Cuba: ¿Cómo un pueblo puede ser tan imbécil, tan sumiso y aguantar tanto maltrato?



Porque lo de nosotros pasó de castaño oscuro, llegó a la esquina y siguió sin parar, cruzó la calle sin mirar hacia ambos lados y se fue de rosca sin que, como pueblo, nos decidiéramos a protestar, dijéramos basta a tantos abusos, hasta cuándo esta mierda del socialismo, necesitamos respirar aire de verdad o queremos darle a nuestros hijos tres comidas decentes al día, tres puñeteros y sencillos bocados para que crezcan sanos, fuertes y no sean el absurdo ejemplo de David enfrentándose, él solito, flaquito, con tres varas de hambre, con una latica y un palito, a un Goliat todo poderoso, monstruoso y dictatorial.
Pero se dice fácil, incluso se piensa rapidito, rapidito, porque resulta imprescindible, urge, pero, la realidad, la mayor verdad, es que no existe nada más difícil, más complejo y casi imposible, que quitarse de encima más de sesenta larguísimos años de adoctrinamiento, de “fervor” revolucionario, de “sacrificios” por la revolución, por el socialismo y por fidel, de dar no sé cuantos millones de pasos al frente para despetroncarnos en el “dulce abismo”, de hacer altruismos a cambio de mucha miseria y de romper las cadenas, los lazos, las sogas y los cordones que nos atan a una criminal dictadura que nos ha destruido la Patria, que nos ha destrozado la vida y que nos sumió a todos los cubanos, absolutamente a todos, en la más horrorosa indigencia física y/o espiritual.
Y es que nos acostumbraron, y nos acostumbramos, sobre todo esto último, a que esa maldita revolución del picadillo, con su pérfida doctrina de la justicia social, del “poder popular”, de los obreros y campesinos, de los calzoncillos sin elásticos, de las medias desbembadas y de los ajustadores de poliéster, nos utilice a su antojo, nos humille todo cuanto le sale de sus podridas entrañas y se burle de nosotros como si ser cubano de pueblo, como si ser cubano de infantería, sea ser la última carta de la baraja, sea ser un monigote pintado en la pared, sea ser un trapo de cocina o un puchimbag que aguanta todos los golpes, los empujones, los gaznatones y las patadas por el “fondo” que existen en este mundo que está, para nosotros, azul oscuro por falta de oxígeno.
En estos más de sesenta larguísimos años, que llevamos soportando tal absurda vergüenza y venganza revolucionaria, que se iniciara justamente el 1 de Enero de 1959, y que parece que no tiene pa’ cuando acabar, los seres cubanos hemos visto, sentados a las puertas de nuestras casas, digo, en esta es tu casa fidel, los más bárbaros atropellos, los más abominables abusos a nuestra integridad como individuos y como seres humanos, las más ridículas “soluciones” a las crisis que nos “azotan” y las más burlescas medidas tomadas por un régimen que solo piensa, como vampiros en mitad de esta larga noche, en chuparnos cada gota de sangre, en exprimirnos el último aliento de vida y en robarnos hasta el exiguo kilito prieto, partido por la mitad, que nos han permitido tener en nuestros bolsillos de pueblo miserable, para comprar el malísimo “pan nuestro de cada día” a uno por cabeza y por libreta de racionamiento.
La lista de obscenidades, de vulgaridades y de ponte en cuatro pueblo cubano que hemos tolerado, por miedo, por estúpidos, por cobardes, por ignorantes o por puro gusto, es inmensamente larga y empezó cuando, así sin ton ni son, como por arte de magia, como poseídos por el espíritu maligno de milenarias revoluciones oportunistas, le abrimos los brazos a un fidel, a un monstruo de pesadillas, para que entrara en nuestros corazones, en nuestros cerebros, en nuestros estómagos, en nuestra independencia, en nuestra soberanía y en nuestro derecho como individuos para pensar lo que nos dé la gana.
Ya les digo, desde apoyar los fusilamientos a nuestros hermanos con los gritos de paredón, paredón, paredón, los encarcelamientos injustificados a quienes no querían ser “revolucionarios” o comunistas, entregarles nuestros hijos para la “batalla de ideas”, asumir con entusiasmo las tareas de la revolución del picadillo y aceptar con displicencia y con el palo que nos metieron en el c…, cada uno de los disparates que se le ocurrieron a “nuestro comandante en jefe”, hasta esta última mariconada de las “tiendas” en dólares americanos, repleticas de pomos de desconocidos espárragos encurtidos a precios lunáticos, los cubanos, la inmensa mayoría quiero decir, somos el hazmerreir, somos la casita de los espejos rotos, somos la burla y el choteo de todas las personas con dos dedos de frente que no entienden, ni jamás lo harán, cómo se puede ser tan imbécil y aguantar tanto maltrato.
Ricardo Santiago.



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