¿Por qué los cubanos escapamos de Cuba, huimos como sea de ese maldito infierno?



Un amigo honesto, sensible, curioso y cándido, me pregunta con mucho respeto: ¿Por qué te fuiste de Cuba si ese país es una maravilla? Yo quedé, me dice él, impresionado con Varadero, su playa, sus hoteles, su gente…
Normalmente siempre respondo a esa pregunta con un discursito que me he aprendido, y que he perfeccionado con los años, donde trato de exponer razones más convincentes que por ahogo, tristeza y un poco de cobardía.
Pero en mi interior, en mi agonía, siempre me he hecho la misma pregunta: ¿Los cubanos nos vamos o escapamos, huimos, del maldito infierno en que nos convirtieron la Patria?
Discursito y dudas aparte la respuesta a esta pregunta es bien compleja, muy complicada, difícil y me imagino que lo será también para muchos seres cubanos que, como yo, un día, decidimos dejarlo todo y embarcarnos en la mayor, más desgarradora y a la vez valiente aventura de nuestras vidas: emigrar.
No voy a entrar en causas, consecuencias y motivaciones del porqué las personas emigran en el mundo, eso se lo dejo a los científicos con sus computadoras, sus tablas, el seno, los cosenos, los ajustadores y el hambre que nos está matando, sólo me limitaré a responder la pregunta de mi amigo querido con la mayor honestidad que permite mi memoria y mi decencia.
Yo siempre digo que los cubanos somos patriotas en el más grande de todos sus significados. No hay cubano que yo conozca que no me diga que ama a Cuba, que la añora, que la extraña, que la sueña, que la llora y que la sufre: “Tengo unas ganas de caminar por el barrio del carajo…, abrazar a los socios…, comerme unos mangos debajo de la mata del patio…, pero mientras estén esos hijos de puta allí…”.
Porque es que la cubanía es un sentimiento que está por encima de ideologías, pataletas políticas, dictaduras eternas, caducadas, dictámenes judiciales, leyes mal nacidas, imposiciones mezquinas, constituciones oportunistas y hasta de un General de la pamela, azotándose la mocita, con la mano en la cabecita, esperando a morirse de “viejo” pa’ que el pueblo no lo ahorque en medio de la Plaza Cívica.
Porque la cubanía es un pan con guayaba y queso blanco, un guaguancó, una buena rumba, un guarapo bien frío, un café colado con la tetera de la abuela, una mulata, un negro, un blanco, un chino, un rubio, un sol que raja las piedras, agua pa’ Mayeya, el mar, un trago de aguardiente compartido con los “santos”, el camina’o de la mujer de Antonio, el Malecón con todo lo que se menea, el parque del pueblo, el aguacero, los vientos de Mayo, un bolero, los Industriales de amor y de odio, la novia y el novio, los vecinos, sentarse en el portal de la casa o en la esquina a conversar, los tamales, coger fresco, jugar cuatro esquinas, el ciclón del 26, la bolita, el choteo, el doble nueve, un puerquito asado, el barrio con los amigos de toda la vida, la cerveza fría, los durofríos de la Gallega, mi amiga la cínica, la poesía, la Iglesia, el santero y la espiritista, la hora que mataron a Lola, los rolos y las chancletas, el primer amor, el arroz con leche me quiero casar, el pudín que hacía mi madre y todo lo que Usted quiera agregar y le traiga los mejores recuerdos, le abra el apetito, le quite el sueño o le provoque tremendas, tremendísimas, ganas de llorar..
Con esos argumentos cualquiera entenderá cuán difícil resulta para un ser cubano abandonar la Patria, desprenderse de lo amado, de lo querido, de lo sufrido y lo gozado porque Cuba, más que nación o país, es vientre materno, canción de cuna y familia grande.
Pero a Cuba, a la Patria, a la dignidad de los cubanos, “al alma trémula y sola…”, nos la ha podrido el comunismo.
Ahora, en el tiempo y la distancia, me doy cuenta que desgraciadamente uno vive en Cuba de a poquito, a pedacitos, de sustos en sustos, que el futuro no existe y que la gota a gota de esos instantes mal vividos son los que te llevan a querer escapar, a querer cerrar la puerta tras de ti, y tirar la llave lo más lejos posible, porque todo lo que allí respiras es mentira, es falso y es sólo una ilusión que, lo sabemos bien, nunca se hará realidad porque en Cuba, con el olvido de Dios y el favor del Diablo, los seres cubanos vivimos bajo una criminal DICTADURA.
Ricardo Santiago.



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