Cuba: Nos estafaron con la revolución de los humildes y aun hoy defendemos esa vil mentira.



La revolución del picadillo nunca fue de los humildes ni para los humildes, eso fue un puro cuento, es más, visto ahora en el tiempo, es decir, más de sesenta y dos larguísimos años después, lo que provoca esa porquería es una gran vergüenza colectiva, una tremenda impotencia y un arrepentimiento total, al permitir que, tamaña “trampa del destino”, destruyera nuestro país y sembrara odio, envidia, chivatería, mediocridad, guataconería, ignorancia y miedo, mucho miedo, entre los seres cubanos.
El socialismo, el comunismo, el nacionalismo, los gobiernos de “izquierda”, y todo lo que se les parezca, son doctrinas e ideologías condenadas al fracaso porque no tienen nada de social, ni de democrático y sí mucho de totalitarismo, caudillismo, dictadura, nepotismo, bandolerismo y tiranía.
El partido único, el líder eterno e “invencible”, el adoctrinamiento, la efectividad de la policía secreta, los órganos de vigilancia a todos los niveles, la propaganda nacional e internacional asquerosamente manipulada, el férreo control de los medios de información masiva y el lavado de cerebros, entre otras muchas aplicaciones, son muestras de que, en el fondo, es sólo un régimen que pretende el control total de la sociedad y su permanencia eterna en el poder.
En Enero de 1959 fidel castro debió convocar a elecciones y reivindicar la Constitución de 1940 tal como había prometido en numerosas declaraciones. Debió permitir también que los cubanos, a través de las urnas, decidieran el futuro del país mientras él salvaguardaba la tranquilidad ciudadana pues tenía el control del ejército.
Pero el “invencible” comandante de “mil batallas”, sin heridas y sin rasguños, ni tan siquiera uno chiquitico, chiquitico, chiquitico, se atragantó con la alfombra roja y, maniobras por aquí, mentiras por allá, asesinatos por todas partes y un descaradísimo golpe de estado, se robó el poder en Cuba, posicionó a su pandilla de delincuentes disfuncionales en los puestos estratégicos y nos desgració para siempre la vida a nosotros los cubanos.
Una de las primeras maniobras políticas de este latifundista mental fue la nacionalización de las propiedades de compañías y ciudadanos norteamericanos en la Isla, provocando que el gobierno de Estados Unidos decretara la Ley del Embargo Económico, acción que le vino como anillo al dedo pues tuvo la excusa que necesitaba para desbordar la histeria colectiva, y la ceguera política, de un pueblo demasiado ingenuo, demasiado embriagado con el relajo y la bachata proletaria, para defender, por encima de todo, su derecho a ser libre.
Yo digo que aquí comenzó el lavado de cerebro más grande y duradero que ha ocurrido en toda la historia de la humanidad.
La izquierda internacional, ni corta ni perezosa, le ofreció “ayuda preferencial” otorgándole “beneficios” para desarrollar su guapería antinorteamericana y de paso poner al mundo al borde de un desastre nuclear.
En esos convulsos días nací yo. Me contaba mi madre que yo queriendo salir y ella pujando pa’ dentro porque pensaba que así me protegería mejor de la bomba atómica: “El hijo de puta de fidel castro con sus amenazas y yo pariendo, ¿tú has visto qué locura más grande esa mi’jo…?”
Entonces ser “comunista” era la solución perfecta para los intereses de “gobernabilidad” perpetua de ese pandillero universitario. Los recursos económicos de los soviets y el apoyo político de una buena parte de la opinión pública internacional le dieron al nuevo dictador las razones perfectas para consolidar su poder. Esa “transformación de intenciones” constituye, a mi juicio, el golpe de estado a la democracia más “fino” y efectivo que se ha visto porque, aun hoy, todavía muchos mentecatos continúan apoyando “de corazón” a esos asesinos.
Así, entre una cosa y la otra, el castrismo se adueñó de Cuba. Mientras la revolución del picadillo recibía el incontable y “amistoso” subsidio del campo socialista, fidel castro ponía en práctica sus más disparatados e inefectivos “planes de desarrollo” y sus alocados proyectos de que una sola vaca nutriera con su leche a todo un pueblo y que los árboles, aparte de dar muchos frutos, también dieran chuletones de cerdo, arroz congrí y bolsitas con mariquitas de plátano.
Yo siempre he dicho que a este sujeto debieron otorgarle el Nobel a la estupidez, la mediocridad, la chusmería y la bobería.
Los cubanos reaccionamos a esa mala película demasiado tarde, el castro-comunismo, con sus órganos de repartir el terror, se encargó de pasarnos la misma “movie” una y mil veces hasta que, tanto va el cántaro a la fuente…, nos dimos cuenta que teníamos sobre nosotros la dictadura más reaccionaria, déspota y maldita que ha sufrido un país en toda la historia de la humanidad y no nos quedó otra que largarnos al exilio o tragar en seco tanto dolor, tanto asco y tanta cobardía…
Ricardo Santiago.



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