ve a marcar que llegaron los huevos!, penurias y calamidades a repartir por montones en un país donde si no eres “hijo de papá”, o un servil arrastra’o, no comes “carne” ni una vez al mes.
Después la concreta, la de verdad, el comunismo a pulso, las becas, las escuelas al campo, el Servicio Militar Obligatorio y comprobar que durante todos esos enormes y larguísimos años la miseria siempre era la misma o se multiplicaba.
La alegría natural del cubano se fue perdiendo entre marchas milicianas, guardias combativas, zafras voluntarias, no he pegado un ojo en toda la noche, reafirmaciones revolucionarias, procesos de rectificación de errores, el mes que viene consolidamos el socialismo y el muy, pero muy concepto comunista de quítate tú pa’ ponerme yo.
Dice mi amiga la cínica que los cubanos cambiamos, el 1 de Enero de 1959, una vaca muy productiva por un “chivo” estéril y cagalitroso con tremenda peste a mea’o…
Ricardo Santiago.



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