La revolución de los micrófonos, la gritería, la chusmería y “chupatelde’o”.



Para nadie es un secreto que a fidel castro lo trastornaban los micrófonos y los altoparlantes, lo “desmerengaban”, lo volvían loco, el tipo veía un “amplificador” y se despatarraba a soltar su verborrea hilarante, agresiva e irrespetuosa como si la vida se le fuera a acabar o le “tiraran”, a traición, uno de esos apagones de siete u ocho horas de los que no creen ni en “chismosa”, ni en quinqué” y ni en la madre que los parió.
Lo cierto es que cada vez que a la Muela de Birán se le ocurría se nos colaba en la casa a los cubanos por la televisión, por la radio, por los periódicos y hasta por la “sopa”, era un verdadero martirio porque el tipo pegaba a hablar, a decir sandeces, la gente a aplaudir y mi vecino Eusebio a mentarle la madre que yo siempre viví con el susto de que aquello podía terminar en un mitin de repudio y, entre la confusión y las consignas, algún castrista me rompiera la puerta de mi casa con una pedrada.
Pero bien, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959 fidel castro nos mostró que el arma verdadera de su revolución amplificada eran los micrófonos, la gritería, las ofensas, los descalificativos y los aplausos, los miles de millones de aplausos que tuvimos que soltarle los cubanos para satisfacer su ego, para demostrarle al mundo que estábamos con la causa del socialismo y que marchábamos juntos por un sendero, qué digo sendero, por una guardarraya repletica de baches victoriosos.
Aunque el cubano realmente pensaba en otra cosa, con la fuga del General Batista la inmensa mayoría creyó que estábamos frente a un paso importante para restaurar en el país la democracia participativa, reivindicar la Constitución de 1940 y a eso fue, porque me consta por los viejos de mi barrio, que realmente apostó el pueblo cubano.
Con las primeras concentraciones multitudinarias, las proclamas que iban y venían, la maquinaria propagandística del castrismo que afilaba sus zarpas de matar y el mismísimo comandante de la retórica incontrolable que no había quien lo “detuviera” y le diera un buen tapabocas, la suerte de los cubanos quedó echada para siempre.
Los ideólogos del fidelismo, para sus fines de “enardecer conciencias”, construyeron un fantasma “marine” que quería invadirnos a todas horas y empapelaron el país con todo tipo de carteles y le hicieron creer al pueblo que este enemigo superior, déspota, abusador, rubio y norteño acechaba a Cuba con la intención de tragársela entera.
Y sí se tragaron al caimán, se almorzaron al cocodrilo, el “verde lagarto verde” fue engullido con lágrimas y todo. Cubita la bella se convirtió en el desayuno, el almuerzo, la cena y la merienda nocturna de un insaciable mastodonte que, a decir verdad, no era rubio, ni marine, ni norteño. De un sólo bocado nos desaparecieron en la densa y apestosa niebla estomacal del comunismo y nos defecaron vestidos de milicianos, cantando La Internacional, construyendo trincheras kilométricas y marchando de uno en uno, de dos en dos y de miles en miles al compás del fétido olor de unos chícharos echados a perder y una lata de carne rusa abierta con un cuchillo sin filo.
El comunismo necesita ser amplificado artificialmente y eso fidel castro siempre lo supo. Un sistema político como ese, que degenera la economía de un país, que lo vuelve improductivo hasta el punto del arroz con gorgojos, que transforma a las personas en zombis del cacareo y la doble moral, tiene que ser engrandecido aunque sea con disparates y bla, bla, bla.
¡Qué levante la mano el que se disparó un discurso de fidel castro completico sin cagarse en esa maldita revolución!
Mucha mentira y mucha paja mental en cada una de las “ideas” de ese siniestro personaje. Nada de cuanto prometió a los cubanos fue capaz de cumplirlo, sólo multiplicó las desgracias y universalizó el desaliento, la chusmería, la desconfianza, el odio, la traición, la envidia, la intriga, la resequedad y la oscuridad.
Por eso a mí, y me voy a permitir confesarlo públicamente, me traumatizan tanto los micrófonos, me pongo muy nervioso cada vez que veo uno. Dice mi amiga la cínica que eso me pasa porque tengo miedo escénico, pero no, yo digo que no, cada vez que veo un artefacto de esos me da la sensación de que alguien “va a agarrar tribuna” y entonces empezará con la misma cantaleta del hijo de puta aquel, sin entender que en Cuba no hace falta hablar tanto y sí producir alimentos que los cubanos lo que tenemos es hambre, mucha hambre… así de simple.
Ricardo Santiago.



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