A Cuba y a los seres cubanos nos empobreció fidel castro con ese invento de revolución socialista que, según él, la hizo para, entre un sin número de falsedades, llevar la luz de la esperanza a todos los rincones del país, desarrollarnos y ser más poderosos que el imperio del Norte, untarle a los “pancitos” más mantequilla que los holandeses, “pisar” más pizzas que los italianos, producir más miel que las abejas, fabricar más porquerías que los chinos de China, darle la vuelta al mundo montados en un burrito y que las riquezas producidas, producto de nuestro enorme sacrificio, entrega al trabajo y a la revolución de los apagones, se repartieran entre todos por igual, sin matazones, sin tener que hacer enormes y “acaloradas” colas, sudar la gota gorda al resistero del sol pa’ comprar un mísero cuartico de pollo imperialista, fajarnos y jalarnos los moños por un cachito de pan, que unos pocos fueran Juan con todo, la mayoría del pueblo Juan sin nada, y no tener que ver la Patria, esa Cuba linda, hermosa y queridísima, hundirse estrepitosamente en una monumental fosa séptica de pestilencias, miserias, ruinas, basureros gigantes, desprestigios y muchas, muchísimas, enfermedades contagiosas del cuerpo y del alma.
Pero, en la vida real, en estos más de sesenta y tres larguísimos años de puñetera revolución castro-comunista, a los seres cubanos nunca nos iluminó la bendita luz de la esperanza ni ninguna otra, no las vimos pasar ni de refilón, nunca nos acercamos ni a las chancleticas de metede’os del Norte revuelto, más bien lo que terminamos fue comiendo tremenda mierda con el montón de trabajos voluntarios que nos obligaron a hacer, lo mismo con las guardias para vigilar sandeces, con los agotadores desfiles, las marchas del pueblo combatiente, los desaguacatados discursos del cambolo por esto o por aquello, apretarnos el cinturón hasta desmayarnos, caernos redonditos en el medio de la calle y, además, aplaudir, gritar, vitorear y adorar, como imbéciles, a un mequetrefe que, con ínfulas de comandante en jefe, nos sumió a todos nosotros, sin excepción, en una asfixiante esclavitud para robarnos hasta la vergüenza y convertirse, el muy degenerado, en uno de los hombres más ricos del mundo.
Al principio parecía todo muy bonito, en verdad un poco extraño, rarito, increíble, con cierto mal olor, un tufillo algo fétido, pero lindo por aquellas promesas de que la revolución nunca nos abandonaría, que nadaríamos en la abundancia, que el mundo nos miraría con envidia por nuestra magnificencia, que ningún cubano tendría que ponerse zapatos apretados y mucho menos calzoncillos desbemba’os, que todos tendríamos un buen techo, buena educación cívica e instrucción académica, agüita caliente pa’ bañarnos o lavarnos las entendederas, paz y tranquilidad, una red de asistencia sanitaria confortable, un descanso placentero, salarios respetuosos acorde con nuestra capacidad y desempeño, nuestros hijos felices y contentos, que nadie tendría que emigrar como en los países “pobres” y que los cubanos, todos, tendríamos una jubilación digna, decorosa y útil.
Dice mi amiga la cínica que la ingenuidad histórica, política y cultural mató al pueblo cubano, el 1 de Enero de 1959, y que, como siempre, nuestros tropicales excesos nos condujeron al abismo pues teníamos que estar muy ciegos, o demasiado borrachos por el jubileo revolucionario, para no haber visto que fidel castro, y su maldita revolución quita catao y pon quinqué, no eran más que una diabólica tiranía que nos pondría a casi todos de rodillas, convertiría la emigración en un fenómeno de masas, el hambre en una casa de la cultura sin guitarras y sin acuarelas, el subdesarrollo físico, moral y mental en estrategia de Estado y la destrucción del país en un símbolo patrio para justificar el robo, la estafa, la corrupción, el desinterés, el picadillo de soya y las enormes cuentas bancarias de los jerarcas del partido comunista en paraísos fiscales.
Y, es cierto, al final solo quedó demostrado que con el socialismo, la revolución castrista, los castro y ese anormal sistema económico improductivo, involutivo, absurdo, de apéame uno, retrógrado, falso y corrosivo, Cuba es hoy uno de los países más miserables del mundo, muchos de sus ciudadanos viven rayando o por debajo de los índices de la pobreza, la desnutrición física y mental están elevadas a la más horrible expresión, la esperanza de vida se fue al exilio, la nación se hunde a pasos agigantados y la mayoría de los seres cubanos, los de allá y los de acá, nos preguntamos angustiosamente qué hicimos para merecer esta mierda que nos está matando.
Ricardo Santiago.