El castro-comunismo, a los cubanos, nos roba, nos estafa, nos prohibe, nos limita, nos criminaliza, nos entortillera la existencia, nos mata y nos asesina, cuando vivimos en Cuba, cuando vivimos fuera de ella y aunque nos encontremos en la mismísima conchinchina o donde el diablo dio sus últimos gritos azulfurados.
Algunos cubanos hemos tratado de librarnos de tamaña mariconada usurpadora pero otros, la mayoría, insisten en permanecer como víctimas de esa execrable monstruosidad y continúan arraigados a ese flagelo embrutecedor como si “vivir del cuento”, o de la que se “cae”, fuera el verdadero escalón supremo de la especie humana.
Dice mi amiga la cinica que fidel castro, al final, nos hizo a su imagen y semejanza y que, unos más que otros, nos hemos empoderado en esa malsanidad “salsera”, de haz lo que yo digo y no lo que yo hago, para entretener al tiempo y que nos llegue el final sin tener que utilizar una pala o un azadón, no me pinches con cuchillo pinchame con un buen bistec.
Pero el problema real, según como yo lo veo, es que muchos de nosotros, principalmente quienes vivimos fuera del “cordon umblical”, no nos acordamos de lo difícil que era, más bien casi imposible, pensar por nuestra propia cabeza pues esa dictadura criminal, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, nos convirtió en papagayos sin “cultura” repitiendo todas las aberraciones que se le ocurrían al cambolo de Santa Ifigenia.
Yo digo que los cubanos en la superficie somos un pueblo, también, digno de lástima, somos un piquete de semianalfabetos zapateando por el mundo, juzgando todo y a todos, sin acordarmos que un día nos pusimos una pañoleta, quisimos ser como el che, marchamos hacia un ideal, apoyamos el socialismo, defendimos las conquistas de esa maldita revolución e hicimos el amor en aquellas trincheras de piedras porque no teníamos ni un kilo prieto partido por la mitad donde amarrar la chiva, chiva-chivita, chiva que rompe tambor y chiva de chivatear, así de terrible…
Ricardo Santiago.