Los cubanos no podemos permitir que se extienda esa maldita agonía “revolucionaria”.



Yo digo que nosotros los cubanos, quiero decir la inmensa mayoría, nunca observamos la “realidad objetiva” con los ojos de mirar, nos dejamos arrastrar dócilmente al “dulce abismo” de las revoluciones, nos tragamos el cuento del paraíso socialista donde a cada uno de nosotros nos esperan cincuenta bisteces de res con sus papitas fritas y nos dejamos convencer, así de rápido, por cualquier “alquimista” que nos prometa acabar, para siempre, con nuestra peste a grajo miliciana.
¿Quedó claro?
Dice mi amiga la cínica que nosotros los seres cubanos nos acostumbramos a soportar “muelas”, a que nos suelten descargas interminables y que por eso hoy vemos, como algo muy natural, que salga cualquier mequetrefe y nos baje una perorata de horas de horas intentando convencernos de lo que él quiere, con carita de yo no fui incluida, diciendo “amiguitos vamos todos a cantar”, y que, además, le regalemos nuestro “dinerito”, felices y contentos, para su “noble” causa…
Yo no comparto cien por cien esta teoría pues soy del criterio de que las ideas, para que se entiendan bien, hay que explicarlas una y otra vez aunque, a veces, a algunos se les va la mano y asumen más pinta de adoctrinadores castristas que de luchadores por la democracia.
En fin que, según mi criterio, la “cosa” como está, a la una mi mula, nos puede conducir otra vez al “matadero” si nos dejamos empujar por tantos cantos de sirenas “ruinas de poder” pues, si de algo está repleta nuestra historia, es de personajillos con intenciones de ser líderes absolutos, y recalco absolutos, en nombre de la “verdad y la justicia”.
Aquí es donde afirmo que los seres cubanos tenemos que pensar por nuestra propia cabeza, tenemos que saber muy bien a quiénes escuchamos, no podemos caer en el descaro de mearnos sobre nuestras tradiciones y sí conocer bien nuestra verdadera historia para que ese futuro, el que tanto añoramos para nuestro hijos y nietos, sea de luz, de progreso y no de corrupción, de socialismo y de muerte.
Por eso no podemos dejarnos convencer por apasionamientos noveleros, ni permitir que extraños seres del “más acá” intenten hacernos creer que la mierda envuelta en celofán es buena, es sana, no hiede y es un buen regalo para un pueblo que lleva más de sesenta y dos larguísimos años soportando una cruel dictadura.
Quienes queremos una Cuba libre de castrismo, de la barbarie que nos ha significado esa odiosa tiranía asesina del cuerpo y del espíritu, tenemos que tener bien claro qué es lo que realmente queremos para nuestro país, no sea que quitemos al diablo para poner a un “diablillo” de baterías recargables, preparado y entrenado por la inteligencia represiva del régimen, para continuar con la cogioca del socialismo de tempestades, y nosotros, los cubanos de infantería, quedemos en las mismas, pidiendo el último, al resistero del sol.
Los miles de millones que nos ha robado el castrismo, en nombre del partido comunista, convierte a esa maquinaria promotora de la corrupción, la destrucción y el desfalco, en una fuerza muy poderosa, influyente y traicionera que, desde las sombras, con otro nombre, intentará hacerse nuevamente con el control político, económico y social de los seres cubanos y decidir, para siempre, el destino de Cuba, aparentando una democracia que no va a ser tal ni con cola, ni con colina, ni con la saya de tu madrina.
Tenemos, por el bien de nuestro futuro, que clarificar ideas para no seguir extendiendo esa maldita agonía que significa no pensar como hombres y mujeres libres.
Debemos dejar la bravuconería de los tiros y las escopetas para derrocar a la dictadura porque todo el mundo sabe que una acción violenta no va a ser reconocida ni apoyada por la comunidad democrática internacional donde, además, el castrismo, desgraciadamente, ha comprado “demasiados” adeptos y solo quedaríamos como piratas y filibusteros modernos llevando un baño de sangre a nuestra Patria, dándole la justificación perfecta a la dictadura para asesinar y para silenciar multitudes.
Yo digo que el cubano tiene una inteligencia natural que es algo muy grande, admirable y extraordinaria. No estoy seguro si está dado porque somos la mezcla “imperfecta” de muchas razas y culturas o porque el Sol que tenemos en Cuba nos “calienta” demasiado el cerebro y nos hace buscar siempre la acera de la “sombrita”.
El caso es que somos un pueblo capaz de intuir las mejores razones aunque más de sesenta y dos larguísimos años de oscurantismo político, ideológico y cultural, nos hayan embotado los sentidos y hoy el mundo entero nos tilde, nos acuse y nos compare, con un dócil rebaño de carneros que se mueven, pa’quí o pa’llá, al compás de la musiquita desafinada de esa maldita revolución del picadillo, ahora de los curieles…
Ricardo Santiago.



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