No existe socialismo bueno, quien crea tamaña estupidez que nos pregunte a los cubanos.



Soy del criterio que la estupidez humana, la mediocridad intelectual, el absurdo contemporáneo, el adulterio ideológico y la involución material y/o espiritual de los pueblos, están directamente ligados a la cantidad de “ideas” de izquierda que defiendan, es decir, dicho en buen cubano de infantería, al desconocimiento total que tengan de qué significa, de verdad, una revolución del picadillo pues quienes defienden esa aberración, o la quieran para sí, es porque nacieron pa’ comemierdas y del cielo les caen los inodoros bien tupidos.
Yo digo que el socialismo contado pudiera parecer algo un tin inofensivo, pero también digo, y lo afirmo porque esto sí lo sé más que bien, que para hablar con propiedad de tamaña negación del cuerpo, del alma y de una sociedad, hay que haberlo experimentado, se tiene que haber sentido, se debe haber respirado y, sobre todo, se tiene que haber sufrido pues quien nunca tuvo tres comidas decentes al día, quien nunca tuvo un par de zapatos decentes o quien nunca tuvo “un sofá calientico y cómodo”, nunca podrá entender que el socialismo, esa transgresión humana que algunos tanto veneran, es hambre para hoy y muerte para mañana, es entregarle al Diablo nuestras más preciadas posesiones, es adorar una mentira hasta convertirla en nuestro propio verdugo y es asumir que la destrucción de nuestras vidas es la salvación eterna y no una condena por nuestra desvergüenza, nuestra brutalidad intelectual y nuestra más absoluta comemierdería.
Y de eso los cubanos sabemos bastante. Somos especialistas de primer nivel en el mundo en materia de descojonación de un país, somos catedráticos en eso de idolatrar a nuestros perversos castigadores, somos vanguardia en ceguera colectiva y somos los más grandes masoquistas de la historia pues a los gritos del hambre, a los latigazos de la indigencia, a las patadas del sufrimiento y a los pescozones de la agonía respondemos con viva la revolución, socialismo o muerte, somos continuidad y yo soy fidel.
Y yo pregunto: ¿Se ha visto mayor daño causado a la especie humana que este que nos ha provocado el socialismo a los cubanos?
Quienes quieran andar por la vida como zombis del agua de Milordo que abracen, como putas en cuaresma, las ideas de izquierda izquié. Y ya llorarán, cuando nada tenga remedio, por la miserable vida que tienen, por el hambre que pasan sus hijos y por la pestilente letrina donde tienen que vivir por haber ofendido tanto al capitalismo, por levantarse en violentas protestas contra el orden establecido y por creer que todo ese discursito de la igualdad social, la riqueza repartida y los marcianos llegaron ya, los va a “tocar con limón” y podrán vivir sin tener que trabajar.
En Cuba, hace más de sesenta larguísimos años, muchos cubanos, la inmensa mayoría de un pueblo, una ciudad y un país, nos atracamos, nos empalagamos, nos saciamos y nos indigestamos con esa gran estafa.
Increíblemente, de la noche a la mañana, rompimos con nuestras tradiciones como nación y, en un arranque de adrenalina mierdera fidelista, nos desprestigiamos nosotros mismos y decidimos, como poseídos por un espíritu sátrapa y embelequero, marchar como obedientes corderos tras una jauría de lobos que nos guiaban a dentelladas, que nos corregían el rumbo a mordiscos y que al primer descuido nuestro nos fueron devorando, primero de uno en uno, y luego como un pueblo que perdió el valor para defenderse, que no tiene coraje para luchar por sus derechos y que prefiere el suicidio antes que enfrentar a la bestia y vencerla.
No es fácil, el socialismo, el único que existe, porque no hay ni bueno ni malo, es un reverendísimo excremento mental. Se presenta siempre como salvador de la humanidad, como alivio a los males del mundo en que vivimos, como la solución a la desigualdad entre ricos y pobres cuando es un régimen que hace muy ricos a un grupúsculo de delincuentes, como lo es la dictadura castrista, y reparte la pobreza, eso sí, más o menos equitativa, entre todo un pueblo que queda a merced de la escasez, del racionamiento, de la peste a grajo, de la desesperación, del abandono y de la muerte.
Por eso insisto en que la gran proliferación de la mediocridad humana, de la idiotez musical y de la exacerbación de los más pedestres valores éticos, humanos y culturales, son obra directa de intereses muy mezquinos que, desde las sombras, acechan a toda la humanidad para convertir a este planeta azul en una “bolita” negra que puedan mover, de aquí pa’llá y de allá pa’cá, cada vez que les salga de las entrañas.
Ricardo Santiago.



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