Los cubanos tenemos la emigración más triste y más humillante del mundo.



Terrible lo que nos ha tocado a nosotros los seres cubanos. Parte el alma, el cuerpo, la inteligencia, el sentido común y la paciencia de cualquier mortal, e inmortal, porque, en la vida “irreal”, en esa que mal vivimos nosotros en Cuba, es imposible entender cómo un pueblo ha podido soportar, por más de sesenta y tres larguísimos años, a un régimen tan sanguinario, tan devastador, tan hipócrita, tan hijo de fidel y tan incompetente.
Por eso no se puede hablar de las más espantosas tragedias sufridas por la humanidad, en toda su historia, sin incluir el “holocausto” migratorio padecido por el pueblo cubano desde el mismísimo 1 de Enero de 1959 en que, dicen, “triunfó” una revolución “social” para favorecer a los más humildes y olvidados de la tierra.
Pues resulta que la mayoría de esos humildes, de esos olvidados, de esos sufridos y de esos abandonados que, se suponía, iban a ser los principales beneficiarios de tal asonada “revolucionaria”, han sido los protagonistas mayoritarios de la tamaña estampida migratoria que tanto, pero tanto, tantísimo, ha desangrado a la nación cubana y en la que han perdido la vida cientos, miles, millones de sus hijos.
Hoy los cubanos conformamos una de las mayores diásporas del mundo. Triste pero cierto. Doloroso y extremadamente “anticubano”. Y es que el socialismo tiene eso, empuja, empuja y empuja tanto que termina por azorar a los seres humanos, y cubanos, hasta convertirlos en “prófugos” de su propia tierra, una cruda realidad que consume a los países donde esa mierda de régimen social ha logrado imponerse a fuerza de mentiras, de sobornos, de corruptelas tercermundistas y de mucha, de muchísima “envolvencia” demagógica.
Por eso a la inmoralidad revolucionaria, es decir, al descaro de la propaganda castro-comunista tenemos que combatirlo con todas nuestras fuerzas, armas y argumentos. No podemos permitir que continúen engañando al mundo, como lo vienen haciendo desde hace más de seis décadas, con el bochornoso cuento de que han creado en Cuba un “paraíso” socialista de gratuidades, libertades, felicidades, gracias, pero no es mi cumpleaños, barrigas llenas, abundancia y paz cuando, en la vida real, en la concreta, en la sudoración constante que significa sobrevivir en nuestro escuálido país, lo que tenemos los seres cubanos es un infierno de miserias, de hambre, de represión a todo y a todos, de tristezas, de racionamientos, de escasez y hasta de mala muerte.
Dice mi amiga la cínica que la historia de Cuba, la parte de la desgracia castrista, también tenemos que escribirla con la cantidad de despedidas, de nudos en la garganta, de buches amargos y de saltos en medio del pecho, por los que hemos tenido que pasar los seres cubanos que, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos despedido de nuestros seres queridos para iniciar una travesía de la cual no sabíamos cuál sería su resultado final.
Porque, es cierto, yo digo que no hay nada más doloroso para una madre que ver partir a su hijo impulsado por la desesperación, lanzándose al mar en una precaria balsa de “medio palo”, sabiendo que atraviesa selvas “oscuras” y “nada” ríos embravecidos, que cruza fronteras agresivas repletas de odio contra los migrantes, que arriesga la vida en países extraños donde no hay “arroz con frijoles”, que desafía la naturaleza a pecho descubierto sin más protección que sus rezos o que comete los más grandes atrevimientos por tal de encontrar un pedacito de libertad en algún rincón del planeta pues en su país, es decir, en Cuba socialista, “patria de fidel”, hasta respirar ahoga.
Y así continuaremos los seres cubanos por los siglos de los siglos mientras tengamos a esa maldita dictadura haciendo lo que le sale de las nalgas en nuestra esclavizada Patria. Nos iremos largando de uno en uno, de dos en seis y de muchos en muchísimos mientras la única opción que encontremos, me incluyo como el primero, sea rendirnos ante la bestia y entregarle, de “jamoneta”, lo que por derecho, por ley y por cubanos nos pertenece.
No quiero parecer ridículamente pesimista pero decir “adiós” en Cuba es, desde hace más de sesenta y tres larguísimos años, una de las experiencias más dolorosas para el pueblo cubano. Miles de familias separadas, cercenadas por presiones “políticas”, por la desidia de una hipócrita revolución que nos tiene en “orillas” diferentes, que ha convertido a la sangre de mi sangre en mi peor enemigo y que nos ha vuelto a casi todos los cubanos, para no generalizar, en seres humanos intolerantes, muy intolerantes.
Ricardo Santiago.



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