El “sueño” del socialismo destruye, generaliza la miseria, el abandono y la muerte.



Realmente es así, y yo diría que hasta mucho peor, y si alguien no me cree que le pregunte a cualquier cubano de infantería, porque la única verdad es que del sueño lindo, bonito y plácido que nos pintaron con la revolución del picadillo, es decir, con que todos seríamos igualitos, igualiticos, la justicia “justa”, justica pa’ todo el mundo, el “limón” exprimido a partes iguales y que nadaríamos, chapotearíamos y nos abollaríamos en mares de jugo de “piña” y flanes de calabaza, la vida en Cuba, la de vivir, la realidad objetiva del buen labriego de ilusiones, se convirtió en una pesadilla, en un vendaval de sufrimientos, en una malintencionada mentira y en un mal despertar que engendra monstruos, muchos monstruos, todos los monstruos del mundo brotando, a la misma vez, y destruyendo a todo un país, a toda una nación y a todo un pueblo.
Menos a sus creadores y a sus “fieles difuntos”, a esos no, para esos “socialistas” del socialismo ese mal encabado sistema, de “repartición” de la riqueza, es un gigantesco embudo donde para ellos entra todo y de todo, grandes comilonas, la vida de gozar la papeleta, las comodidades mas “brutales” del capitalismo, el ocio y el “peresocio”, la lamparita maravillosa frótame aquí Macorina y “los besos robados”, mientras al resto de los seres cubanos, al pueblo trabajador, a la masa compacta de humildes y eternamente humildes, solo les llega el sacrificio, toneladas de cinturones pa’ que se aprieten la vergüenza, la ebullición constante de la desesperación, esta hambre perra que no tiene fin, las carencias más desesperantes y la vida de morir.
A veces me pregunto, o mejor dicho, tengo esa duda fija en mi cabeza, de si lo que vivimos los seres cubanos es en realidad una maldita pesadilla, un mal sueño profundo, un letargo consciente de nuestro subconsciente, y que al despertar de tamaño disparate, volveremos a tener el país que teníamos, volveremos a tener esa próspera economía que teníamos, volveremos a ser el país donde todos querían vivir y del que nadie se quería marchar y volveremos a tener la mismitica fe y la mismitica esperanza que una vez tuvimos.
Mi amiga la cínica dice que de sueño nada, que lo que hoy estamos viviendo los cubanos es el resultado de nuestra comemierdería nacional al permitir, desde hace más de sesenta años, que un tipejo miserable, mitómano, estafador y un endemoniado dictador, nos “cantara” duérmete mi niño, duérmete ya…, nos diera una terrible mordida de malas noches y nos acostara a dormir una pesadilla eterna en miserables cunitas revolucionarias.
Y lo más jodido es que no despertamos, no acabamos de abrir los ojos, nos empeñamos en ser continuidad de esa horrible alucinación aun cuando la mierda socialista nos cubrió de cuerpo entero hace la mar de tiempo, nos sepultó el país donde vivíamos con tanto orgullo y nos ha dejado una somnolencia estúpida que raya en el absurdo, en la esclavitud del cuerpo y del alma, con la incapacidad de defendernos, de luchar por nuestros derechos, de exigir los que nos toca sin libretas de racionamientos y de vivir con dignidad y no con este bochornoso sálvese quien pueda.
Yo digo que nosotros los cubanos, como pueblo quiero decir, porque gracias a Dios existen maravillosas excepciones, más allá de “nuestra comemierdería nacional”, tenemos una desbocada propensión a permitir que nos duerman con cualquier “nana de las cebollas”, a que nos canten y nos mezan con cualquier “cancioncita” de moda y a pasarle la mano, o dejarnos abrazar, por cualquier “pico fino” que viene con sus desafinados cantos de sirena a querernos convencer de que tiene “la verdad” en la mano.
Porque, si nos fijamos bien, este es exactamente el mal que nos acongoja, que nos lacera, que nos destroza como país, quiero decir, fuimos y somos un pueblo, que desde el mismísimo 1 de Enero de 1959, nos mal educaron en las asignaturas de escuchar, de aceptar, de asentir, de aplaudir y de obedecer y nunca en las de protestar, de analizar, de defender o de exigir derechos individuales y cumplir con reales deberes colectivos.
Es por eso que queda absolutamente demostrado que el socialismo es un reverendísimo y estrepitoso fracaso. Ninguna sociedad, absolutamente ninguna, y fundamentalmente sus individuos, pueden avanzar, desarrollarse y prosperar, con un régimen que promociona constantemente el absurdo, el ridículo y la represión, para justificar el enriquecimiento de un grupúsculo de delincuentes en el poder.
Nos toca a nosotros los cubanos, solo a nosotros, abrir los ojos de una buena vez, despertar de este estercolero profundo en el que nos han “dormido” por más de seis décadas y probar que con sábanas limpias los sueños, y alguna que otra pesadilla, son mejores, mucho mejores…
Ricardo Santiago.



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