¿Ser ciudadano cubano es un orgullo, una frustración, una desgracia o una vergüenza?



No es tan sencillo, no es una simple pregunta porque, a pesar de extrañar con todas las fuerzas y con el alma, ese pedazo de tierra donde nací, tengo formado un enredo muy grande en mis emociones pues, sencillamente, el ser cubano, como orgullo y patriotismo, ha sido tan desprestigiado, por la revolución del picadillo, ahora de las tripas, durante estos más de sesenta larguísimos años, que no sé si es mejor “recordar” lo que fuimos que olvidar para siempre esta pena que me está matando.
El día que me fui de Cuba recuerdo que no pude contenerme y algunas lágrimas brotaron de mis ojos (en realidad bastantes). No voy a negar que me sentí triste, mucho, en primer lugar tuve el presentimiento de que no volvería a ver a mi madre con vida y en segundo lugar porque, después de mucho trabajo, sustos, miedos y otros sentimientos groseros, muy groseros, por fin lograba salir de un país, mi país, que se había convertido en el mayor centro de corrupción, extorsión y en el más grande presidio de la vida que puede sufrir un ser humano, o cubano.
En el avión, mirando las nubes, me propuse dejar las lamentaciones atrás y convertirme en alguien distinto, cambiar desde mi forma de ser y pensar hasta mis gustos por la comida, las bebidas y los sueños. Sí, sentía tanta frustración que quise dejar de ser yo porque, en los últimos tiempos, mi vida en Cuba, fue una total desesperación y no quería nada, absolutamente nada, que me recordara tamaña agonía.
Sólo quien hizo trámites para una “salida legal del país” (antes de que se aprobara la Ley que permite a los cubanos viajar sin necesidad de una “carta blanca”) puede entenderme.
Yo tuve que sonarme todos los tramites, to’iticos, to’iticos, desde la solicitud del pasaporte hasta la liberación del carnet de identidad. Si contara la cantidad de dinero que tuve que “aflojar”, para “viabilizar el papeleo”, nadie lo creería.
Por respeto a algunas personas, y para no ser un “chivatico despistado”, no voy a referir nombres ni procesos legales y sus respectivos sobornos, aunque hubo algunos, como el oficial del MININT del carnet de identidad, que merecen que hasta se publique su foto “en la prensa” por descara’os y sinvergüenzas.
Las formas y métodos de extorsión de tales “funcionarios” son diversos e ingeniosos pero, como yo siempre he dicho, toda la pudrición que se origina en Cuba es consecuencia de las políticas, leyes y control que ejerce el Estado “socialista” sobre los seres cubanos, por ende el único promotor y responsable de tanta putrefacción moral, espiritual y “física”.
Pues, bien, salí de Cuba con 36 grados de temperatura y al arribar al aeropuerto de Toronto había menos 2 grados, un frío nunca antes “sentido”. Dice mi amiga la cínica que esa fue la mejor explicación del cambio que daría mi vida y de cómo tendría que adaptarme a una realidad que estaba a cientos, pero a cientos, de años luz de la tierra donde nací.
No voy a cansarlos con anécdotas sobre la vida del emigrante, sobre todo del emigrante cubano, solo diré que, por derecho propio me hice ciudadano canadiense, con pasaporte y todo, y les puedo asegurar que se siente una dimensión diferente de la vida y una libertad que va más allá del puro concepto de legalidad, deberes y derechos.
Entonces me hice esta preguntica: ¿Para qué me sirve la ciudadanía cubana?
Como ciudadano canadiense puedo viajar sin necesidad de obtener un visado a muchos países del mundo, casi el 99.9 porciento que tienen un sentido lógico para mí visitar, además de que el gobierno canadiense me protege y me apoya, a través de sus embajadas y consulados, en cualquiera de estos países.
Y me hice otras pregunticas:
¿Quiero o necesito ser ciudadano cubano?
¿La dictadura castro-comunista protege realmente a los ciudadanos cubanos?
¿Qué significa, en la concreta, la “actualización” del pasaporte cubano?
¿Los altos precios de cualquier trámite en los Consulados de Cuba son otra forma de extorsión económica?
Uf…
Y así, mientras trato de responder estas “pregunticas” me surgen otras, y otras y otras hasta que el enredo y la duda sobre la utilidad práctica, moral y cívica, de ser ciudadano cubano es tan grande que quiero me ayuden a entender si es objetivamente importante, significa un lastre o algo de lo que es mejor olvidarse.
Por lo pronto pienso que ser cubano, más que querer, es una necesidad, un gen que va más allá de un concepto de ciudadanía y un pasaporte “actualizado”… lástima que esa criminal dictadura nos empuje a sentir otras cosas…
Ricardo Santiago.



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