No somos un pueblo inteligente, somos un pueblo mediocre, escaso de luz y manipulable.



Existen personas que, aunque usted no lo crea, aun defienden la revolución del picadillo con argumentos, absolutamente mediocres e irresponsables, de que si el tibor del socialismo no hiede, si el comandante vive, si raúl castro es hombre, si la educación y la salud son “gratis”, si los niños cubanos son felices, si “la igualdad social” es parejita pa’ tol mundo, si en Cuba nadie pasa hambre, si los castristas no son una banda de criminales, si somos cada vez más fuertes y, sobre todo, si los durofríos de la Gallega son de rojo aseptil y no de fresa.
Pero, como decía mi madre, cada cual oye la música que más le gusta porque en este mundo existen oídos para las buenas melodías y para los escándalos más vulgares.
Y es que el castrismo siempre menospreció y se burló de la inteligencia de todo un pueblo.
Para esos delincuentes las prohibiciones, limitaciones, absurdos, racionamientos y “regulaciones” al desarrollo de la vida en Cuba, fueron un plan orquestado y ejecutado para sumir al pueblo en la más absurda precariedad física y espiritual y para mantener un control absoluto sobre el destino, la esperanza, los sueños, las aspiraciones, el pensamiento y el café con palmiche de los seres cubanos.
Dice mi amiga la cínica que la dictadura castrista es un monstruo, con rostro de dama sufrida y abandonada, que se vende barato y que cobra más caro que el carajo, que se ha auto titulado la gran “salvadora” de los pueblos cuando, en realidad, lo que hace es ejercer un imperialismo doctrinero, socialistoide, vulgar y rapíñero, para resquebrajar el orden mundial y establecer la política del populismo, del totalitarismo y de las “dictaduras del proletariado” sin fecha de caducidad en los países donde logra “colarse”.
Yo siempre digo que para entender tan inhumana “actitud” hay que remitirse a la raíz del problema y, nos guste o no, esta nos “despacha” al mediocre, absurdo y vergonzoso personaje que inventó toda esta mierda que nos ha tocado vivir a los cubanos desde el 1 de Enero de 1959.
fidel castro, el “cowboy” del socialismo, el emperador alelado en su isla de ensueño, el debajo de la cama está el majá… o la escupida del Diablo, fue un tipo absolutamente narcisista, ególatra, un gran autosuficiente insuficiente, un grandilocuente sin sentido y un idealista baboso que, por sobre todas las cosas, disfrutaba oírse, gozaba ejerciendo el terror sobre los demás, nunca admitió una voz por encima de la suya y se creyó siempre con el poder de hacer y deshacer, a su antojo, con un pueblo que lo contemplaba extasiado, adormilado, “agradecido” y sumiso, sin querer comprender que vendíamos, mejor dicho, regalábamos, nuestras almas al mismísimo demonio.
La retórica del castrismo se construyó a partir de la historia bíblica de David contra Goliat, una alusión muy funcional en la década de los sesentas del siglo pasado cuando el mundo, y sobre todo los jóvenes, querían bailar al compás de las revoluciones sociales por aquello del “enfrentamiento” y porque para estar a la moda había que tener una actitud contestataria, rebelde y protestona.
El castrismo tejió entonces su discursito de país sufrido, atacado, amenazado, bloqueado y agredido, y con esos ingredientes se lanzó a recoger limosnas, donaciones, “ayudas” y protecciones, mientras impulsaba su macabro plan de expandir la idea de la revolución del picadillo por el mundo.
Pero para justificar tales agresiones y “bloqueos” debía graficar y ejemplificar sus “consecuencias” en la práctica de la vida, de ahí que propiciara y permitiera la destrucción física de nuestro país, de nuestra economía, de nuestra industria y de nuestros recursos naturales a la par que “apretaba”, hasta los mismísimos c…, el cinturón a los seres cubanos con el cuento de que el imperialismo yanqui “nos quiere gobernar y yo le sigo, le sigo la corriente…”.
La realidad es que “el cinturón apretado” sí estranguló al pueblo humilde de Cuba, a los cubanos de infantería, yo diría que injusta y cruelmente, mientras los principales responsables del castrismo y sus familias acumulaban inmensas fortunas que hoy disfrutan, incluso, viviendo en su “odiado” capitalismo.
Lo más jodido y triste de esta absurda historia es que muchos cayeron en la trampa de defender a un régimen que nunca hizo nada por nosotros. Andan por la vida como atragantados comemierdas ejerciendo la retórica defensiva del oprobioso castrismo, lo mismo desde un Ministerio en Cuba, desde un programa de la televisión comunista, desde una tribuna de pan con bistec, que desde abominables y repulsivas “directas” en las redes sociales donde utilizan, todos ellos, qué casualidad, similares palabritas e idénticos discursitos.
Ricardo Santiago.



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