Primero que todo porque siento vergüenza ajena. Es triste decirlo pero es así. Empezando por el castrismo, por los castro-comunistas, por esa manada de energúmenos que dominan, bloquean, destruyen, avasallan, desprestigian y ofenden a mi país, al pueblo cubano y al mundo entero, siguiendo con esa parte de nosotros que ni sentimos ni padecemos por la realidad que nos toca de cerquita, pasando por la generalidad de quienes dicen sentirse cubanos, amar a Cuba y no hacer nada por ella y terminando por, quienes en nombre de una lucha por la libertad, se enriquecen descaradamente y sustentan con su ambición y sus porquerías, que tengamos dictadura para toda la vida.
Yo soy del criterio de que el problema de Cuba, su triste realidad, su lamentable existencia, su chícharo con gorgojos y su agua turbia, turbiecita cantidad, es culpa de todos, de absolutamente todos nosotros, de todos los cubanos. Unos más que otros, algunos con extrema responsabilidad, otros en regular medida y la inmensa mayoría con una pequeña dosis de culpabilidad, café sin café, hemos contribuido a que nuestra maldita Patria sea hoy uno de los países más atrasados, más miserables, más lastimosos y más inservibles de este planeta y dieciocho más pa’ allá.
Dice mi amiga la cínica que es cierto, que hoy hay muy pocas cosas de nuestra Cuba, Cubita la “bella”, para no decir ninguna, que son dignas de admiración, merecedoras de respeto o que puedan ser utilizadas para dar caricate, envidia, ilusión, pauta, picadillo enriquecido y café, necesito una tacita de café, al resto de la humanidad.
Por otro lado está el absurdo, la disparatada, la irracional vida que vivimos los cubanos, el deterioro físico y moral de las estructuras que, se supone, sustentan cualquier sociedad civilizada, el me cago en cualquier esquina sin que me de ni una gotica de vergüenza, la pérdida total de los valores que teníamos como pueblo, la desaparición de nuestro sentido de cubanía y la terrible “peste a grajo” que se ha apoderado, como incurable condición endémica, de un fidel que vibra en la montaña, de un grupúsculo de criminales, asesinos y ladrones que se hacen llamar revolución, de los obreros y campesinos agitando banderitas, de los intelectuales con la manito pa’rriba, de mami, mami, mueve la cinturita, de la mujer de Antonio que cojea como una trastorna’, de la Gallega con sus durofríos de fresas, de mi y hasta de mi queridísima amiga la cínica.
Y después somos más chovinistas, más alardosos y más inocentes que nadie. Basta con oír a cualquiera de nosotros, es decir, a cualquiera a quien le acerquen un micrófono, aunque sea de refilón, para escucharle decir que somos los más comelones del mundo, los más viriles del mundo, los más guapos del mundo, los más valientes del mundo, los más lindos del mundo y hasta los que mejor hacemos cuchi-cuchi en el mundo.
Pero la realidad nos desmiente, si miramos a Cuba desde la ventanilla de un cohetico de papel, es decir, si prestamos atención y nos dejamos de cuento, de descaro, de engaños y mentiras y de crear falsas expectativas y tenebrosos sueños, podemos apreciar, mira por aquí y mira para allá, café, yo quiero café, que a Cuba la hemos destruido, la hemos descuajeringado, la hemos escupido y hasta la hemos prostituido sin contemplación.
Una verdad visible, muy visible e innegable. Lo otro es el pueblo de a pie, el que tiene que ir caminando a todas partes, un pueblo que se acostumbró al subsidio, a creer que todo hay que dárselo, a pedir por esta boquita sin pensar que todo en la vida cuesta y cuesta caro, a no exigir sus derechos, a no querer pensar y, lo más terrible, lo que es extremadamente desconcertante, a no creer en la libertad y no querer disfrutar de ella.
Y los que más vergüenza ajena me dan son los cubanos que, por una vía u otra escaparon de aquel maldito infierno y, desde una tierra extranjera, practican la barbarie de la imbecilidad, de la envidia, del odio, del oportunismo, de las tonterías y de seguir encadenados a una ideología que, aun con todo el papel higiénico fabricado en China, los mantiene con el culo sucio., wow…
Ricardo Santiago.