Las víctimas del castrismo necesitan, claman, merecen justicia. (I)



¿Cómo convencer al mundo que el castrismo miente? ¿Cómo puedo demostrar que los castristas, esa pérfida dictadura que subyuga mi Patria, es la máxima responsable de la muerte en muerte y de la muerte en vida de millones de cubanos? ¿Cómo puedo explicar que el abandono, la destrucción, las ruinas, la pudrición y el desastre en que se ha convertido mi país es obra de la peor tirania que ha sufrido una nación en toda la historia de la humanidad? ¿Cómo podemos hacer justicia para tantas y tantas víctimas?
Yo siempre he dicho que el castrismo, es decir, esa nauseabunda porquería en que se convirtió aquella engañosa revolución “triunfante” de Enero de 1959 en Cuba, no es más que una perfectísima maquinaria de generar ensangrentadas riquezas para un grupúsculo de criminales a expensas de exprimir, triturar, machacar y doblegar el espíritu, la individualidad, la conciencia y el honor de hombres, mujeres y pueblos enteros.
El castrismo es, en síntesis, la deshumanización de la sociedad y de todos sus componentes.
Una felonía multidisciplinaria que agarra por el cuello las estructuras de cualquier democracia y la va asfixiando, de a poquito un rato y como torbellino desquiciado otros, hasta convertirla en un terror “democrático” donde el miedo es el nuevo y único sentimiento de quienes no logran escapar, o escapan, con tamaña maldición metida dentro de sus cuerpos.
La mediocridad, la masividad y la unanimidad pasan a ser los factores dominantes de las multitudes y la inercia ciudadana es el “motor impulsor” del conformismo, la negligencia, el desinterés y el sálvese quien pueda.
“El sueño de la razón produce monstruos”, dijo el gran Maestro español, y eso fue justamente lo que nos pasó a los cubanos, asumimos con desbordada estupidez las mentiras de fidel castro, nos dejamos engatusar con la estafa del paraíso socialista, nos dejamos dormir con el cuento del “Metro de La Habana” y nos sorprendió el “alba” haciendo guardias revolucionarias para cuidar la miserable propiedad “proletaria” que nos decían era nuestra pero que en verdad pertenecía únicamente a la cúpula de los castro.
El sueño eterno de los cubanos, o mejor dicho, la siestecita que tiramos en los años 60s, 70s y 80s del siglo pasado al “arrullo” de la igualdad social, la salud gratuita, la educación abre el cartucho y coge, estamos felices porque erradicamos la putería en Cuba, se fue toda la gusanera, mantequilla por la libre, el café Caturra, el vasito de leche para todos, pioneros por el comunismo, se te queman los frijoles, con la guardia en alto y chivatéalo, chivatéalo, chivatéalo como puedas, engendró la monstruosidad que hoy estrangula a la sociedad civil cubana y que es la misma que no nos va a permitir ni el más mínimo rayito de libertad “biológica” mientras sigamos con la panza pa’rriba y rumiando una desgracia de la que somos nosotros los máximos responsables.
Porque en esto de ser libres influyen factores que van mucho más allá que quejarnos por cinco huevos por persona al mes, por un mísero pan diario, por la leche pa’ los niños hasta los siete años, por acceso libre a internet, por una falsa constitución o aceptar pollo por pescado, la libertad de una nación, es decir, librarnos de una dictadura como la castrista empieza cuando somos capaces de erradicar el analfabetismo mental, el adoctrinamiento, la docilidad ciudadana, la resignación y el aburrimiento que, por más de 60 larguísimos años, nos inoculó esa cruel tiranía, como coquito con mortadela, en nuestros “democráticos” cerebros.
Muchas son las víctimas del castrismo, del fidelismo, del socialismo pandillero, del concubinato de dictadorcillos y tiranuelos de los hermanos castro en Cuba y el mundo. Son millones de familias divididas y enemistadas, millones de asesinados por defender el derecho a pensar como les da la gana, millones de padres impotentes ante el dolor de sus hijos, millones de desaparecidos, millones de seres humanos viviendo en la indigencia y en la pobreza, millones con hambre, millones de encarcelados, millones de desplazados, millones obligados al “destierro y la excomunión”, millones sentenciados de por vida y, lo que es peor, realmente terrible, millones engañados y actuando como bufones de dictadores defendiendo y cobijando a una crápula de ladrones, asesinos, criminales, corruptos y estafadores que manipulan a los pueblos para que griten socialismo o muerte, picadillo de soya, venceremos.
La brutalidad del castro-socialismo no tiene límites, se ha “viralizado” como un sarampión hijoeputa que cobra vidas, incluso, en el mismísimo corazón de las auténticas democracias. Las esporas venenosas del marabú de Birán hoy campean por su respeto en el exilio ampliando la lista de víctimas de un régimen que nunca obtendrá el perdón de Dios ni de los hombres.
Continuará…
Ricardo Santiago.



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