Los cubanos, la carne de res y las “vacas locas”.

vacas

Yo digo que al cubano, por naturaleza y tradición, siempre le gustó comer carne, de cualquier tipo pero carne, preferiblemente un buen bistec con viandas (fritas o sancochadas) acompañados de su arroz, su potaje y su rebanada de pan para empujar y al terminar “comerse la salsita”.
Mi respeto a los vegetarianos y veganos de Cuba y del mundo, nadie duda de que es una opción saludable de alimentación, pero desgraciada o afortunadamente en nuestro país siempre fue así, la cultura culinaria cubana se hizo a golpe de lechón asado y todo cuanto pudiera freírse o sancocharse, conformando también nuestros rasgos como nación y apoyando nuestra definición de cubanía: “es que el olor del puerco asado de Cuba no lo encuentras en ninguna parte del mundo, ja, ja, ja…”.
Las crisis sucesivas y los eternos “períodos especiales” después de 1959 se ensañaron agresivamente con la mesa del cubano, la desarticularon, la desvencijaron y la convirtieron en mesa de “tres o dos patas”, sin “derecho a protestar” o: “te quito la ayuda de papá Estado”.
Cuando yo era muchacho recuerdo que mi madre me mandaba a la carnicería y me decía: “trae 3 personas de bistec, una de falda y la otra de picadillo” (éramos 5 en el núcleo). Para algunos esto parecerá algo de otra galaxia o un galimatías medio “canibalesco” pero no, la venta de los productos cárnicos al pueblo de Cuba era normada, es decir, por la libreta de abastecimiento, quincenalmente y alcanzaba sólo para tres veces en ese lapso de tiempo. Mi madre se hizo experta en estirar los “bisteces”, el picadillo y a la falda le “bajaba el dobladillo” hasta tres y cuatro veces.
Después, por allá por los 70s, nos becamos en ese otro engendro comunista que fueron las secundarias y los pre-universitarios en el campo (este es un tema para otro artículo), y la Revolución nos quitó media cuota de carne porque se suponía nos la daría en nuestras “nuevas escuelas”, gratuitas, cumplidoras de los ideales del Apóstol y formadora del verdadero hombre nuevo y requetenuevo.
Sin darnos cuenta se fueron esparciendo las entregas de carne de res, por parte del gobierno, a las carnicerías, y aquellas disecciones familiares de: dos de bistec, dos de picadillo y una de hígado fueron desapareciendo y dieron paso al pollo por pescado, a la masa cárnica, al fricandel y al tristemente célebre picadillo de soya o picadillo “enriquecido”, que por cierto: a mí me daba un dolor de estómago tremendo…
Más nunca vimos el bistec de res, voló como Matías Pérez. No logro precisar exactamente la fecha pero si se que esta fórmula de pollo por pescado una vez al mes viene afectando terriblemente a los cubanos desde hace mucho tiempo, demasiado tiempo.
Las justificaciones gubernamentales fueron de todo tipo, por supuesto el principal culpable era el imperialismo yanqui y su “bloqueo” que habían elaborado un siniestro plan para “asesinar y secuestrar” nuestro ganado vacuno, después los cubanos sin vergüenzas que estaban: “sacrificio y hurto de ganado mayor” y después las lluvias: “es que no cae ni este poquitico de agua del cielo y la yerba se nos está secando”. Todo pura justificación y descaro.
Las vacas cubanas se volvieron locas y se fueron al Comité Central para contagiar, con el color rojo de su carne y su enfermedad, a los dirigentes y funcionarios del Partido y hacerlos cada vez “más comunistas” y mas rosados, y de paso provocarles que olvidaran que al cubano de pueblo, al humilde trabajador y al obrero les gusta, de vez en cuando, comerse un buen bistec.

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