Más allá de los horrores del castrismo, también nos destruyen el oportunismo y la ignorancia.



Yo digo, y lo reafirmo, que hay que ser muy ignorante, muy oportunista o muy imbécil, para defender a un régimen que, a todas luces, a simple vista, a veo, veo, qué ves…, y en la cara de todos los seres cubanos, y del mundo entero, ha destruido un país, su historia, su gente, sus valores nacionales, su cultura, el arroz con leche, sus tradiciones, su idiosincrasia y la ilusión de un pueblo que antes trabajaba por la prosperidad y hoy se regodea, se conforma, con el atraso, la mediocridad, la miseria, la violencia, el hambre, la chivatería, la vulgaridad y la destrucción.
Y es que el plan del castrismo, para hacer desaparecer la nación cubana, tiene más de sesenta larguísimos años. Durante este descomunal tiempo hemos sido testigos de cómo un grupúsculo de sádicos rufianes, encabezados por los “castro tanquistas y un perro”, han desangrado desde el tuétano las estructuras económicas, sociales y políticas de un país que yace hoy consumiéndose en la más absoluta miseria, en el atraso funcional más grosero, humillante y absurdo, de toda la historia de la humanidad y en un estado de terror generalizado a todos los niveles de la sociedad, dominador de las actitudes, del pensamiento de casi todos sus habitantes, y parte indisoluble del alma de quienes nacen bajo esa dictadura y se forman bajo la doctrina de que quien no salte es yanqui, pin, pon, fuera, abajo la gusanera, o yo soy fidel.
fidel castro fue el promotor principal de tamaño genocidio pues ese sujeto, a todas luces, siempre tuvo la intención de transformar un país que, con sus altas y sus bajas, o sus errores y sus aciertos, se había ubicado, a pesar de ser pequeño e “insignificante”, entre los más prósperos del mundo, una rabia que ese rufián llevaba por dentro pues se sabía incapaz de proporcionar felicidad a quienes le rodeaban.
La sistematicidad de la mediocridad, la autosuficiencia, la intolerancia, la prepotencia y las actitudes tiránicas son caldo de cultivo fundamental para que proliferen las ratas, las cucarachas y todo tipo de alimañas portadoras de las enfermedades más letales, capaces de destruir a poblaciones enteras.
Cuba, para desgracia de los cubanos de infantería, es hoy un gigantesco vertedero de involuciones donde los diferentes “virus de matar” se han vuelto endémicos y han terminado diezmando la voluntad, el buen juicio, el sentido común, la inteligencia y el patriotismo de un pueblo que jamás se doblegó ante la opresión, el totalitarismo, el pan con tripa, la escasez generalizada, los “productos” chinos, las banderas del hambre, el desprecio dictatorial y la tozudez de dictadores incapaces de proporcionar progreso, abundancia, prosperidad, desarrollo y sí mucha represión y muchos tipos de muertes.
Pero a Cuba también la están destruyendo el oportunismo y la ignorancia, miserias humanas que por más de sesenta larguísimos años se han apoderado de los cubanos “buenos y malos”, y han terminado por conformar la “nueva” idiosincrasia de un pueblo integrado ahora por represores, reprimidos, dominados, “dominatrices”, opositores, emigrados y exiliados.
Así de triste y mezquina se nos volvió la Patria, mejor dicho, nos la “volvieron”, pero, mejor aún, la “volvimos”, porque, como también digo, cada uno de nosotros tiene su parte de responsabilidad en esta infame destrucción, dolorosa, traicionera y cobarde, en la que ha sucumbido la tierra más hermosa que ojos humanos han visto y de la que solo nos ha quedado el “polvo de su suelo anegado en llanto” por las millones de frustraciones, de tristezas, de miedos, de añoranzas, de dolor, de silencios, de rencores, de traiciones, de hipocresías, de adulterios ideológicos, de masturbaciones “rascabuchadoras” y del desprestigio de muchos de sus “hijos”.
El oportunismo y la ignorancia son tan letales para la vida de una nación como las tiranías, las dictaduras o los regímenes inquisidores, enemigos de las libertades individuales, que se aferran al socialismo de tempestades y a un partido único para ejercer el poder y controlar, desde posiciones totalitaristas, la vida de un país y del pueblo.
Es por eso que Cuba no avanza ni un milímetro en ninguno de los órdenes establecidos por los parámetros de la decencia humana.
El oportunismo y la ignorancia se han generalizado tanto entre los cubanos que hoy son el común denominador de las actitudes de la inmensa mayoría, por lo que muchos se despetroncan para reprimir, para matar, para despreciar a quienes no aceptan a la revolución del picadillo, ahora de las tripas, porque, desgraciadamente, a los cubanos nos hicieron creer, nos manipularon con la mala idea, o nos engañaron con el cuento de que para salir bien “bonitos” en las fotos domingueras tenemos que andar en “masa”, o integrados, porque la individualidad “no existe” y es mala consejera.
Ricardo Santiago.



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