El castro-comunismo es la única “ideología”, que se ha “inventado”, que avanza en retroceso, es decir, pa’tra, pa’tra y más pa’tra. Es un conjunto de malas ideas que no tienen “desenvolvimiento” propio y dependen de lo que logren arañarle, chuparle, robarle y extorsionarle a los incautos, a los mansitos, a los entretenidos y a los comemierdas: ¡Así de simple!
Es una doctrina incapaz de producir valores materiales y espirituales aunque sea para mantenerse y alimentar su morbosidad y su egoísmo. Son, definitivamente, una vulgar plaga de parásitos depredadores.
El castrismo es el resultado del egoísmo, de la mentira, de la ambición, de la vagancia y del bla, bla, bla. Son una secta de mal pensados que basan sus actos en la agresividad, en la intimidación, en el chantaje y enfilan su ferocidad contra todo aquel que se les enfrente, los aborrezca o los ignore.
La dictadura castrista es la antítesis del desarrollo y la lógica humana. Son tan retrógrados, tan involutivos y tan reaccionarios, que propagan que su “desgracia” es provocada por terceros, que “otros” son los culpables de la miseria, del hambre y la destrucción a la que arrastran a los pueblos cuando ellos son los únicos responsables de la agonía que generan. Un colosal absurdo.
El régimen castro-comunista seduce a los imbéciles de la sociedad, los utiliza, los exprime y los echa a su suerte cuando no les sirven, no les importan los seres cubanos porque para esa maledicencia dictatorial el hombre es absolutamente descartable, un numerito “político” que es restado y dividido pero jamás sumado o multiplicado de la ecuación de la vida.
La tiranía castrista actúa como una hiena, muerde y no suelta, se aferra y cierra los ojos para no sentir lástima por nada ni por nadie, se ríe burlonamente de los desgraciados, de sus víctimas y de cuanto idiota cae en sus redes por enajenación, adulterio o descaro.
Los castristas destrozan todo cuanto tocan y lo convierten en escombros, humedad y peste. Lo más terrible de la destrucción socialista es su permanencia y su estatismo, una vez que usurpan el poder se aferran por los siglos de los siglos, se “inmortalizan” a la vista de todos como superhéroes “luchando” por el bienestar del pueblo, “salvando la patria”, hincando las uñas, cerrando los dientes, tragando riquezas y “cagando”, literalmente, a proletarios de todos los países uníos.
El socialismo, cuando infecta las raíces de un país, se yergue como un tronco podrido, tal parece que por su incompetencia va a derrumbarse pero siempre, de una forma u otra, emerge más libidinoso, corrupto y más eterno.
El castro-castrismo mata, envenena, paraliza y revuelca los sentidos. Es una deformidad del alma muy virulenta que ataca principalmente la lengua y obliga a los hombres a repetir sandeces y tonterías sin que les importe hacer el ridículo frente a los demás.
Babosean hasta por gusto consignas patrioteras y mucha bazofia grandilocuente sobre su líder amado, reverenciado y achicharrado. Lanzan gratuitamente sus cantos de guerra amenazantes, sus gritos desesperados de idolatría, de impunidad mediática, de muerte por la muerte, de patria o muerte, de socialismo o muerte, de repugnante muerte, de esta maldita muerte, de muérete muerte y se jodíó la muerte.
El castro-comunismo es la tesis del embudo social, del caos, del chupa-chupa, una manipulación de los poderes estatales para que unos pocos controlen las riquezas de un país y universalizar así la miseria para el resto, para la inmensa mayoría, porque la máxima de todo comunista es que el pueblo viva en austeridad, sacrificio, obediencia y mendicidad.
El castrismo corrompe la mente y el alma de los hombres, degenera el espíritu, los principios morales, la vergüenza y la dignidad de las personas porque los obliga a la subsistencia diaria, a la limosna física, espiritual y a la vida grosera, por eso los seres cubanos, bajo ese criminal sistema, vivimos para morir y no para vivir.
El partido comunista es una maquinaria hipócrita ideada para justificar el robo del patrimonio nacional, la riqueza física y espiritual de una nación, es un cáncer devastador que se ramifica hacia las “partes blandas” de una sociedad segregando conformismo, improductividad, apatía y cinismo, es el máximo responsable, como “mafia” autorizada, de todas las desgracias, las tragedias, los sufrimientos y las indigencias que pueden sufrir un país y su pueblo.
En síntesis: El castrismo es una cochinada muy peligrosa, una abominación, una exaltación de lo peor de las malas energías de los “seres vivos”, una vergüenza que tiene que ser descartada, erradicada y defecada de un tirón para que no nos empache, nos indigeste o nos revuelque de dolor.
Ricardo Santiago.