El “pollo de la cuota”, la verdadera identidad nacional de los cubanos de infantería.



En la vida real, esa que se vive con “glóbulos rojos” a niveles responsables, porque sin una buena “hemoglobina” la vida es una reverendísima porquería, es muy difícil entender, para un mortal que no esté empapado del maldito racionamiento al que nos ha obligado ese criminal socialismo, qué carajo significa el pollo de la cuota, el arroz de la cuota, el aceite de la cuota y la vida de vivir por cuotas, a pedacitos, a súplicas, a remordimientos y con sustos, con muchísimos sustos.
Porque, al final de estos más de sesenta larguísimos años de revolución del picadillo, los seres cubanos no hemos hecho otra cosa que comer “por la libreta”, que alimentarnos, mejor dicho, subalimentarnos con la mala intención de una maldita dictadura que convirtió “el pan nuestro de cada día” en un instrumento de control, represivo, coercitivo y enajenante, para un pueblo que, de la noche a la mañana, y por la retorcida mentalidad de un apóstata, un sátrapa y un latifundista de corazones, se vio obligado a comer a pedacitos, a venerar la llegada de los alimentos racionados, a agradecer las “bondades” de un “papá Estado” chantajista, represor y a aceptar, a punta de bayonetas ideológicas, el hambre nacional como muestra de apoyo a la “patria”, a la revolución, al socialismo y al hijo de puta de fidel castro.
So pretexto de no ser catalogados, señalados o acusados de contrarrevolucionarios, un estigma que en un país dominado por una “dictadura del proletariado” es mucho, muchísimo peor que la muerte o que una tortura china, la de la gotica cayéndote constantemente en los “huevos”, los seres cubanos, consientes o inconscientemente, fuimos bajando nuestras cabecitas, nos fuimos apretando la lengua con un nudito y, sin mucha rebeldía, nos consagramos por entero a un racionamiento alimentario de carácter político carente de toda humanidad, de cordura y de cualquier tipo de lógica humana.
Entonces el hambre, la miseria, la agonía de la vida y los más repugnantes desechos de una falsa ideología, nos fueron llegando una vez al mes, “equitativamente” repartidos por la cabeza de cada cubano, suministrado según arribaran los barcos de sabe Dios dónde y apuntados, por el revolucionario administrador de los alimentos del pueblo, es decir, por el bodeguero de la esquina, un una infame libretica de “abastecimiento” y control de la “jama”.
Pero lo terrible, lo que se aprende enseguida según el poeta cantor del castro-comunismo, es que la famosa equidad, el abusado respeto al derecho ajeno y la babosa propaganda de que todos en Cuba socialista, tierra de fidel, somos iguales, comemos lo mismo y soñamos lo mismo, son la mentira más grande, más astuta, más ignominiosa y más alta que un pino y pesan menos que un comino, de ese perverso régimen pues, por ejemplo, mariela castro, la vil doncella de la revolución y de los revolucionarios, nunca ha hecho colas kilométricas pa’ comprar huevos, nunca se ha metido en la boca un mascón de picadillo “texturizado” ni nunca ha tenido que dejar de comerse el mísero pan de la cuota para guardárselo a sus hijos para la “merienda” de la escuela.
Y así, entre cola y cola, revolución, entre empujones, gritos, violencia inter-vecinal para alcanzar y comprar los alimentos antes que se acaben, a los cubanos se nos ha ido la vida, esta perra vida de mierda, la de estos últimos sesenta años de miserable existencia, en una constante defecación de la realidad, en una perenne paja metafísica pioneros por el comunismo… y en la vomitiva obscenidad de en cada cuadra un comité pues somos tratados, y mal alimentados, como conejillos experimentales de mentes diabólicas, en conjunto con las fuerzas ocultas de los enemigos de la humanidad, que nos han condenado a vivir de rodillas y encadenados al martirio de no saber, de nunca saber, qué coño de su madre vamos a comer hoy.
Triste realidad que aceptamos sin protestar, culpando a otros de la indigente forma de vivir que sobrellevamos, enfocados en matarnos entre nosotros por un buen turno en la cola o dejando hasta el último suspiro en la pendencia obligatoria por saber cuándo llegará, Dios mío, “el camión de la carne”.
Eso no es vida cubanos, el hambre que tenemos, y que tienen nuestros hijos, no es culpa de ningún “bloqueo”, de ninguna crisis mundial ni de ninguna pandemia virulenta, el hambre crónica que hay en Cuba, desde hace más de sesenta añoranzas, es consecuencia de la criminal política de control y represión que ejercen esos degenerados dictadores del socialismo sobre todos nosotros.
¡Abramos de una buena vez los ojos y…, la boca, cubanos de infantería…!
Ricardo Santiago.



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