Los CDR: La lata de basura más mortífera de la revolución del picadillo.



Al barrio lo dejaron destruirse, que se desconchinflara y se convirtiera en una mezcla de rejas y colores ruinosos para ahuyentar a los mirones, a los ladrones, los malos pensamientos y “a quien tú sabes…”, no menciono su nombre porque las paredes tienen oídos…
“Total, si el país entero se viene abajo, que importa un simple barrio, unas cuantas cuadras puestas ahí desde sabe Dios cuando…, y los cines, los edificios públicos, las escuelas, los hospitales y todo, no importa, que se derrumben, echémosle la culpa al imperialismo, ese siempre nos salva de nuestra incompetencia…, es que tenemos mucho trabajo con esto de vigilar a los opositores y a los enemigos de la revolución.
fidel castro inventó los CDR, digo inventó pero en realidad el tipo agarró las ideas más malvadas, ponzoñosas y cochinas de los tiranos que le antecedieron y las fusionó con lo más excelso de cuanto servicio secreto de vigilar y recontra vigilar existe, lo metió todo en una licuadora y nos empotró, a modo de “ingenua y benévola organización de masas”, el engendro más monstruoso y malvado de toda la historia de la humanidad.
Los Comités de Defensa de La Revolución son una industria millonaria, “en cada cuadra un comité”: para empezar cada cubano, cuando arriba a los 14 años de edad, ingresa, le guste o no, en esa maldita organización, incluso siendo menor de edad, y es obligado a cumplir con todas las tareas de los verdaderos revolucionarios y cederistas, es decir, guardias nocturnas, reuniones para cualquier cosa, donaciones de sangre, pago de cuota en metálico, trabajos voluntarios y vigilar, informar a “quien te pregunte”, quiénes son los elementos desafectos a la revolución, al socialismo y a nuestro querido comandante en jefe.
En realidad el tipo, fidel castro, se pasó de listo con el cuento de los planes de la calle para los niños, de la “fiesta” esperando el 28, de la desabrida caldosa, de los buches amargos del socialismo y nos metió hasta el final, doblado y a sangre fría, el veneno de sus verdaderas intenciones, el cuerpo represivo más grande, mejor estructurado, mas aterrador y dañino del mundo.
Una preguntica: ¿A cuántos cubanos la tipa o el tipo del Comité nos jodíó la vida?
Por primera vez en nuestra historia, de la manera más espantosa y traicionera que existe, nos enfrentamos a muerte cubanos contra cubanos, vecinos contra vecinos y hermanos contra hermanos.
Las palabras de orden para este cuerpo represivo, insisto, son vigilar e informar, decir quiénes hablaban mal de “nuestro amado líder”, quiénes se quieren ir del país, quiénes no trabajaban o estudiaban, quiénes son desafectos a la revolución o, simplemente, quiénes llevaban a su casa alguna “jabita” sospechosa.
No, amigos míos, nunca hubo una verdad más grande en este mundo que: siempre hay un ojo que te ve. Cada ser cubano perdió su “virginidad” en público, no hubo forma de guardar un secreto con decencia porque la revolución del picadillo se convirtió en “todo oídos” y en el exponente número uno de la indecencia, de la traición, de las puñaladas traperas y de la envidia revolucionaria.
Los castro estandarizaron en Cuba el odio, la envidia y la mezquindad como rasgos necesarios para vivir en una sociedad socialista y, además, los llevaron a su máxima expresión, los globalizaron y los distribuyeron por carretones, a todo lo largo y ancho del archipiélago nacional, transformados en panfletos, en proclamas y hasta en cancioncitas histéricas alertando a to’l mundo de que, entre otras muchas cosas, con nuestros “queridos” CDR: “se acabó la diversión, llegó el Comandante y mandó a parar…”
Terrible pero cierto.
Ricardo Santiago.



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