Quiero empezar este comentario diciendo que me quito el sombrero, venero, muestro humildemente mi mayor respeto, reverencio y doy todo mi apoyo a aquellos seres cubanos que, dentro de Cuba, asumen con total valentía cualquier manifestación de protesta, atrevimiento, desobediencia o actitud contestataria contra la peor y más inhumana tiranía que se ha apoderado ilegalmente de un país en toda la historia de la humanidad.
Esa es “la caliente”, la de verdad, la que cuenta, la que forja a verdaderos patriotas, a reales luchadores por la libertad de Cuba que, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, vienen entregando sus vidas, sufriendo crueles presidios en oscuras mazmorras, son fusilados, torturados, separados injustamente de sus seres queridos, deportados, privados de sus derechos ciudadanos, estigmatizados, perseguidos, reprimidos, asesinados, golpeados, demonizados, lanzados a un desesperante exilio, condenados a no regresar jamás y todo, absolutamente todo, por luchar, oponerse, disentir y no hincar las rodillas ante una dictadura que mantiene ahogada a nuestra Patria y a todos nosotros.
Son muchos, muchísimos, los actos de valentía, gallardía y coraje de numerosos compatriotas a lo largo de estos 60 larguísimos años de criminal dictadura castro-comunista. Desde guerrillas insurgentes, el desembarco de tropas o pequeños grupos armados, manifestaciones pacificas, varios intentos reales de “cortarle la cabeza al monstruo”, desobediencia civil, recogida de firmas para intentar “cambiar” el sistema, numerosísimos episodios individuales de protesta, creación de organizaciones opositoras, disidentes, elaboración de programas y plataformas teóricas proponiendo estrategias para lograr la democracia necesaria, en fin, que los más valerosos cubanos, los que de verdad han entregado sus vidas o el alma para liberarnos del castro-comunismo, merecen, sin distinción, todo nuestro reconocimiento, atención, apoyo y respeto.
Pero el régimen castrista hasta ahora siempre se sale con la suya, se salva, ha logrado tal represión y autorrepresión en el pueblo cubano que, por ejemplo, los hombres observan impávidos, sin inmutarse, la violencia desatada por parte de hordas represivas, paramilitares, contra mujeres vestidas de blanco, enmudecen ante las golpizas que en la calle propina la policía a ciudadanos, nos cruzamos de brazos ante las monstruosas acciones de la dictadura contra quienes se les oponen y miramos hacia otro lado, o “hablamos de pelota”, cuando un ser cubano es asesinado, de una forma u otra, por ese criminal ejército de esbirros entrenados para odiar a la Patria, a la nación y a la libertad.
Porque la fuerza represiva de la dictadura es demasiado grande así como el miedo que aun sentimos la mayoría de nosotros. Un país donde confluyan esos dos letales ingredientes nunca podrá tener una verdadera democracia, sucumbirá siempre a la mezquindad, a la mediocridad, al terror y a la agonía y verá, por obra y gracia de su propia cobardía, morir o desaparecer a sus mejores hijos.
Por eso quiero hacer un llamado de atención ante la generalizada hipocresía que nos “une”. Por muy “inútil” que nos parezca una determinada acción, convocada por opositores dentro de Cuba, insisto, considero debemos mostrar nuestra solidaridad pues todo vale contra la dictadura castrista o, si no estamos de acuerdo, hacer silencio y no parecer “pájaros de mal agüero”.
Yo soy del criterio de que el pueblo cubano es un pueblo demasiado adoctrinado en los preceptos del castro-comunismo. Un pueblo que, por varias generaciones, solo ha reaccionado al látigo de una dictadura que nos ha metido hasta el tuétano esa mierda de yo soy fidel, viva la revolución y a los “enemigos” de la patria se les combate hasta la muerte.
Con esos aderezos no podemos esperar ni aspirar a nada. El régimen castrista ha hecho muy bien su “tarea” y nos ha sumido a nosotros en tal oscurantismo ideológico que, visto y comprobado, aun viviendo en reales democracias, con plena libertad de expresión, nos negamos a hablar de “política” y a reconocer, si quiera, que en Cuba la miseria es real y el hambre nos está matando a los cubanos.
Yo pienso que el fin de la dictadura sucederá espontáneamente cuando se mezclen factores como la depauperación cada vez más acelerada de la sociedad, la crisis de valores, el hastío ciudadano y una explosión popular secundada por los cuadros militares intermedios, que son mayoría, y de funcionarios estatales con algún tilín de vergüenza.
Mientras tanto solo nos queda, vuelvo y repito, apoyar a todos aquellos que, dentro de Cuba, se manifiestan o le tiran un simple hollejo a la dictadura, cosa que yo nunca hice cuando vivía allá.
Ricardo Santiago.