El castrismo es una “infección cerebral”, una enfermedad que padecemos muchísimos cubanos.



Siempre he dicho que el castro-comunismo trascendió el concepto de filosofía dictatorial social-demagoga, dejó de ser la alevosa “doctrina” de un fulano para exprimir a una nación y trascendió una ideología maldita y totalitaria para convertirse en un “pensamiento” que, desgraciadamente, contaminó a más del noventa por ciento de los cubanos nacidos después de 1959 y a otros “muchos” que lo hicieron con anterioridad.
La inmensa mayoría de los que conformamos ese noventa por ciento, aun cuando nos dimos cuenta que la revolución del picadillo es una gran estafa, nunca hemos logrado desprendernos de la maldita agonía que significa cargar sobre nuestras espaldas, a nivel de actitudes, esa malformación espiritual e, increíblemente, pretendemos enfrentarnos a tal maquinaria de muerte, destrucción e intolerancia, con los mismos argumentos que ellos utilizan y que heredamos de nuestra formación como hombres nuevos-nuevecitos.
Porque, cubanos, no nos engañemos, quienes nos graduamos en las Universidades del castrismo, para poner un solo ejemplo, bajo el lema de la Universidad para los revolucionarios, como fue siempre en Cuba comunista, nos guste o no, nos inocularon en vena la esencia de ese dogma antinatural, de esa demoledora maquinaria de la lógica, de la incomprensión totalitaria a la idea ajena, de la ceguera política y del unipartidismo “insolidario” y hoy, inconscientemente, nos manifestamos igualitico a como lo hacen los más ridículos exponentes de “esto es una limonada coyuntural” o “yo soy fidel”.
Porque, en la vida real, no tenemos que ir muy lejos para entender qué estoy diciendo, baste con que usted le haga una crítica, un mínimo señalamiento, una simple observación a cualquiera de los que hoy se dicen ser opositores al castrismo, líderes de opinión o barítonos de los facebook live, para que enseguida te bloqueen, te borren o, en el mejor de los casos, te agredan con una sarta de improperios como lo hacen los puti-ciberguerrilleros del odioso e intolerante aparato contestón castrista.
Mi punto es que el castrismo nos lleva ventaja, mucha ventaja. Esos degenerados tienen más de sesenta larguísimos años de experiencia creando héroes y mártires para reventar aplausos o lagrimear multitudes, líderes a favor o en contra de sus intereses, estados de opinión, campañas de desprestigio contra los disidentes, malas ideas, chismes, violencia ciudadana, lenguaje grosero, desacreditaciones contra un individuo o grupo de ellos, mala intención, falsos profetas y toda una parafernalia de actitudes que van desde la agresión verbal, con sus consabidas mentadas de madre, hasta los fascistas mítines de repudio que han trascendido las calles de Cuba y se han posicionado, para vergüenza ajena de los seres cubanos decentes, en las redes sociales.
Algunos nos desgastamos criticando a la oposición cubana por asuntos netamente “bodegueros” y es una pena. Yo soy del criterio de que la resistencia al régimen castrista es muchísimo más fuerte que diez, veinte o treinta años atrás porque hemos crecido en número, nos hemos quintuplicado, muchísimos nos quitamos la venda que nos amarraron a los ojos y, desde posiciones personales, esgrimimos nuestra negativa a seguirle el juego a los enemigos de la decencia y de la verdadera cubanía.
Atención cubanos, los líderes no se hacen, no se fabrican, no se improvisan ni podemos permitir que nos los vendan porque “tiran” discursos pompeyanos, recitan poesías patrioteras, ponen caritas de yo no fui pa’ salir bonitos en los videos “feisbuleros” o se deshacen en griterías insustanciales de más alto que no se oye para llamar la atención y cautivar nuestras simpatías.
Hoy son muchas las figuras, en el panorama de la oposición dentro de Cuba, que le muestran la cara a la dictadura castrista, algo que yo nunca hice, y eso merece todo nuestro respeto estemos de acuerdo o no con los métodos que utilizan.
Dejemos de instigar, desde la comodidad del exilio, acciones violentas con tiros, escopetas y pistolitas para que otros pongan los muertos cuando se sabe que la agresividad del castrismo no conoce límites y no va a medirse para tirar los tanques, las brigadas especiales y las bandas paramilitares a reprimir y matar por tal de preservar un “orden” que les representa “la vida” pues no tienen otro lugar en esta bendita y tolerante tierra donde ir a esconderse.
Soy del criterio, y lo defiendo con todas mis fuerzas, de que hoy por hoy nadie tiene la verdad absoluta para derrotar a la bestia, pero, si nos fijamos un poquito, en la actitud de cada uno de nosotros puede estar el punto de partida para desenredar la madeja de esa desgracia que se llama dictadura castro-comunista y que es la vergüenza cubanos, la VERGÜENZAAAAAAAAA…
Ricardo Santiago.



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