Salvar la Patria, la revolución y el socialismo para qué y para quién.

Yo digo que estos castro-comunistas tienen la cara de concreto y, como la tienen durita, dura cantidad, la cogieron pa’ sentarse.

La revolución del picadillo es la degradación de los sentidos que mas daño le ha causado a Cuba, y a nosotros los seres cubanos, en toda nuestra historia nacional incluyendo a otras dictaduras que sufrimos y que hoy, comparadas con este monstruo del 26 de Julio, son niñas de tetas, ejemplos de bondad, luz para tu espíritu y agüita pasajera que mueve molino.

Porque, en la vida real, es decir, con el muerto delante y la gritería detrás, con tu linda sonrisa de señorita ingenua, qué carajo hemos tenido, hemos disfrutado o hemos gozado, los cubanos del pueblo, los verdaderos héroes y mártires del día a día en Cuba, después del 1 de Enero de 1959, que podamos exhibir ante el mundo como resultado de nuestro extenuante sacrificio por más de seis décadas.

Si, porque la palabra sacrificio se dice rápido y muy fácil, pero lo que es hacerlo, sufrirlo y cagarlo, son otros cinco pesos, es como mancharte la ropa con los durofríos de “fresa” de la Gallega, atragantarte con uno de los tamalitos que vende Olga o no poder mirar a la mujer de Antonio porque cuando llegaste ya ella había pasado.

Los cubanos, al principio de esa maldita revolución, revolución enmascarada con traje de santo y careta de humildes y para los humildes, participamos masiva y entusiastamente en muchas de las tareas improductivas, organizadas por ese engendro genocida, porque nos creímos el cuento de que la carne iba a estar sata en cada esquina, el arroz con pollo nos daría asco de tanto comerlo, tantos platanitos fritos no que me engordan, la leche fresca hasta pa’ bañarnos, el café pa’ la guardia del comité y la bonanza, la abundancia, el progreso, el desarrollo y la mariconfianza, nos matarían de placer porque a Cuba se respeta, ponle corazón y porque lo dice nuestro comandante en jefe.

Cuántos padres separados de sus hijos en aquellas larguísimas movilizaciones agrícolas, cuánto verde que te quiero verde y al final un color marchito, cuánta adrenalina despilfarrada por los campos, por los pueblos y por las ciudades de Cuba, cuánto soñar con la Vita Nova montados a ahorcajadas sobre las cajas de tomate, cuánta caña cortada a los golpes de uno, dos y tres que paso más chévere, cuántos ladrillos puestos uno sobre otros pa’ construir un porvenir que nunca llegó, cuánto sudor y cuánta sangre derramados, cuánto todo y de todo perdidos y lo peor, lo que es muchísimo peor, cuánto tiempo tirado a la basura, cuánto tiempo perdido y cuanta buena vida dejada de vivir por estar creyendo las tonterías, las promesas y los desatinos, de un tipo tan autosuficiente, que se creía tan omnisciente y tan comemierda, como fidel castro.

Ay cubano, qué maldito dolor, tengo las manos repleticas de ampollas pero que todo sea por el bienestar de mis hijos.

Lo jodido de todo esto es el presente, la mala vida que tenemos ahora, la existencia que protagonizamos día a día y que de tanto vivirla, de tanto tener que sufrirla, la hemos terminado aceptando como algo muy normal, como una realidad que nos merecemos, que nos pertenece solo a nosotros, una “vida” por la que pagamos altas dosis de nuestra ingenuidad como seres cubanos y como nación y por la que una vez estuvimos dispuestos a morir y hoy, literalmente, nos está matando.

Pasa que nosotros, como pueblo, tenemos muy mala memoria y, a veces, nos excedemos en eso del entusiasmo revolucionario.

De esas malas cualidades nuestras se aprovecha la cúpula castro-comunista para ejercer el control sobre nosotros y utiliza nuestra debilidad para proponernos constantemente borrón y cuenta nueva, como si la ruina del país, y la de nosotros mismos, no fueran suficientes como para mandarlos a la mierda, bajarlos del tibol del socialismo que tanto aman, paredón, paredón, paredón para algunos, cadena perpetua para muchos, prisión para otros y para la inmensa mayoría de los secuaces, de los tracatanes y de los impíos de ese régimen, trabajo forzado en la agricultura para producir alimentos, muchos alimentos, para el pueblo cubano.

Por eso, cubanos, de la Cuba castrista, de esa falsa patria castrista y de esa maldita revolución de los apagones, no hay nada que salvar, todo podemos mandarlo a la mierda y tirarlo en cualquiera de los miles de basureros que pernoctan eternamente en cualquier esquina de nuestras ciudades, darles candela, desaparecerlos y construir un nuevo país, una nueva Cuba, desde cero y sin darles opción de nada a los comunistas.

Ricardo Santiago.

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