La triste historia del hambre, en Cuba castrista, contada por un cubano de infantería.



CAPITULO I
A nosotros los cubanos no hay quien nos haga un cuento en eso de apretarnos los cinturones, de vivir con la soga al cuello o de caernos redonditos en el medio de la calle porque llevamos todo el puñetero día sin tomar ni un buchito de café.
La inventiva nuestra, para lograr sobrevivir a las desgracias que nos ha impuesto esa criminal dictadura, no conocen límites y van más allá, incluso, de la lógica humana. Hemos tenido que vivir durante más de sesenta larguísimos años remendando las “cazuelas” porque en esta “larga noche” de revolución del picadillo nuestros estómagos jamás han tenido un solo minuto de “consuelo”.
Los seres cubanos somos expertos en reciclar cualquier cosa, somos maestros en crear “transformers” utilitarios de artefactos electrodomésticos vencidos, de fabricar productos cárnicos a base de instrumentos de limpieza, de “estirar” los alimentos para que alcancen para toda la familia y por todo el mes, de dispararnos una larga cola sin saber qué están vendiendo y hasta de querer poner a circunnavegar la Tierra a ciertos personajillos dándoles solamente una buena patada por el c…
En los 60s, 70s y 80s, cuando éramos, bueno, “cuando éramos tan jóvenes” y creíamos en el sacrificio, el altruismo, la solidaridad, los voluntariados y el “mosquitero con huecos”, creíamos que esa inmolación por la revolución, por fidel y por el socialismo, nos conseguirían una vida llena de panes con mantequilla, de limonadas bien fría y de sabe Dios cuántas cosas más.
Así nos entregamos con pasión y entusiasmo a la construcción de una “patria socialista” con la ilusión de que “todo futuro tiene que ser mejor”, de que el hambre, la sed, el calor y los “bichos” en los cañaverales, en las escuelas al campo, en la construcción de “obras sociales”, en las labores industriales y en la vida misma, eran necesarios porque el país lo requería y porque todos empezábamos desde cero, parejitos, parejitos y “el sanguisi” igualitico pa’ to’ el mundo.
Definitivamente eso no fue más que una Ilusión mental, una masturbación ideológica convertida en manía, en hábito, una jerigonza “fosforescente” armada con tuercas, tornillos, mochas, palas, picos y la vocinglería desbordada de un fidel castro sentado eternamente en el tibor del socialismo, con su delirio de grandeza y sus promesas de que, si hacíamos todo cuanto él nos decía, la historia nos iba a absolver a todos porque en el comunismo, según él, todo se reparte a partes iguales incluyendo la historia.
Pero puro espejismo de pacotilla porque el cacareado, manoseado y baboso comunismo no fue más que hambre pa’ hoy, pa’ mañana, pa’ pasa’o y para la vida entera.
Después de rompernos el lomo, roto y bien despedazado, durante más de 30 años, las necesidades, en vez de restarse, se multiplicaron una y otra vez, las esperanzas se fueron al carajo y las luces de la ciudad se convirtieron en apagones eternos, desconsolados y “maleconeros”.
Los años 90s nos saludaron con otra cruel e inmerecida crisis económica que muchos, la inmensa mayoría, no entendimos porqué, ni de dónde venía, pues a esas alturas ya habíamos construido, supuestamente, el “paradisiaco” socialismo como tres o cuatro veces.
Una vez más la inoperancia, la ineficacia, la improductividad y los disparates del castrismo nos dividió y cayó sobre nosotros como un espíritu burlón, encarnado y maléfico, sólo que en esa ocasión, según nuestro “sesudo líder”, la culpa la tenía un “muro” que tumbaron por allá por casa del carajo y muchos de sus pedazos “saltaron” hasta el Caribe y destrozaron nuestra “sólida economía”.
Yo digo que ese fue el momento en que la emigración y el exilio cubanos se hicieron realmente públicos, visibles, masivos, dolorosos, universales y se manifestó como la única vía de escape para que los seres cubanos pudiéramos salvarnos de tantos disparates vividos.
Ahí nos dimos cuenta del enorme tiempo perdido, de la vida entregada por nada y de los sueños convertidos en un mísero pan, muy mal elaborado, que nos daban a uno por persona una vez al día. Fue así que contemplamos con horror cómo la Patria menguaba y menstruaba a sus hijos y que estos, por tal de escapar hacia cualquier parte, arriesgaban la vida en verdaderos actos de desesperación, de espanto y de locura.
La dictadura castrista es enemiga a muerte de la libertad porque sabe que cuando los seres cubanos construyamos nuestra República auténticamente cubana, hablemos de democracia con propiedad y transformemos nuestra “rabia” en unidad, los arrancaremos de nuestras vidas para siempre y sólo sentiremos por ellos un asco insoportable.
Ricardo Santiago.



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