En Cuba muchos niños no tienen zapatos, tienen hambre y no son felices.



Sí, que sí, que sí, que sí, y es algo que tiene que declarase como una emergencia nacional, como una vergüenza nacional y como luto nacional, por los siglos de los siglos, porque la verdad, la única verdad en todo este asunto, es que nosotros los cubanos somos los máximos responsables de tamaña calamidad, de tan monumental desastre y de este colosal infanticidio patrio, cuando decidimos apoyar, como pueblo ebrio hasta el cogote de guachipupa “enaltecedora”, a la peor revolución de los humildes y al peor líder de potrero que han existido en este bendito planeta azul…, o verde olivo…, o rojo, rojito…, ya no se sabe ni de qué color es.
El caso es que nuestra idiotez militante, nuestra cobardía política y nuestra intransigente berracada populista, nos pusieron a parir miserias, a generar indigencias físicas y mentales y a cavar nuestros propios agujeros excrementales porque nos dejamos convencer, nos dejamos arrastrar y nos dejamos envolver, con la pérfida mentira de que con el socialismo de tempestades íbamos a terminar con las desigualdades sociales, construiríamos la sociedad más justa de este universo aterrador, sembraríamos las semillas de la abundancia, el muerto al hoyo y el vivo al pollo, nos ubicaríamos entre los países más desarrollados de la galaxia y nuestros niños, nuestros hijos, nuestros nietos, es decir, nuestra esperanza del mundo, nacerían para ser felices y no para andar sin zapatos, para no tener juguetes, para pasar hambre, para carecer de los medicamentos imprescindibles, para que se los comieran los mosquitos y para ser adoctrinados brutalmente por una ideología malsana, egoísta, criminal, destructora y estúpida.
Y lo peor es la indolencia generalizada, la mala memoria de muchos, la insolvencia de ideales que hemos adquirido por tragarnos tantos embustes, por ser unos comemierdas sacramentales, por creer que la pobreza del cuerpo y del alma son méritos imprescindibles para alcanzar el peldaño más alto de la especie humana, y cubana, y por condenar, con nuestra mediocridad y nuestra mariconería espiritual, a nuestros hijos a vivir en un país que se cae a pedazos, que hiede por las cuatro esquinas hablan de los dos…, que se hunde irremediablemente en la mierda de sus fatuos ideales fidelistas y que está condenado a pudrirse en el basurero de la historia.
Dice mi amiga la cínica que el daño causado por ese régimen a nuestra nación es extremadamente doloroso, que resulta imposible cuantificar cuánto, en materia emocional, sicológica, espiritual e incluso de nuestra idiosincrasia cultural, nos ha causado esa criminal tiranía castro-comunista pues, si lo pensamos bien, si nos detenemos un segundito a recapacitar, muchos tomamos la decisión de largarnos de aquel infierno para salvar a nuestros hijos y para que tomaran leche hasta que les diera la gana.
La mayoría de los defensores de la revolución del picadillo, ahora de los curieles, intentará “refutar” mi sentencia con la manoseada y cacareada mentira de que la indigencia en la que viven muchos, muchísimos niños cubanos, es por culpa del embargo económico norteamericano al castrismo, intentarán decir que la falta de juguetes es por las restricciones a préstamos bancarios contra la “revolución cubana” y tratarán de justificar la debacle en que hemos caído con la falsa argucia de que sin “bloqueo imperialista” los cubanos habríamos logrado todo cuanto nos prometió el comandante en jefe, el vasito de leche del general de la pamela y hasta la matica de limones en el patio de mi casa, es particular, que dice el títere canel que es la base de todo.
Yo, a veces, pienso que esta tragedia que hoy vivimos los seres cubanos, y que tiene más de sesenta y dos larguísimos años, es una pesadilla recurrente que se ha afincado en nuestro subconsciente y que no nos deja despertar, que nos tiene bien sujetos por el pescuezo y no nos permite despegarnos de la almohada pues resulta totalmente incoherente, prácticamente imposible, que un país, una nación, una sociedad y un pueblo, puedan involucionar, retrotraerse, hundirse o ahogarse, por puro gusto, en su propia porquería, por tantísimo tiempo.
Tenemos, los seres cubanos, que ser conscientes de que en Cuba, hoy mismo, pero desde hace mucho rato, muchos de nuestros hijos carecen de lo esencial para vivir, que lo básico, es decir, lo justico para respirar, para abrir los ojitos y para llenarse la boquita, se les ha hecho invisible a la vista, se les ha esfumado entre nuestros rodillazos a la tierra, nuestros zapatazos en los desfiles revolucionarios, entre nuestros trabajos voluntarios, entre nuestra irracional defensa al socialismo y entre nuestra sumisión iconoclasta a una banda de delincuentes que viven como Carmelina mientras nuestros hijos, mientras muchos niñitos cubanos, se mueren de hambre, sí, así de triste.
Ricardo Santiago.



2 comentarios en «En Cuba muchos niños no tienen zapatos, tienen hambre y no son felices.»

  1. Lo que existe en Cuba es : una dictadura militar, una maldicion mitomana diabolica Castrista desde hace 62 ans.
    En Cuba no existe un estado de derecho.
    En Cuba no existe una verdadera DEMOCRACIA!
    En Cuba no se respetan los derechos fundamentales del ciudadano cubano.
    Patria, libertad, Democrazia, y Vida!.. es lo que nesecita el Pueblo de Cuba

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