La desgracia de Cuba es que unos cubanos quieren ser libres y otros ser esclavos.



La dictadura castrista es la única causante de la extrema violencia que existe en Cuba por imponerles a los seres cubanos una maldita tiranía que tiene más de sesenta larguísimos años.
Decía mi madre que un día feliz pasa volando, pero un día amargo, triste, oscuro y de castigo, dura toda la vida si no logramos sacudírnoslo de encima.
fidel castro, con el cuento de su revolución de humildes, convirtió a los cubanos en un pueblo violento, agresivo, repelente y gritón.
A ese sujeto le gustaba aparentar que era un tipo impetuoso, guaposo, hombre a to’ y temerario pa’ hacerse el bárbaro ante las cámaras de televisión y ante una que otra damita “desprevenida” a la que impresionaba con su “guapería” y a la que terminaba haciéndole un hijo.
Dicen que el muy hijo de puta disfrutaba ver “temblar” a los hombres cuando los miraba, cuando se dirigía a ellos o cuando decía: “tráiganme a fulano…”, porque sabía el “chorreteo” que formaba el infeliz por los pasillos del comité central.
Basta con mirar las poses, la arrogancia y la actitud de ese profesional del bullying para entender cómo pudo establecer un régimen totalitario, abusador, fanático y desarraigado, en una nación donde las más notables características de sus ciudadanos eran la afabilidad, la cordialidad, la decencia y el respeto.
El cubano siempre fue un tipo tranquilo, compartidor, amable y buen amigo hasta que la revolución del picadillo, ahora de las tripas, lo vistió de miliciano y lo obligó a que le apestaran los sobacos.
Yo soy del criterio que ese monstruo de la ponzoña y del espanto, en el fondo, no fue más que un infeliz acomplejado y un cobarde que necesitaba hacer daño para contrarrestar las carencias de su alma, en otras palabras, un desalmado sin escrúpulos que abusaba del poder y se escabullía entre sus bien entrenados guardaespaldas para soltar sus bravuconerías y sus insultos.
A fidel castro nadie lo respetaba ni lo admiraba como la propaganda del régimen quiere hacernos creer, ni siquiera su propio hermano, el General de la pamela. La gente le tenía un miedo espantoso porque sabían que el tipo era dado a “desaparecer” a quienes se le enfrentaban o lo contradecían, por eso lo achicharraron sin compasión y, aquella noche, con la peste a mierda quema’ aun fresca en el ambiente, estoy seguro que más de uno respiró con tranquilidad pues las cenizas, el polvito, si acaso, lo único que dan es un poquito de coriza…
Yo siempre digo que si un tipo así, con un alma tan sádica, tan torcida, tan mezquina, tan déspota y tan “descontrolada”, trazó el destino de la nación cubana por más de cincuenta años, entonces: ¿Cómo no entender que las últimas generaciones de cubanos reaccionen violentamente ante cualquier hecho de la vida cotidiana?
La dictadura castrista, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, lo único que nos enseñó, como pueblo, fueron imágenes violentas, agresiones, gritos, intolerancia, posiciones de fuerza, abusones estatales, represores con carnet y todas las formas posibles de matar con el repugnante lema de la “salvación eterna” de la patria, la revolución y el socialismo.
El castrismo nos inventó un enemigo mortal al que podíamos ofender, despotricar, lastimar y agredir legalmente pues, según sus comisarios políticos, los disidentes, los opositores, los inconformes con la revolución, no merecen la compasión de los revolucionarios, de los comunistas, ni de los que se “sientan” realmente “cubanos”.
La mentalidad castrista se sustentó sobre la base de convertir en enemigos a todos aquellos que no acataran las doctrinas fidelistas. Hombres y mujeres fueron estigmatizados con los más aberrantes calificativos, a quienes teníamos que enfrentar como sea y pa’ lo que sea fidel, pa’ lo que sea…, pues los hombres nuevos-nuevecitos debíamos mostrar una actitud beligerante, disposición a “combatir” y unas ganas desesperadas por fajarnos con los gusanos, los asalariados de la CIA y con la mafia de Miami, sobre todo con esta última.
La violencia castrista contra el pueblo cubano tiene muchas maneras de manifestarse, y digo contra el pueblo porque en Cuba nadie escapa a ser maltratado por esos degenerados. El adoctrinamiento ideológico, el racionamiento, la escasez de alimentos, la supresión de los servicios elementales, la falta de libertades cívicas, entre muchos, muchísimos flagelos, son también formas de asesinar la vida de los ciudadanos en un país.
Pero, lo más terrible de todo, es que esa violencia, legalizada por la dictadura desde los poderes del estado, terminó contaminando las relaciones interpersonales de los cubanos y, lastimosamente, hoy vemos cómo nos queremos matar entre nosotros porque, sencillamente compatriotas, unos queremos librarnos de esa odiosa dictadura y otros quieren seguir siendo sus incondicionales esclavos…
Ricardo Santiago.



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