Quiero empezar diciendo que en Cuba no hay periodistas, ni comunicadores, ni analistas, ni reporteros ni nada que se parezca. En nuestro país solo existen repetidores de falsas señales, informantes, corre ve y diles, papagayos amaestrados y farsantes que tienen la misión de repetir las mentiras cocinadas por la cúpula castro-comunista, por su maquinaria de propaganda y agitación, remenear las mismas falsedades hasta convertirlas en “verdad”, saturar al pueblo con la efervescencia de los “refresquitos” revolucionarios y eternizar el martirologio de fidel castro, por los siglos de los siglos, hasta que a algún Papa de ideología torcida se le ocurra, para desgracia de la humanidad, “santificado sea tu nombre…”.
A mí, en la vida real, los sujetos que defienden las atrocidades de ese régimen, en el medio propagandístico que sea, poniendo la carita y la boquita apretadita pa’ disimular que ni ellos se creen la mierda que están hablando, me dan tremendo asco porque, aunque algunos en el castrismo, para sobrevivir, hacen determinadas concesiones, no creo que sea necesario venderle el alma al diablo pa’ salir en la tele diciendo boberías o escribiendo sandeces en los periódicos que el pueblo solo utiliza como papel “paraculo”.
Cuando yo vivía en Cuba nunca, salvo muy contadas excepciones, obligado solo por las “condiciones meteorológicas”, vi el Noticiero Nacional de Televisión castrista.
El problema fundamental de mi reacción negativa a las “noticias” de “tutú corneta” era porque el susodicho bodrio informativo siempre categorizaba los sucesos de la realidad cubana e internacional en blanco y negro, es decir, en buenos y malos, en capitalismo terrible y socialismo paradisiaco, en el imperialismo abusador y en Cubita la resistente, en la culpa de nuestra peste la tiene el “bloqueo”, en sin fidel no somos nada y en que este año sobre cumplimos, otra vez, la producción de “manzanas”, pero en la mesa, en nuestras barrigas y en nuestra existencia, si te he visto: papita de mi vida, arrocito de mi corazón, bistecito de mis tormentos o camaroncito duro sácame del apuro, ni me acuerdo, nunca los vimos pasar ni de refilón.
Yo siempre he dicho que cada ser cubano tendrá su propia percepción de la manera tan libidinosa en que el castrismo se ha dedicado a “informarnos” durante estos más de sesenta y tres larguísimos años de horrorosa tiranía.
Por ejemplo, dice mi amiga la cínica que la dictadura se salvó que no había quién se limpiara el c… con un televisor ruso y que por eso nada más pudimos usar, en tan higiénico menester, su prensa escrita, pues ese socialismo de alcantarillas solo funciona en la retorcida, mentirosa y envolvente propaganda de la revolución del picadillo que quiere hacerle creer al mundo, e incluso a nosotros mismos, como si fuéramos tontos, que los seres cubanos marchamos por la guardarraya de la victoria cantando, abrazados como hermanos y muy “felices” junto al partido, a raúl, al échate canelo, al café sin leche y empinando la gran chiringa nacional cuando sopla algún chorrito de viento “Norte”.
Lo peor es que, desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, el castrismo nos “bombardeó” con una sarta de mentiras, falsas promesas, espejismos “ilusorios”, subidones de adrenalina socialista, requisitos pa’ ser vanguardias, grandilocuencias revolucionarias, una casita por cabeza, “manjares” proletarios, fe en la victoria y tantos viva fidel que los cubanos terminamos por creer que el sacrificio, la entrega a la revolución y la media cuota de “carne”, nos servirían para entrar al reino de los cielos con la barriga llena y el corazón contento cuando, en la concreta, en la práctica real, somos el único país del mundo que tiene una vida de “albaricoques y avellanas” en los medios de difusión y otra, muy distinta y diferente, cuando el cubano pone los pies en la tierra y tiene que zapatear muy duro para darle de comer a sus hijos.
Recién un amigo me envía un fragmento del Noticiero de la televisión castrista donde sale un ejemplar de su fauna de “comunicadores” diciendo que en Cuba no hay represión, no hay violencia por parte de los militares, no hay abuso policial contra el pueblo y qué sé yo cuántas porquerías más. Confieso que empecé, por respeto a mi amigo, a visionar el “material” pero no pude terminarlo, se me armó una pelotera en medio del pecho que yo creo que hasta la presión me subió y…, pregunto…
¿Hasta dónde puede llegar el descaro, la estupidez y la inmoralidad de ese régimen y de sus meretrices de “opinión”?
Ricardo Santiago.