Despreciado Dictador Raúl Castro:
Imaginemos por un segundo, un minuto, una hora o un pedazo de esta vida a una Cuba sin Usted, es decir, verdaderamente democrática. A los cubanos viviendo, trabajando felices y sintiéndonos con la libertad de expresar nuestras opiniones, con la opción de cambiar lo que no nos guste o sencillamente unirnos en torno a una idea, formar un partido político y presentar un candidato a unas elecciones libres y: ¡Que gane el mejor!
Importante: …demás está decir que todo sin violencia, sin “albergarnos” en la Sierra Maestra con escopetas y pistolas, sólo con la palabra mediadora como única arma y el corazón y los sueños como mejor argumento para creer en el famoso slogan que dice: “un mundo mejor es posible”.
Imaginemos también un país, una Cuba, con grandes construcciones, edificios, fábricas, hospitales, escuelas, centros sociales, deportivos, sus calles limpias, automóviles modernos y al alcance de la economía de cada cubano, supermercados con alimentos para todos los poderes adquisitivos donde se vendan productos de estación el año entero y sin escasez ni miedo de que se acaben. Tiendas con todas las ofertas, marcas, firmas de grandes diseñadores o las clásicas imitaciones “chinas” y los famosos todo por un dólar, por dos, por tres y: “que paso más chévere, que paso más chévere, el de mi conga es…”.
Imaginemos también, por ejemplo, a nuestro deporte nacional, la amada y adorada pelota cubana, con clubes repletos de fornidos jugadores profesionales, tanto cubanos como de otras naciones, con salarios lógicos de acuerdo a su calidad, destreza, sacrificio y talento, listos para saltar, sin triquiñuelas ni riesgos por fugas disparatadas, a las Grandes Ligas de Estados Unidos donde indiscutiblemente, le guste o no a Usted, se juega el mejor beisbol del mundo y que es la aspiración y meta de todo deportista con sentido común.
Imaginemos que el salario mínimo en Cuba sea de 7.00 u 8.00 pesos la hora, pero pesos con valor real, de verdad, no los inventos monetarios que Usted y su dictadura han implantado en nuestro país y que son la burla del mundo entero pues no sirven ni para limpiarse las nalgas… Quiero decir pesos que lleven implícitos el sentido del trabajo, del sacrificio de hombres y mujeres para tener una vida digna y decente y, sobre todo, que representen el valor real de un país que siempre fue una “tacita de oro”.
Imaginemos, desprestigiado dictador, que el sistema de enseñanza para nuestros hijos es gratuito hasta el pre-universitario (high school), aunque, como lógica natural, existirán también para estos niveles centros de educación privados, religiosos, etc. Habrá Universidades públicas y privadas y los padres tendremos la opción de enviar a nuestros hijos a las escuelas a fines con nuestras doctrinas, gustos, creencias o sencillamente a las que consideremos mejor, o podamos pagar, para la formación y desarrollo de nuestros hijos.
Imaginemos un Parlamento o un Congreso, nunca más una Asamblea Nacional del Poder Popular que, como Usted y yo sabemos, ha sido el órgano de confabulación, estafa, obediencia, corrupción y “unanimidad” más servil que ha tenido su asquerosa dictadura…, pues bien, como le decía, y perdone mis exabruptos pero es que cada vez que recuerdo a todos esos imbéciles levantando la mano a la misma vez para aprobar “medidas de la revolución” me hierve la sangre…, ¡siá cará!… un Parlamento realmente democrático, nuevo, diferente, donde participen representantes de la oposición al partido en el poder, donde bajo un orden y un diálogo civilizado los parlamentarios busquen y encuentren las mejores soluciones en aras de un país mejor, más prospero y más desarrollado y nadie tenga miedo de votar en contra o sencillamente abstenerse como dicta la Ley de Dios.
Hasta aquí mi primera misiva, mi “querido” y desvergonzado dictador, le confieso que esta la he escrito con ideas desquiciadas que me trastornan pero le prometo que en las próximas seré más organizado y coherente. Un último consejo mientras le llegan mis cartas, pues desconozco los tejes y manejes del “correo”: No siga jugando al “patico” que se convierte en cisne, usted siempre será un cruel y un sangriento segundón para todos los cubanos.
Atentamente…, yo…
Gracias por escribir lo mismo que yo escribiría, aunque esa bestia morirá siendo bestia.