En Cuba castrista, por desgracia para millones de seres cubanos, hay, entre muchos, dos flagelos bien diferenciados pero que van muy bien convoyados, uno es el hambre, que es crónica, cíclica y una política de Estado y la otra es la miseria, que se ha vuelto endémica, irracional, cochina y que se manifiesta tanto en la vida espiritual como física de la mayoría de los integrantes del pueblo cubano.
Para nadie es sorpresa que el desabastecimiento, el racionamiento, los altos precios de los productos, la inflación de todos los tipos, la carestía de la vida, la inseguridad alimentaria, la desnutrición popular y la desaparición de las tres comidas al día en la mesa de todos los cubanos, es obra y gracia, única y exclusivamente, de los disparates económicos iniciados por fidel castro, de una planificación centralizada obsoleta e ineficiente, de un profundo desinterés de las “fuerzas productivas” por los ridículos salarios, la falta de estímulos, de condiciones laborales satisfactorias, por una exagerada represión moral a los trabajadores, así como de la estúpida y arcaica “propiedad social sobre los medios de producción” que, en un alto condicionamiento, es quien frena el desarrollo, impide el progreso y a la larga prohíbe el bienestar en un país y de su pueblo.
Pero cuanto digo no es noticia nueva ni el “desayuno” para economistas, para “dirigentes”, para peluqueras y barberos, ni para la Gallega, ni para nadie, en esa Cuba indigente, perdida, atrasada y oscura.
Aun así los “empleados” del castro-comunismo, en cualquiera de las instancias de ese régimen despótico, tiránico y criminal, se empeñan en defender y esgrimir la mefistofélica tesis de que en Cuba no hay hambre, no hay miseria, no existe la tristeza popular y que la situación que vive el país no es otra cosa que “espacios de creación colectiva”.
He dicho, muchísimas veces, que hay que ser muy estúpido, extremadamente oportunista, groseramente sumiso o demasiado comemierda para creer tan monumental burla a la razón, a la psiquis humana o a la de cualquier otro ser vivo, para tragarse tamaña farsa orquestada, desde hace más de sesenta y tres larguísimos años, por unos incompetentes que han intentado, yo diría que desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, tapar el sol con una uñita cuando solo basta con mirar, un poquito, de refilón, hacia el interior de Cuba y veremos, así de doloroso, con los ojos del cuerpo y del alma, a un país cayéndose a pedazos, en ruinas, miserable, hundido en la desesperación, ahogado en el llanto, en la infelicidad y en las aguas albañales.
Lo jodido de todo esto es que la complicidad de unos pocos, o de muchos, con el régimen castrista, multiplica la indigencia en la que tienen que vivir la mayoría de los seres cubanos.
Increíblemente, a cambio de unas prebendas que ni siquiera valen la pena, muchos cubanos-castristas, dentro de Cuba y fuera de ella, por una mutada vocación de idiotas, de corruptos o de sinvergüenzas funcionales, esgrimen sin ningún pudor esas teorías de “las mentiras de la contrarrevolución” y “el bloqueo imperialista” para justificar, según ellos, que no, que los cubanos no pasan hambre, que la revolución de los apagones es hoy más victoriosa que nunca y que la desesperada emigración de los seres cubanos, incluyendo a muchos degenerados castristas, a los hijos de altos funcionarios de la dictadura, a esbirros y criminales con las manos manchadas de sangre, es una tontería, un jueguito de muchachos y otra falacia de la “gusanera de Miami” para desmoralizar y desprestigiar a la revolución, al partido y al General de la pamela.
No, mis desagradables castristas, el hambre y la miseria en Cuba son reales, se pueden tocar, se pueden sentir y, sobre todo, se ven, se sienten, fidel está presente…, en un pueblo que se consume a pasos agigantados, que no tiene esperanza de vida, un techo seguro, una vida plena, protección estatal y que, a todo eso, tiene que sumarle una brutal represión física y espiritual, una corrupción que los carcome desde la punta del pie al cielo, una sed que les reseca hasta las ganas de reírse y la vergüenza y el dolor constante por ver a sus hijos perderse en las selvas, en los mares y en las muchas agonías de esa mala vida.
Insisto, en Cuba hay un hambre y una miseria de tres pares de c… y ni todo el odio, ni la maledicencia, ni la maldad y ni la anti-cubanía de los castro-comunistas las podrán tapar porque están ahí, a la vista de todo el mundo, una triste realidad…
Ricardo Santiago.