Las muchas…, las muchísimas víctimas de la dictadura castrista en Cuba. (II)



Desafortunadamente todos los cubanos, incluyendo a los castristas, a los comunistas de profesión, a los del sindicato apaga la vela y vámonos, a los del comité-vigilancia-sin-bistec, a los que están ahora mismo en la cola del pan pensando qué carajo le van a poner dentro, a los de centro-izquierda que no hay dios que los entienda, a los que no se meten en política porque son más buenos que el agua mineral, a quienes babosean la revolución del picadillo pa’ no “tragarse” la soya o la moringa, a los de la alianza martiana que toman «chocolate» y no pagan lo que deben, a los policías represores y a sus delincuentes vanguardias, a quienes creen en algo porque sin comer no se puede vivir, a los figurines y a los figurones, a mariela castro préstame un “fula” y a quienes se van de Cuba por “razones económicas”, todos, absolutamente todos, conocemos a alguien, o algo, que fue, es o será una víctima de la dictadura castro-menguante porque, definitivamente, esa maquinaria sanguinaria de producir terror, muerte y destrucción, por tal de “mantenerse viva” en el poder, arrasa con todo cuanto se le ponga delante.
Yo siempre digo que la primera gran víctima del castro-comunismo en Cuba fue el cerebro de los cubanos, la materia gris isleña, las entendederas, la mollera de los habitantes de la tierra más hermosa del mundo y después la Patria, la gran nación cubana incluyendo a nuestros próceres y Padres Fundadores, pues el descaro y la alevosía con que se ha mal utilizado y mancillado la memoria de quienes nos trazaron el camino, y nos definieron como país y como pueblo, es otro crimen de lesa humanidad.
También los niños cubanos, los nacidos y los que están por nacer, nacimos para vencer pero a nadie hemos vencido, los que nacieron en la época luminosa de Cuba pero llegaron chiquiticos y de mamey a la desgracia nacional, a la época de la barbarie. Chiquiticos, chiquiticos y los hicieron pioneritos, les encasquetaron una pañoleta y los convirtieron en el hombre nuevo-nuevecito, “cagaitos” al “yogurín” de Birán, a imagen y semejanza de una revolución que forma sus pinos nuevos para que la masa compacta, unida, vanguardia y revolucionaria de obreros y campesinos tengan que hacer cola hasta para “sembrar un pino”.
Y la lista es interminable porque a los cubanos, a todos, después del 1 de Enero de 1959, de una forma u otra, nos metieron el cerebro en una batea, “…mira la batea, como se menea…”, nos lo ablandaron con Lejía, un tincito de Salfuman y un chorrito de Pinaroma, y restriega que te restriega hasta que nos lo dejaron licito, licito…, tan licito que sin comerla ni beberla, “así de pronto”, negamos de a cuajo la abundancia, el progreso y la prosperidad del capitalismo, acusamos a Batista de ser el mayor asesino en la historia de la nación cubana, nos cagamos en la madre de los tomates y de los americanos, nos transformamos en una tribu de caníbales, mejor dicho, de milicianos, y santificamos a fidel castro, lo cargamos en hombros, lo aplaudimos hasta que las manos se nos llenaron de ampollas, aceptamos el socialismo muertos de risa porque nos iba a llenar la «pati-panza», dejamos de usar calzoncillos porque los elásticos están perdidos y nos lanzamos al precipicio de la izquierda izquié si total, nos podemos descuajeringar, explotar como un siquitraqui, hacer pum como las bombitas del proletariado inconforme e incluso morirnos-morirnos que no importa, nuestro comandante en jefe se sacrificará con nosotros y nos haremos talco pero con el cerebro limpiecito, limpiecito.
Hay quienes dicen que la transformación de los cubanos de un pueblo culto, cívico, decente, educado y patriota a una multitud de trogloditas, chivatones, oportunistas, chusmas y de intestinos voraces tiene que ver con una maldición “metafísica” porque resulta inconcebible que un pueblo pierda su “gracia natural” y se convierta en la involución del arroz con pollo, es decir, en arroz con suerte…
Pero no, yo que nací en Cuba, que viví la mayor parte de mi vida en Cuba, que estudié en Cuba y comí en Cuba les puedo asegurar que no fue una “brujería” castrista, les puedo jurar que fue un plan diabólico muy bien estructurado, muy bien aplicado y maquiavelicamente impuesto al que somos sometidos todos los cubanos desde que nacemos y del que es muy difícil escapar aunque, de “casualidad”, nos caiga en las manos y logremos leer La Gran Estafa del peruano Eudocio Ravines.
Continuará…
Ricardo Santiago.



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